ALERTA OVNI vol. 2: 'Communion' (1989), 'Fire in the Sky' (1993) y 'The Arrival' (1996)

 Venimos de aquí. Josef Allen Hynek fue astrónomo y ufólogo (sí, es una profesión) que a mediados de los setenta describió y categorizó tres tipos posibles de contacto con alienígenas: el primero sería el avistamiento, el segundo la evidencia física de su presencia y la tercera ver directamente a los extraterrestres. Posteriormente se añadiría una cuarta fase o contacto, la abducción, y hasta una quita fase, la comunicación. En el cine y la ficción en general, este tipo de encuentros quedó codificado en Encuentros en la tercera fase (1977) de Spielberg, que no inventa nada pero sí recoge una tradición. Luego hay varias variantes, pero el qué y el cómo se representan encuentros de este tipo es algo ya muy codificado.


Communion (1989) es una película dirigida por Philippe Mora, protagonizada por Christopher Walken y basada en la novela de Whitley Streiber, un señor que estaba bastante cucú. Lo de protagonizada por Walken es un decir, porque en esta película está desatado. Histriónico, excesivo hasta decir basta, la película es él. Unos cuantos años más tarde y esta actuación hubiese sido carne de meme, como el bueno de Nicholas Cage. Es exagerado lo de Walken en la película.

Communion narra la historia del escritor Whitley Streiber, el propio guionista y autor de la novela en la que está basada la película, que se va de retiro a la montaña con su mujer, su hijo pequeño y una pareja de amigos. Allí sufren un encuentro de primer tipo, que primero confunden con una pesadilla. A partir de ahí el comportamiento de Streiber se vuelve errático, comienzan los dolores de cabeza y decide someterse a hipnosis.

En Communion se dan varias ideas en esto de las abducciones: la hipnosis es una; otra muy importante es la idea de herencia. Streiber gracias a la hipnosis recuerda haber sido abducido cuando tenía la edad de su hijo. Además no es sólo que vuelvan a por él, es que vienen a por su hijo, como si fuera un linaje escogido.

Han recorrido la galaxia para perrear

La película tiene cosas de no creer, como a Walken bailando en la nave espacial bossa nova con los alienígenas. ¡Qué gran historia tiene que haber de este rodaje! Porque Walken parece que está en otra película diferente. Incluso su interpretación llega a tener un punto bastante siniestro en algunas ocasiones. Y más allá de la curiosidad sobre el tema, es una película de ritmo raro pero entretenida.


Fire in the Sky (1993) es una película dirigida por Robert Lieberman y protagonizada por el T-1000 Robert Patrick. También está basado en un libro, en este caso basado en hechos reales, escrito por Tracy Tormé. Communion era la experiencia del escritor, Fire in the Sky narra la historia de unos trabajadores, leñadores encargados de limpiar una parte del bosque, acusado de asesinato por la desaparición de uno de sus compañeros.

Patrick interpreta a Mike Rogers, que junto a su mejor amigo Travis Walton y otros tres trabajadores asiste a la abducción de Travis. Cuando cuentan su historia nadie les cree, ni siquiera sus familias, y en el pueblo la policía y sus habitantes empiezan a sospechar que Travis ha sido asesinado por sus compañeros. La historia, como en Terror en Amitville (1979), se centra en Mike y en su familia, cómo la abducción de Travis va degradando sus relaciones. Un día recibe una llamada nocturna de alguien que dice ser Travis. Y efectivamente, es Travis y está de vuelta. El último tercio de la película es de no creérselo, como Communion: asistimos al despertar de Travis en la nave alienígena, a su contacto con los extraterrestres y a las pruebas médicas/torturas a las que se ve sometido por estos. Para desgracia de Travis, en Fire in the Sky los alienígenas no bailan bossa nova.

 
Empaste de muelas en la cuarta fase

Algunas de las cosas que aparecen en Fire in the Sky y que ya forman parte de lo que entendemos por una abducción son: la pérdida de memoria del abducido tras su regreso, la propia abducción en unos bosques (por lo que sea los hombrecillos grises no secuestran gente en Benidorn) y las pruebas experimentales a las que son sometidos los sujetos abducidos. Faltaría un tropo importante como el del implante localizador. Aún así, Fire in the Sky es una película muy recomendable, con aire añejo a los setenta. Eso siempre es bien.

