Jack Ketchum es uno de los grandes nombres que podemos asociar a la literatura de terror de los ochenta. También y hasta cierto punto es un buen representante de la nueva corriente que dominaría la década, ese splatterpunk sangriento y el empleo de la violencia como recurso literario. Una corriente que contaría con escritores como Poppy Z. Britte, Clive Barker, Richard Laymon y Robert McCammon. Jack Ketchum y su obra permanecerían a la sombra de muchos de estos autores y aunque ha sido posible leerlo en nuestro idioma, no ha sido hasta tiempos más o menos recientes. Además, gran parte de su obra permanece inédita en castellano.

Publicada en 1989, La chica de al lado narra el secuestro, tortura, violación y muerte de Meg, una niña de catorce años, por parte de su familia de acogida, formada por Ruth, una mujer alcohólica y trastornada, y sus tres hijos, Willie, Donnie y Ralph. Ketchum nos cuenta la historia a través de los ojos de David, el vecino de al lado, que también se siente fascinado por la violencia y que tarda en actuar sobre lo que está ocurriendo en casa de sus vecinos. Ambientada en los años cincuenta con el típico suburbio residencial como telón de fondo, Ketchum, en un momento donde la nostalgia por esa década pegaba fuerte en su país, decide darle una vuelta a esa visión idílica de la década. La chica de al lado es el reverso tenebroso de una década que casi siempre se ha representado como feliz en la ficción posterior. Stephen King escribía Cuenta conmigo y Jack Ketchum subía la apuesta con La chica de al lado.

Después de haber leído algunos clásicos del terror ochentero como Ceremonias macabras de T. E. D. Klein y Fantasmas de Dean Koontz, no me había quedado demasiado buen sabor de boca, pero La chica de al lado ha superado todas mis expectativas. No existe un elemento sobrenatural en esta novela como en las de Klein y Koontz, pero es incomparablemente mucho más terrorífica. Las descripciones de las torturas y continuas vejaciones a la que someten a la protagonista son demasiado. Incluso escenas que no están presentes, como la mutilación de los genitales de la niña, sólo su mera alusión pone los pelos de punta. Porque esta es una novela dura, donde no hay violencia gratuita pero sí una muestra de la crueldad que podemos ejercer sobre los otros. Donde hay víctimas y victimarios, pero no presentados como negro y blanco. También unas víctimas como Ruth y sus hijos, abandonados por el padre y marido, pueden ejercer el papel de verdugos.


Reunión de familia de los Ketchum


La chica de al lado no es un ejercicio de estilo de torture porn, hay bastante subtexto. La novela narra la violencia de los adultos ejercida sobre los niños, la violencia estructural sobre las mujeres y la violencia de los niños sobre otros niños. Cómo hay ideas poderosamente arraigadas en el imaginario colectivo, como que los niños pertenecen a los adultos y no tienen derechos, el papel de la mujer en la sociedad y la violencia que se ejerce sobre ellas sólo por su género, o la capacidad, muchas veces obviada y silenciada, de ejercer la violencia que tienen algunos niños. No hay fantasmas, sólo el terror de algunas realidades que, en el caso de Jack Ketchum, son difíciles de mirar. La chica de al lado está basado en un caso real, el de la tortura y asesinato de Sylvia Likens.

Esta La chica de al lado la tradujo al castellano la extinta y malograda La Factoría de Ideas, y ha sido recuperada, junto a otra parte de su obra, por La Biblioteca de Carfax, que sigue publicando la obra de Ketchum en castellano y recuperando parte del catálogo de la desaparecida editorial. Una vez leída, y conociendo a Ketchum sólo de algunos relatos incluidos en antologías, me ha dejado con ganas de adentrarme más en su obra. ¿Crees que conoces el dolor? Date una vuelta por La chica de al lado.

Ketchum, J. (2006). La chica de al lado. La Factoría de Ideas.