'El cazador de jaguares' (1987) de Lucius Shepard: fantasía y dolor
Lucius Shepard (1943-2014) fue un escritor de fantasía y ciencia ficción estadounidense. Tuvo una vida variopinta, viviendo en numerosos países y ejerciendo diferentes profesiones, hasta que en los ochenta comienza a escribir ficción. El cazador de jaguares es una colección de relatos influida en parte por su cobertura como periodista de la guerra civil en El Salvador y en parte por los años vividos en diversos países de América Central. Publicado originalmente en 1987 y recibiendo varios premios, en España el libro fue publicado en dos tomos por Martínez Roca en su colección Alcor: El cazador de jaguares (1990) y El hombre que pintó al dragón Griaule (1990).
No sé si alguien nacido en España puede llegar a entender Latinoamérica, sospecho que sí, pero para un anglosajón es casi imposible. Como muchos relatos están ambientados en América Central, se señala que el estilo de Shepard es el "realismo mágico, como Borges". Así, con un par. Ni Shepard ni Borges son representantes del realismo mágico, por si existen dudas.
En muchos relatos el materialismo moderno choca con formas de vida más apegadas a la tierra, como el el relato de da título al libro, El cazador de jaguares. En ese relato, un cazador de jaguares retirado debe dar caza a un extraño jaguar negro para pagar las deudas de su mujer. El acreedor es el hombre más poderoso y rico de la región, que quiere acabar con el jaguar para traer la civilización, y ya de paso ganarse un dinero. Aunque generalmente ambientados en Centroamérica, también hay relatos como La noche del Bhairab blanco, cuya acción transcurre en Katmandú. Allí un veterano estadounidense, que lleva una vida hippie de meditación y drogas, deberá hacer frente a unos espíritus. Aparecerán en muchos relatos la figura del veterano como protagonista, una especie de Rambo alcoholizado con trastornos mentales y problemas de adicción. A veces, como en Los ojos de Solitario, el conflicto entre lo nuevo y lo viejo toma forma de tragedia griega. Un triángulo amoroso entre un capitán del ejército, Claudio, su mujer Amalia y el hechicero Esteban, estos dos últimos indios patuca, acabará con la muerte de Esteban y la destrucción de Claudio. También sucede en Coral negro, donde el extranjero, en este caso otro veterano de nombre Prince, es juzgado por los habitantes de una isla del Caribe. Le engañan para que fume coral negro, una droga de la que se especula que pueden ser espíritus o alienígenas. En cualquier caso, el coral negro funciona como droga capaz de conectar a todos los habitantes de la isla telepáticamente. Prince escuchará las acusaciones de los habitantes y su veredicto en su cabeza: ¿merece vivir en la isla y ser uno más de ellos? ¿O recibirá su castigo por las faltas cometidas?
La obra de Shepard bebe del desencanto: los hippies de los sesenta acabaron siendo devorados por un sistema que en muchos casos los convirtió en reaccionarios. No fue el caso de Shepard, que estas últimas semanas está siendo recordado por esos escenarios de guerra en Latinoamérica, una suerte de nuevo Vietnam, que aparecen en su obra. La administración Reagan aprendió del desastre de Vietnam, por eso llevó a cabo operaciones encubierta en Centroamérica, lejos del escrutinio público. Así como hay muchos ejemplos en el cine y en la literatura de la guerra de Vietnam, todo un trauma nacional, sobre la primera y la segunda guerra de del Golfo y la guerra de Afganistán, no hay demasiado donde rascar. Las guerras de baja intensidad perpetradas por EEUU en los ochenta en América Central quedaron reservadas para filmes de acción cutrongos.
En El cazador de jaguares Shepard empieza el libro con un tono más cercano al realismo con toques de fantasía, para adentrarse completamente en lo fantástico con algunos toques de terror después. Como en Kwaidan, de Lefcadio Hearn, la prosa de Shepard siente fascinación por los mundos exóticos, pero al contrario de este, también hay una comprensión, no sólo el dejarse fascinar. Shepard debe ser de los pocos escritores estadounidenses que ha leído a Alejo Carpentier. En su obra no existe el barroquismo como en Carpentier, pero sí hay cierto preciosismo en sus imágenes: es capaz de crear arte de la fantasía y el dolor. Lucius Shepard fue uno de los grandes escritores de su generación.
Shepard, L. (1990). El cazador de jaguares. Martínez Roca.
Shepard, L. (1990). El hombre que pintó al dragón Griaule. Martínez Roca.






20 de noviembre de 2025 a las 9:26
De Shepard solo me había leido Ojos verdes, hace un montón de años, cuando tecnicamente se le podía considerar como "de zombies" (ni de broma por cierto. Redivivos si, pero poco tenía que ver). No conocía nada más de él pero con los relatos me has convencido..
Y estoy convencida que el señor Shepard al final de su vida había confirmado lo de "un hippie es una mala persona pretendiendo ser una buena persona" XD.
20 de noviembre de 2025 a las 14:29
Tengo pendiente el de Ojos verdes. Ya con lo que dices de los zombis, sube puestos en la pila de lectura. Nunca había leído nada de Shepard y me ha encantado. Eso sí, me ha pasado como con Gorodischer, que me esperaba algo de ciencia ficción y no xD. Shepard escribe muy bien.
Shepard iba de hippie pero un punk, por eso fue buena persona xD.