The Arrival (1996) es una película escrita y dirigida por David Twohy y protagonizada por Charlie Sheen. Si Walken estaba excesivo en Communion, Sheen no se queda corto en esta película. Su interpretación en The Arrival puede calificarse de mala e histriónica. Película, por otra parte, centrada en un tipo de contacto con los extraterrestres diferente: la sustitución. Como ya nos mostró Don Siegel en La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) y la infinidad de remakes posteriores, los extraterrestres vienen con malas intenciones. Ya no se conforman con abducir a algún despistado en un descampado; ahora vienen a conquistar el planeta, pero de manera subrepticia, a lo jíbiri. 

Sheen interpreta el papel de un científico del SETI, Zane Zaminsky, que capta una extraña señal alienígena. En vez de la gloria científica y una cascada de fondos para su programa de detección de vida inteligente, es despedido y el programa clausurado. Cuando empiezan a morir personas relacionadas con el programa, Sheen comienza a desentrañar el misterio de estas sospechosas muertes.

The Arrival, al contrario de las dos películas anteriores, no está basada en ningún libro. La fuente principal de la que bebe es Expediente X: una trama de la conspiración alienígena ocultada por el gobierno. I want to believe.






ALERTA OVNI vol.1: 'Especies asesinas' (1982), 'The McPherson Tape' (1989) y 'Alien Abduction' (1998)

El fenómeno OVNI es como el satanic panic: histeria colectiva que se origina en un país y que propaga la infección al resto del mundo. Con el comienzo de la aviación a finales del siglo XIX empiezan a multiplicarse los casos de avistamientos de objetos en el cielo. Algo, por otra parte, que ya se había dado en el pasado. Habría que esperar a la Guerra Fría y al comienzo de la carrera espacial, que salvo en el caso de la Luna, esa nueva frontera de la que habló Kennedy, encabezó la Unión Soviética. Los años cincuenta en EEUU fueron los años de otra histeria, la de la caza de brujas, donde cualquiera era susceptible de ser comunista. Esto, inevitablemente, se trasladó a los cielos surcados de satélites comunistas: comienzan los avistamientos ovnis, comienza la alerta. También comienza a codificarse cada vez más en la ficción cómo son estos avistamientos y los encuentros. Todo, por supuesto, alimentado por la conspiranoia: ya saben, elementos infiltrados en el gobierno o directamente el gobierno, nos ocultan información. 


Especies asesinas (1982) es una película dirigida por Alan Rudolph y protagonizada por Robert Urich y JoBeth Williams. En un pueblo del Medio Oeste aparece ganado muerto y mutilado. Robert Urich interpreta el papel de un policía de Nueva York, Ruben Castle, de vacaciones con su hija en este pueblo. Allí conoce a Harriet Purdue, la sheriff local, con la que iniciará una relación sentimental y a la que ayudará a investigar los extraños casos de ganado mutilado.


Como en las novelas de King, la película retrata muy bien el ambiente del pueblo y la atmósfera que se va esparciendo. Está el terrateniente local, el director del periódico, la sheriff... Curioso el papel de JoBeth Williams como sheriff. Hay que recordar que estamos en 1982. Que en un pueblecito del Medio Oeste americano hayan elegido a una mujer como máximo representante de la ley es raro. Pero en la película se plantea como un hecho consumado y asumido. Luego el desarrollo de ese personaje ya sí es más típico y tópico acorde a los tiempos. Pero no deja de ser notable y reseñable.


La película desarrolla ese ambiente de histeria colectiva. Se llegan a citar como culpables de la mutilación del ganado a los satanistas. A un caso real, el de ganado mutilado, se lo envuelve de misterio que desemboca en conspiración: ¿son los aliens? ¿son experimentos secretos gubernamentales? ¿son los satanistas? Más allá de la respuesta que da la película, creo que juega muy bien con ciertos elementos presentes en esta fenomenología ovni, desembocaría una década después en la sublimación de todo esto que supone Expediente X.


The McPherson Tape o UFO Abduction (1989) es El proyecto de la bruja de Blair (1999) antes de El proyecto de la bruja de Blair, la genialidad de Dean Alioto, su director y guionista. Si Encuentros en la tercera fase (1977) preconfigura cómo debe representarse un encuentro de este tipo en el cine, The McPherson Tape prácticamente codifica lo que será un subgénero como el del metraje encontrado. Sí, ya había otros antecedentes, pero aquí se encuentra todo, absolutamente todo.

