Michael McDowell fue un escritor y guionista estadounidense.
Unos años más joven que Stephen King, empieza a publicar a finales de los setenta, desarrollando la mayor parte de su carrera como escritor en la siguiente década. Sin llegar al nivel del espídico King de los ochenta que no dejaba de darle a la tecla, McDowell publica al ritmo de uno o varios libros al año durante esa década, además de compaginar su faceta de escritor con la de guionista. Trabaja con Tom Holland, el director de Fright Night -Noche de miedo en España- en un capítulo de Historias de la cripta, con el que repetiría para dos adaptaciones de King, The Langoliers y Thinner. Aunque su trabajo más conocido es el guión de Beetlejuice. 

La característica fundamental de la obra literaria de McDowell tiene que ver con su procedencia: Alabama. Pertenece a la escuela de Faulkner (¡en este pueblo hay verdadera devoción por Faulkner!), Carson McCullers, Flannery O'Connor y un largo etcétera de autores y autoras que conforman, cada uno a su manera, eso que se ha venido a llamar Gótico sureño, cajón de sastre donde caben Anne Rice y Tenesse Williams y donde McDowell ocupa un lugar destacado. O debería, porque si apenas hay traducciones en español, hasta que Valancourt Books no comenzó a reeditar su obra en inglés la pasada década, había caído en el olvido. 



Los elementales es su obra literaria más conocida. Dos familias sureñas, los Savage y los McCray, después del funeral de la matriarca de los Savage, se van a pasar el verano a Beldame, una playa aislada donde se levantan tres casas: una habitada por los Savage, otra por los McCray y la tercera permanece abandonada, siendo invadida por la arena de la playa, que forman dunas que parecen no detenerse. Dentro de otra tradición o subgénero, el de las casas encantadas (Casa infernal de Matheson, La maldición de Hill House de Jackson...), McDowell introduce la idea de herencia, una herencia que pesa como un destino inexorable, al estilo de los personajes trágicos de los mitos griegos.


El título de la novela alude a los espíritus malignos que habitan la casa abandonada y que son llamados elementales. Elementales porque son como una fuerza de la naturaleza. Como en la obra de Algernon Blackwood o William Hope Hodgson, esta manifestación sobrenatural es tratada como una tormenta o un terremoto, como un poder superior que considera insignificante a los seres humanos y que trae una destrucción que parece no tener propósito alguno más allá de la destrucción en sí misma. No se puede razonar con los elementos de la naturaleza, ni tampoco con los elementales.


La novela, dividida en tres partes, va construyendo una tensión narrativa a través de pequeños detalles: una habitación vacía en la casa abandonada con un vaso de agua y una jarra sobre una mesa. Pequeñas apariciones o accidentes que se van multiplicando, mientras vamos conociendo más acerca de estas dos familias. Porque McDowell, como King, es un escritor costumbrista, enmarca su horror, su terror, en lo cotidiano. Y también, como King, adolece del mismo problema: finales abruptos, acelerados, que sin dar al traste con la novela, pueden dejar un sabor agridulce. Lo que ha construido con esmero y sutileza durante tantas páginas, parece irse al traste. Aún así, Los elementales es una novela de casas encantadas que trata sobre la culpa, la herencia, los secretos familiares y las complicadas relaciones entre sus miembros; es una novela sobre el Sur de Estados Unidos.