Hace no mucho hablé de la adaptación cinematográfica de esta novela llevada a cabo por Peter Weir. Picnic en Hanging Rock, además de una estupenda película y de una de las mejores producciones que Australia ha dado al género fantástico, también es una excelente novela. Escrita por Joan Lindsay y publicada en 1967, Picnic en Hanging Rock es el culmen de la muy breve y discreta obra literaria de esta pintora, artista visual, periodista y escritora australiana. 


Picnic en Hanging Rock narra la historia de una desaparición ocurrida en el día de san Valentín del año 1900. Un internado exclusivo para señoritas organiza una excursión a Hanging Rock, un remoto paraje australiano. Los relojes se paran, las personas caen dormidas y tres alumnas y una profesora desaparecen. Días después, un joven inglés de visita por Australia, que se había cruzado con esta excursión el día de san Valentín, obsesionado por la belleza de una de las desaparecidas, Miranda, regresa a Hanging Rock y rescata a Irma, una de las desaparecidas. El problema es que Irma no recuerda absolutamente nada de lo que ha pasado. Esta amnesia, el hecho de que aparezca sin ningún rasguño ni herida, completamente limpia y sin corpiño, nunca tienen respuesta.

Es fácil de entender la fascinación que ha despertado esta novela, primero en el público australiano y anglosajón y luego en el resto de lectores. Disfrazada bajo la etiqueta de ficción histórica, la novela tiene claros tintes autobiográficos, pero Joan Lindsey va más allá y logra lo más difícil todavía: una novela donde la fantasía está a la vuelta de la esquina. Además de ser una notable novela de época, con su crítica a instituciones como este internado tan exclusivo para adolescentes de las clases pudientes, se respira una atmósfera parecida a la desarrollada por Lernet-Holenia en Marte en Aries: el relato no es del todo fantástico ni es del todo lógico. Lindsey nunca ofrece respuestas al misterio, que queda en las manos del lector. Y esta falta de una epifanía reveladora, lejos de resultar algo frustrante, se convierte en algo fascinante. ¿Qué pasó en Hanging Rock el 14 de febrero de 1900? Nunca lo sabremos, y eso es lo hermoso de esta novela.

Respecto a la adaptación cinematográfica, bastante fiel, difiere en su parte final en unos cuantos aspectos bastante secundarios. Sobre todo, la novela adopta un tono de cuento de hadas y empieza a explicar el destino de algunos de sus personajes. La película, sin llegar a un cierre abrupto, sí que deja muchas más cosas en el aire y menos sobreexplicadas. Tiene cierto tono onírico que no está en la novela. Por otra parte habría que considerar esta novela como parte de la tradición europea del fantástico. Tiene más en común con la obra de los autores europeos de entreguerras que con el fantástico anglosajón. Además aporta algo nuevo, una nueva geografía, la australiana, fascinante e hipnótica. Las llanuras polacas llenas de polvo y en las que el protagonista de Marte en Aries nunca termina de divisar al enemigo pero sí ve fantasmas, en Picnic en Hanging Rock se ven transformadas en una formación volcánica más antigua que la humanidad con un monolito negro que ejerce una extraña atracción en quien lo contempla. Eso y serpientes venenosas, hormigas, todo tipo de depredadores y un clima hostil no apto para seres humanos. Hay algo terrible en el paisaje y la geografía australianos para los europeos. Sólo puede haber algo que genere más extrañeza: una rave de Delaporte junto al monolito de Hanging Rock.

Lindsay, J. (2010). Picnic de Hanging Rock. Impedimenta.