Aunque la película se estrena en 1989, los hechos que se relatan en la misma se sitúan en 1983. Los hermanos McPherson acuden a la casa de su madre para celebrar el cumpleaños de la pequeña de la familia. Uno de estos hermanos es el que se encarga de grabar todo el encuentro, sin cortes, hasta el final. Es decir, que lo que vemos en pantalla es una sola toma sin cortes, el tiempo de la película es el mismo que el de la historia que narra. En poco más de una hora, los McPherson serán testigos de la llegada de unos alienígenas en una nave espacial. Descubiertos por estos visitantes de otro mundo, serán perseguidos por estos hasta su desaparición. Los fenómenos y experiencias que padecen y que están recogidos en la cinta de vídeo, único testimonio de lo sucedido, son los fenómenos y experiencias que veremos en Expediente X unos años después. Aquí se aprovecha mucho Alioto de la baja resolución con un grano y una falta de definición que ayudan a que nos imaginemos lo que los personajes están viendo. Es darle una vuelta a eso de sugerir en vez de mostrar: aquí enseñan, pero no se ve. 


Alien Abduction (1998) es la joya de Dean Alioto. Una película de hora y media que aprovecha todo lo aprendido en The McPherson Tape una década antes. El proyecto de la bruja de Blair debe casi todo a Alioto. Un año después revolucionaría todo. Incluso hay en día aparece como verdadero el folclore inventado y esparcido en internet para promocionar la película. Pero antes, está Alien Abduction (1998).

La película, a diferencia de The McPherson Tape, tiene cortes. La película, supuestamente grabada por uno de los hermanos McPherson, introduce cortes con entrevistas a supuestos profesionales, que dan su opinión sobre las imágenes que estamos viendo y que supuestamente están destinadas a un programa de televisión sobre el caso de los McPherson: ¿abducidos? ¿fake? ¿asesinato?

La historia se desarrolla durante la cena de Acción de Gracias en la casa materna. También, al contrario que en The McPherson tape, se intenta desarrollar un poco más a los personajes. La madre tiene un evidente problema de alcoholismo, el mayos de los hermanos es el patriarca de la familia y ejerce como tal. También se presenta un nuevo conflicto, esta vez racial, cuando una de las hermanas les presenta a su novio negro. E incorpora un elemento nuevo: las armas de los alienígenas. Sí, esos rayos láser rojos son una parte importante de la película. 

Es 1998 y el fenómeno de Expediente X ya comienza su declive. Todos los tropos del género, que aprendimos con la serie, están en la película: los aparatos electrónicos que dejan de funcionar, las luces, los alienígenas bajitos, cabezones y de ojos grandes... Tanto The McPherson Tape como su remake Alien Abduction son pequeñas joyas de este subgénero OVNI. Quién nos iba a decir que unas décadas después esa histeria y, por qué no decirlo, esa tontería, calarían en nuestra sociedad en forma de teorías de la conspiración de lo más peregrinas. Que una cosa es que te generen fascinación este tipo de fenómenos y otra bien diferente es que te los creas. Yo, como me dijo un amigo, cuando alguien empieza con teorías de éstas, yo respondo con una pregunta: "¿pero de verdad crees en la Luna?". Y no falla, siempre se hace el silencio.




'El monte de las furias' (2025) de Fernanda Trías: la guardiana de la montaña

Fernanda Trías (1976) es una escritora uruguaya afincada desde hace más de diez años en Bogotá. Después de Mugre rosa (2020), su novela distópica sobre una pandemia, llega esta El monte de las furias (2025), más difícil de catalogar. Gótico andino, como la obra de Mónica Ojeda, con la que tanto comparte, puede ser un buen cajón donde meter a esta El monte de las furias

En El monte de las furias una mujer vive en la montaña, contratada suponemos que por la compañía que explota la cantera cercana, y encargada del mantenimiento de una casa y el terreno circundante. Un poco como en las novelas de García Márquez, en las que llegaba la compañía gringa a explotar la región. La llegada de una cantera a Pueblo Pobre con la promesa de la prosperidad, transforma esa región a peor. Si ya las zonas rurales están abandonadas de la mano de dios, donde no llegan el Estado ni un mínimo de políticas públicas, la instalación de una mina supone una agresión a sus habitantes y a su medio.

