Estoy teniendo bastante suerte este año con mis lecturas. Cuando eres un poco desordenado en lo que lees, como es mi caso, a veces se cruzan libros en mi camino que sería mejor olvidar. También esa falta de expectativas y hasta cierto punto de prejuicios, lleva aparejada tremendas sorpresas, como este Elixir negro de Elizabeth Engstrom. Si pensamos en autores de terror del último tercio del siglo XX se nos vendrán a la cabeza los nombres habituales, empezando por el rey del chiringuito, Stephen King, y siguiendo por su corte, de la cual forman o formaron parte Dean Koontz, Jack Ketchum, James Herbert, Clive Barker, Peter Straub, Ramsey Campbell y otros más. Pero si vamos más a lo concreto, a novelas de vampiros, hay que hablar de la reina: Anne Rice. O no. Compitiendo directamente con Stephen King en cuanto a popularidad, siempre ocupó un relevante espacio en los estantes dedicados al género con sus vampiros moñas. Sin embargo Elizabeth Engstrom es una autora bastante desconocida y poco reivindicada hasta la pasada década, en la que Valancourt Books reeditó algunos de sus trabajos. Entre ellos está este Elixir negro, publicado en 1988 y traducido al castellano por Teresa Camprodón para Martínez Roca en 1992. Será junto a su primera novela, Cuando la oscuridad nos ama, lo único de la obra de Engstrom que nos llegará a los aficionados hispanohablantes. Al menos de momento. Ojalá se anime alguna editorial a traducir su obra al castellano. Trata temas y géneros variados, no sólo el terror. También hay espacio para el misterio y la fantasía. ¡Si hasta tiene un libro para escritores sobre cómo escribir escenas de sexo!

Elixir negro es la confesión de Angelina Watson, una joven que cree ser vampiro. Angelina es una adolescente de dieciséis años que a la muerte de su madre decide vagabundear para encontrarse a sí misma. No sería diferente de otras novelas que tienen como núcleo este viaje, real y metafórico, si no fuera porque Angelina es un vampiro. O cree serlo. Engstrom intercala entre cada capítulo de esta confesión en primera persona de Angelina, los pensamientos de otros personajes que se va encontrando ésta por el camino. Así tenemos múltiples perpectivas de los acontecimientos, algo que a la larga se va a revelar importante, porque tampoco hay un narrador fiable. Angelina, esa joven menuda y delgada, nos da ganas de protegerla, y al principio creeremos su versión de los hechos. En uno de sus primeros incidentes con dos vagabundos, que planean violarla y asesinarla, es Angelina la que acaba asesinando a uno de los vagabundos y bebiendo su sangre. La versión del otro vagabundo a la policía omite el hecho de que querían violarla, asesinarla y deshacerse de sus restos. Nosotros como lectores nos ponemos de parte de Angelina porque sabemos lo que le querían hacer. Pero conforme avanza la novela es más difícil defender lo que hace Angelina y, sobre todo, es difícil creer todo lo que nos cuenta. La verdad es un constructo social y nosotros sólo conocemos la versión de Angelina. Las distintas visiones de cada acontecimiento suministradas por otros personajes nos ayudan a construir esa idea de verdad para saber lo que realmente está aconteciendo.

De mayor quiero este bastón

Como novela de vampiros Engstrom no nos ahorra ningún detalle macabro, pero también hay una parte metafórica en la novela, a veces evidente, otras no tanto, que merece la pena considerar. Elixir negro es también una novela sobre madurar y/o hacerse adulto, términos que a veces se suelen confundir como sinónimos. ¿Cuánta gente adulta conocemos que son unos inmaduros? Así pues, Elixir negro es el despertar a la vida adulta de Angelina. Un despertar en todos los sentidos. Y como buena adolescente, Angelina no sabe lo que quiere hacer de su vida. Trata de ser un ama de casa, pero no funciona. También prueba a ser una mujer independiente, con igual resultado. Sólo cuando abraza su propia naturaleza, en este caso la vampírica, es feliz, se encuentra a sí misma. Además, esto de manera literal, pues mantiene un diálogo con esa parte oscura a la que llama Ella, que no es otra cosa que una parte de sí misma. También lleva aparejado un precio, pues este encontrarse, reconocerse y aceptarse de Angelina la cambia no sólo por dentro, sino también por fuera.

La otra lectura de la novela, en este caso clara y explicada por la propia autora, es el de las adicciones. Angelina es adicta a la sangre y eso la convierte en un monstruo, quizás no para ella misma, pero sí a ojos de los demás. Esta doble perspectiva, el cómo nos percibimos a nosotros mismos versus cómo nos perciben los demás forma parte del juego que propone la novela. Angelina, como Engstrom con el alcohol, se deja guiar por sus adicciones en un camino de autodestrucción que acabará con ella. Como en el caso de Dexter Morgan y su pasajero interior: alimentar al monstruo nunca trae nada bueno.

Si os gustan los vampiros clásicos con una vuelta de tuerca, este Elixir negro de Elizabeth Engstrom es la respuesta. Partiendo de los principios del género es capaz de subvertirlos y crear una novela potente a la par que interesante, porque la lectura se pasa volando. Y al menos en mi caso me deja con ganas de más. De momento yo sólo soy adicto al colacao y a los libros.

Engstrom, E. (1992). Elixir negro. Ediciones Martínez Roca.
Engstrom, E. & Hendrix, G. (2019). Black Ambrosia (Paperbacks from Hell). Valancourt Books.