'El desierto de los tártaros' de Dino Buzzati: Kafka esperando a Godot
Dino Buzzati (1906-1972) fue un escritor italiano cuya obra más conocida es El desierto de los tártaros, publicada en 1940. Generacionalmente está a medio camino entre los escritores de entreguerras nacidos en el siglo pasado y los escritores de posguerra del siglo XX. Está más cerca de Borges que de Kafka, aunque hay mucho de este último en su obra. Escritores posteriores como Italo Calvino, ya posmodernos, beben mucho de Dino Buzzati y de este fantástico europeo de entreguerras.
Por poner un poco de contexto, El desierto de los tártaros se publica en 1940 en el marco de la invasión italiana de Etiopía unos años antes y de la II Guerra Mundial, a la que Italia se uniría en junio de ese mismo año. Un mundo en guerra que daría a luz obras como esta de Buzzati o como Marte en Aries, de Lernet-Holenia, que publicada en 1941 bajo el título de La hora azul, comparte algunos rasgos con El desierto de los tártaros. La fortaleza Bastiani en el confín de la frontera se parece a la invasión de Polonia vista por Lernet-Holenia, un sitio fuera del tiempo y del espacio, irreal.
El desierto de los tártaros narra la vida de un joven teniente, Giovanni Battista Drogo, que recién licenciado de la academia es enviado a un puesto en la frontera, la fortaleza Bastiani. Habituado a la vida de sociedad de la ciudad, ahora tiene que habituarse a la vida militar de la fortaleza, situada en medio de ningún lado y cuyo pueblo más cercano, al que acude cuando tiene permiso para beber, acostarse con prostitutas y ver caras nuevas, está a varias horas a caballo. Al llegar a su nuevo destino decide hablar con uno de sus superiores para decirle que quiere irse, y llegan a arreglarlo para que en la revisión médica el doctor amañe el informe que lo mande de vuelta a casa. Pero en el último momento Drogo se arrepiente y cambia de decisión. Y como le sucedía a los personajes de El Proceso y El castillo, la vida de Drogo transcurrirá entre el absurdo y lo surreal de esperar toda la vida a un enemigo que no llega y que parece no existir. Drogo, por una fatalidad del destino, verá su vida transcurrir entre las cuatro paredes de una fortaleza que defiende una frontera que ya no importa.
Aunque en El desierto de los tártaros Buzzati no tira por lo abiertamente fantástico como sí sucede en Marte en Aries de Lernet-Holenia, comparten ese ambiente de irrealidad. De hecho, está tan llevado hasta el extremo en El desierto de los tártaros que es imposible adivinar en qué momento histórico está ambientada. Tampoco el lugar, pues no se dan nombres, salvo ese desierto de los tártaros que da título al libro. Vivir en una dictadura obliga a los autores a agudizar el ingenio y a intentar sortear la censura de su obra con recursos como estos. Otra cosa a destacar de la novela es cierta estructura circular y de repetición. Cuando Drogo, joven teniente recién licenciado, parte en busca de la fortaleza, se encuentra en el camino a un viejo capitán al que pregunta el camino. Muchos años después, ascendido a capitán, se repite la misma escena pero con otro joven teniente como protagonista. Nuestro mundo actual, lleno de pandemias y guerra, puede ser más complejo en algunos aspectos que el mundo que le tocó vivir a Buzzati, pero sin duda es igual de absurdo.
8 de julio de 2022, 8:05
Otro clásico de la literatura irreal pero no fantástica que se fue quedando en la pila...al menos sí que pude leer La calle de los cocodrilos de Schulz y El mar de las Sirtes de Gracq (este último, a nivel argumental, me parece que tiene muchas similitudes con el de Buzatti). Estos espacios vacíos, que parecen existir nada más que porque tiene que haber gente allí al haber sido ordenado por una autoridad superior (sea el desierto, el castillo, o esos destacamentos fantasmales, incluso ese castillo de Gormenghast con su parodia de casa real) son más habituales en la ficción de mitad del siglo XX de lo que parecía en un principio. Quizá porque describir esa situacion absurda, sin visos de coherencia, era una forma más sutil de crítica o de reflejo que recurrir al realismo.
Ahora, he empezado a pensar si algún chavalín de los que acabó destinado en la mili en Ceuta, se planteó escribir la novela de posguerra definitiva y acabó por ahí perdida.
9 de julio de 2022, 6:57
La calle de los cocodrilos la tengo pendiente y el libro de Gracq no lo conocía. Mi librero te da las gracias xD.
Es curioso como mientras en Europa se desarrollaban corrientes y se trabajaban géneros literarios que rozaban o eran abiertamente fantásticos, en España seguían con el realismo del XIX. Se me ocurren algunas excepciones como algunas obras de teatro de Casona, sobre todo las que beben del folclore popular, como La dama del alba. También, en una reinterpretación, Bodas de sangre tiene elementos de terror. Y en la novela de Posguerra está siempre sobrevolando la opresión, pero sin elementos fantásticos. En Italia autores como Calvino pasaron del neorrealismo al fantástico y luego a la combinatoria.
No sé si para libro de fantasía, pero las historias que me contaba mi abuelo de su mili de tres años en Melilla dan para peli de terror dirigida por Almodóvar xD.