Vertebran también esta novela la furia, sentimiento vedado a las mujeres, y el lenguaje. La protagonista vivió una infancia de maltratos a manos de su madre, que la sacó de la escuela. El "veneno", como ella lo llama, es la furia que le impele a autolesionarse. Igual que a su madre, ese "veneno" la hace llorar y maltratar a su hija. Lo mismo sucede con la abuela, que frunce los labios por culpa de la furia. Una furia causada por el abandono estatal y por todas las violencias que atraviesan la vida de estas mujeres. No hay figuras masculinas, no hay padres, no hay maridos, todos desaparecidos por las otras violencias que los desaparecen, dejando a estas mujeres solas. Sólo queda una rabia que ni tan siquiera puede ser nombrada, la ira transgeneracional que las envenena.

Fernanda Trías es uruguaya, aunque reside en Colombia. Previamente, también ha vivido en Francia y España. Este carácter nómada de la autora impregna El monte de las furias, cuya acción transcurre tiene en un no-lugar. La protagonista vive en una casa en la montaña, en pleno bosque de niebla. Un paisaje andino, colombiano. También los personajes hablan en una variedad dialectal similar a la que se habla en Uruguay, con algunas palabras colombianas que se cuelan por la novela de vez en cuando. Esto último no es tan fácil de apreciar por un lector de este lado del Atlántico, pero sí ese no-lugar. El pueblo es "Pueblo pobre", la protagonista es "Mujer", su amante es "el hombre de la montaña"... Todo es vago y etéreo, como si no existiera realmente. Algo que preocupa a Trías, que experimenta con el lenguaje en forma de epigramas y dibujos a lo largo de la novela. Para Trías, a veces las palabras no bastan para describir realidades, como puede ser el caso de la Naturaleza y la furia. Un viaje que recuerda al Altazor del chileno Vicente Huidobro, esa caída del lenguaje.

La novela es un diálogo de la protagonista con ella misma, a través de los cuadernos que escribe. No los escribe para que los lean otros, sino para entenderse ella. Y también existe el diálogo con la montaña. De hecho, la montaña tiene voz propia en algunos fragmentos de la novela. Esta dificultad con el lenguaje antes mencionada parte de esta comunión entre mujer y montaña, esta experiencia mística que la mujer no puede llegar a describir porque el lenguaje humano no alcanza para hacerlo. Ella narra su propia historia sin esperar a otros, en este caso hombres, que cuenten quién era y cual era su relación con la montaña. Como la conexión con la naturaleza y el lenguaje, con el Popol Vuh y su mito de la creación muy presentes: existimos para cuidar(nos).

Es Fernanda Trías una escritora ajena a presiones editoriales y plazos de entrega. Su próxima novela, de haberla, tendrá que ser cuando tenga que ser. El monte de las furias es una gota de resistencia. Necesitamos más guardianas de las montañas.  

Trías, Fernanda (2025), El monte de las furias. Random House.





'Días de hierba' (1985) e 'Hijos de lobos' (1981) de Tanith Lee: monsterfuckers

Tanith Lee es una autora por la que siento un gran amor. Autora de decenas de novelas y cientos de cuentos, el grueso de su obra se enmarca dentro de la fantasía, entendida como un paraguas que aguanta todo (lo no realista) que le eches. Además, escribía indistintamente para un público adulto y juvenil, incluso a veces infantil. Claro, autora de fantasía, encima dirigida buena parte a un público no adulto... pues no ayuda demasiado a recuperar demasiado una obra que, una vez muerta la autora, está olvidada en un cajón. 


Días de hierba (1985) es una novela distópica de ciencia ficción. En poco más de doscientas páginas Tanith Lee desarrolla una trama en la que hay bastante chicha: Esther, la protagonista, comienza la historia siendo una adolescente de una pequeña comunidad subterránea. El último refugio de la humanidad después de la invasión que llegó del espacio. Tanith Lee mezcla esta idea, la de una sociedad sobreviviendo a una invasión alienígena en un refugio subterráneo, con la historia de Esther, la protagonista, joven adolescente que entabla una relación con el líder de la comunidad. Esther es la única que se atreve a desafiar las reglas y subir a la superficie.  


