El mar de fuego (1992) es el tercer volumen de la heptalogía El ciclo de la Puerta de la Muerte escrito por Margaret Weis y Tracy Hickman. Si Ala de Dragón había servido como presentación del universo de Weis y Hickman, con La estrella de los elfos es cuando ese universo creado se asienta. El mar de fuego es un pasito más en esa dirección. Haplo es mucho más protagonista, formando pareja con el sartán Alfred, que aparecía en Ala de dragón

En El mar de fuego se profundiza mucho más en el universo de Weis y Hickman. La puerta de la muerte, que se debe atravesar para viajar de un mundo a otro, se describe en este libro como una especie de agujero negro. Haplo, cada vez que la atraviesa, se desmaya y pierde todo recuerdo del trayecto. La puerta será la causante de que comparta recuerdos con Alfred, también presente en el tránsito por accidente. Alfred experimentará los recuerdos de Haplo en el Laberinto y este los de Alfred en su despertar solitario en Ariano. Un pasito más en el camino de la empatía entre dos enemigos supuestamente mortales, el de ponerse, literalmente, en el lugar del otro.

El mar de fuego también es el libro con un tono más oscuro y con el que Weis y Hickman bordean y experimentan con el terror. Haplo, acompañado de Alfred, viaja al mundo de piedra, Abarrach. Se trata de una esfera de piedra llena de recovecos y con un núcleo que proporciona energía a los habitantes del planeta. La magia que mantiene ese mundo en pie nunca llegó a funcionar, llevando a la extinción de las razas de elfos, humanos y enanos, y orientando a los supervivientes sartán a la nigromancia. Necesitados de mano de obra, habiendo perdido la comunicación con los otros mundos y sus congéneres, la nigromancia es su única posibilidad de sobrevivir. 

Weis y Hickman se adelantan más de una década a la moda de los zombis. En El mar de fuego estos zombis están más cercanos al vudú que a las películas de Romero. Los muertos conservan recuerdos de su pasado, pero no dejan de ser un eco lejano. También aparece otra figura, la de los lázaros, cuerpos resucitados sin seguir los procesos establecidos, que acaban con el resultado de un muerto viviente con voluntad y en permanente agonía que odia a los vivos. La parte final de la novela se convierte en una persecución, con unos escasos supervivientes huyendo de un ejército de muertos vivientes dirigido por estos lázaros.

Si la novela sirve para el desarrollo de los personajes de Haplo y Alfred, protagonistas de la saga, también se empiezan a plantear algunas respuestas: todo lo que salió mal y el verdadero enemigo es un agente que actúa, por el momento, en las sombras. De igual manera, se nos intenta explicar un poco más este universo y su origen. Existe una cosa llamada Onda que siempre busca el equilibrio, cuya falta siempre lleva a una reacción en el sentido contrario. Cuando los seres humanos y su ciencia trajeron la destrucción nuclear en el siglo XX, la Onda llevó a la creación de unos mutantes con capacidades inusuales para la magia, los sartán. El equilibrio de la Onda creó su contraparte, los patryn. Una idea dualista mil veces explotada que recuerda demasiado a la Fuerza de la Guerra de las Galaxias y a los jedi y los sith. 

 El mago de la serpiente (1992) termina de poner todas las piezas del puzle de Weis y Hickman. La acción transcurre en el cuarto de los mundos, Chelestra, el mundo de agua. Allí todavía viven los sartán, incluidos su líder Samah y los miembros del consejo que llevaron a cabo la destrucción de la Tierra y la creación de los cuatro mundos basados en los cuatro elementos.

Allí se vuelven a encontrar Haplo y Alfred, cada uno con su propia trama por separado. Haplo es rescatado por los elfos, humanos y enanos, que en este mundo de Chelestra conviven en armonía y paz, mientras que Alfred termina en la ciudad de los sartán, donde descubre la verdad sobre su pueblo y se acaba enamorando de Orla, que no es una foto la mujer de Samah.

El mago de la serpiente es cuando el edificio de Weis y Hickman comienza a desmoronarse. No tengo problema con las ideas de los autores, aunque no las comparta. Lo que sí me supone una cuesta arriba es la falta de sutileza y embarrar la trama. Si El mago de la serpiente fuese una película estaría llena de momentos donde el protagonista dirige a cámara un monólogo con sus ideas. Weis y Hickman pertenecen —o pertenecieron cuando escribieron esta obra— a una secta cristiana. Si hasta ahora El ciclo de la Puerta de la Muerte pivotaba sobre el dualismo luz y oscuridad, de una manera mística, un poco como en La Guerra de las Galaxias, en este libro ya se habla abiertamente de fe y de un poder superior. De hecho es la primera vez que los grandes villanos, el Mal con mayúsculas, hacen acto de presencia como un personaje más. Y qué casualidad que estén representados como serpientes y que dejen un rastro limo putrefacto, como su corrupción. Para colmo, no tienen alma. Las serpientes se alimentan del caos y del miedo, tentando a todos los personajes para que se abandonen a sus bajos instintos. El universo cristiano y toda su mitología pueden ser interesantes para construir un universo literario, como cualquier otra mitología o creencia. El tema está en cómo utilizas ese material, y Weis y Hickman no andan muy finos con la sutileza. Ya en la Dragonlance daban rienda suelta a sus historias de mormones, y no es que fuesen más sutiles, pero como es algo que por estas latitudes queda lejos, pues te lo comes con patatas y tan ricamente. 

Weis & Hickman (1992). El mar de fuego. Timun Mas.
Weis & Hickman (1992). El mago de la serpiente. Timun Mas.