Pyewacket es una película de terror canadiense escrita y dirigida por Adam MacDonald y protagonizada por Laurie Holden y Nicole Muñoz. Es el segundo largometraje del director, que antes rodó Backcountry, una película con un oso asesino. Estrenada en 2017, es uno de esos casos de película de bajo presupuesto que hace maravillas con unos recursos muy escasos. Pocas localizaciones, un reparto muy pequeño y con el peso de la película en la relación madre-hija de las dos protagonistas.


En Pyewacket madre e hija sobrellevan como pueden el duelo por la pérdida del marido y padre. Para el personaje de Lauren Holden, la madre, supone lidiar con esta tragedia refugiándose en el alcohol, y para el personaje de Nicole Muñoz, la hija, es su inicio en el mundo del ocultismo y las artes oscuras. La hija, Leah, una adolescente que acaba de perder a su padre, que se lleva mal con su madre y que parece estar bastante perdida en la vida, el ocultismo es una manera de encajar en el instituto a través de un grupo de amigos que forman parte de una tribu urbana. En una de las escenas se puede ver un póster de HIM en su habitación. Es la estética, sobre todo de algunos de sus amigos, la música y las lecturas las que le dan ese sentido de pertenencia en un momento muy complicado de su vida. La madre, a la que no le conocemos más relación que su hija, vive sumida en el dolor y en el alcohol, maltratando psicológicamente a Leah con comentarios hirientes. La manera que tiene de romper con esto y superar la pérdida, es vendiendo la casa y mudándose, para lo cual adquiere una casa en medio de un bosque. Para Leah, que está intentando superar la pérdida del padre y encajar en el instituto, supone una traición y una ruptura de lo que ha sido su vida. En una de sus discusiones con su madre y en un momento de enfado, se escapa al bosque para llevar a cabo un ritual que invoque a una entidad que mate a su madre por ella. 


Metida creo que justamente en el saco del folk horror, con su ubicación en una casa en medio del bosque y su ritual pagano, la película se centra, quizás demasiado, en la relación entre la madre y la hija. Algo que se puede entender dado su bajo presupuesto, que tienen que exprimir al máximo. Prácticamente un tercio de la película se dedica a narrarnos este drama maternofilial. Después del ritual llevado a cabo por Leah es cuando comienza lo sobrenatural, aunque todavía sin ver nada. Sólo algunos elementos como ruidos, rastros de hojas y similares. Leah se arrepiente de lo que ha hecho e intenta deshacer el ritual. Que es lo que nos lleva a la tercera y última parte de la película, su desenlace. También es la parte de soltarse la melena, porque hasta ahora la película tenía un ritmo pausado.


No todo son hombres de mimbre en el folk horror


Uno de los recursos que utiliza mucho MacDonald en la película tiene que ver con frustrar las expectativas del espectador. Conoce muy bien los códigos del terror. Si vemos a un protagonista de espaldas a una puerta entornada sabemos que detrás de esa puerta se esconde algo. Si mira a su derecha y no hay nada, se gira a la izquierda y sigue sin haber nada, cuando se vuelva a girar para mirar a su derecha esta vez habrá algo. MacDonald construye este tipo de escenas destinadas a mostrar al monstruo pero nunca lo hace. Nunca hay susto. Estás escuchando la banda sonora, sabes que en cualquier momento va a llegar el subidón que te haga pegar un bote en el sofá, pero te quedas con las ganas. Y mediante este recurso de no recurrir al susto fácil y esperado consigue que la película sea verdaderamente terrorífica en algunos momentos. Tú esperas algo que ya después de un par de veces sabes que el director no te va a dar, pero siempre te queda la duda de si la próxima vez habrá susto o no. Vuelve a ser lo de siempre, no hay presupuesto para enseñar al monstruo, pero MacDonald consigue de esa limitación hacer un punto fuerte de la película. También es verdad que llega a abusar bastante de ello.


En The IT Crowd sabían muy bien lo que daba miedo


Pyewacket es una película pequeña, con carencias, con un ritmo que a veces es pausado y otras lento y con unos diálogos no muy brillantes, pero también tiene otros numerosos aciertos como la relación entre madre e hija, el retrato adolescente y del duelo que hace de ésta una película notable. Partiendo de algo visto mil veces, una cabaña en medio del bosque y la invocación de un espíritu maligno como en la primera Evil Dead, Pyewacket hace una relectura interesante. Quizás te quedas con las ganas de saber un poco más sobre esta entidad que da título a la película. Pero en conjunto, me ha parecido bastante entretenida. Lo que no es poco si tenemos en cuenta que hasta la llegada de Midsommar, si habías visto The Wicker Man, no había mucho donde rascar dentro del folk horror que mereciera la pena sin tener que acudir a clásicos como The Devil Rides Out o Blood on Satan's Claw.