La prosa de Lee tiene esa característica tan suya de lo sensorial, hasta cierto punto orientalizante. En otras obras esto es llevado al extremo, pero en Días de hierba está presente en su justa medida: una prosa rica que apela a los sentidos, a ver olores y oler colores. También la sensualidad y la sexualidad están presentes. En Días de hierba la protagonista, Esther, explora su identidad y la de su comunidad. Extrañamente inteligente y curiosa, lo que la separa del resto del rebaño, es gracias a la relación que establece con el líder de la colonia la que le permite acceder a su biblioteca. Es a través de la lectura como accede al conocimiento y al liderazgo. Es en los libros donde encuentra respuestas y nuevas preguntas.


Si en Días de hierba Tanith Lee opta por la ciencia ficción, en Hijos de lobos se decanta por la fantasía y el terror. Esto de las etiquetas es un poco engañoso en el caso de Lee, ya que no mostraba reparo en usarlos y mezclarlos a su antojo, aunque sirven para hacernos una idea sobre lo que podemos esperar.

¿Dónde se puede ubicar, en qué territorio, una historia sobre licántropos? Pues tenemos varias opciones, pero sin duda una de las primeras es Francia. Christian, el protagonista de Hijos de lobos, hereda un castillo, que perteneció a su familia y que perdió, en una remota región de Francia. Christian, enfermo termina, decide ir a morir a este castillo, a vivir entre supersticiosos habitantes, con sus propias costumbres y su dialecto ininteligible. Una vez instalado en el castillo empezará a conocer la historia de la región y de la diosa Licantia, que también tiene relación con su familia y la rama bastarda de ésta.

Hijos de lobos es Tanith Lee a volumen 11: un romance gótico, incesto, sexo, sensualidad, rituales paganos, hombres y mujeres lobo... Todo lo que en otros autores descarrila o acaba llevando a la chick literature, Tanith Lee lo moldea a su antojo. Es una romántica en pleno siglo XX. Hasta el protagonista de la novela está enfermo de tuberculosis, una de las enfermedades del Romanticismo por excelencia. Está esa prosa poética, la sensualidad, la atmósfera decadente, los monstruos, el gusto por el folclore popular...

Como vuelvas a decir "bro" te reviento, payaso


Aunque se ha reeditado alguna cosa en inglés y en castellano en los últimos años, Tanith Lee sigue siendo una autora relativamente oscura y poco conocida. Desconozco como estará el tema derechos, porque murió en 2015 y publicó mucho y abundante en un montón de editoriales. Ojalá podamos ver pronto su obra recuperada y reeditada, porque merece mucho la pena leer a una de las grandes autoras de fantasía de las últimas décadas. La Biblioteca de Carfax sería el lugar perfecto.

Lee, Tanith (1988). Hijos de lobos. Martínez Roca.
Lee, Tanith (1990). Días de hierba. Edaf.






Retrofuturismo: el futuro desde los 80 con 'Proyecto Brainstorm' (1983) y 'Juegos de guerra' (1983)

Proyecto Brainstorm (1983) es una película de ciencia ficción y misterio dirigida por Douglas Trumbull y protagonizada por Christopher Walken y Natalie Wood. Sería la última película de Wood, que falleció cuando todavía se estaba rodando la película y obligó a Trumbull a hacer malabares para finalizarla.

Proyecto Brainstorm se adelanta en más de una década a Días extraños (1995) de Kathryn Bigelow. Los científicos Brace y Reynolds desarrollan un dispositivo capaz de grabar las emociones y experiencias de una persona y ser reproducidas por otra. Lo que en Días extraños nos llevaba a las snuff movies, en Proyecto Brainstorm sirve de excusa para desarrollar un tecno-thriller en el que los militares están interesados en este dispositivo.


El diseño de producción de la película apunta claramente al cyberpunk, con esa realidad distorsionada que nos indica que ese mundo no es el nuestro. No hay cosas muy locas, pero sí esos veinte minutos en el futuro que generan una sensación de extrañamiento. Hay planos generales de los laboratorios donde trabajan los protagonistas, que son una versión modesta y limpia del Los Ángeles de Blade Runner. O la bici eléctrica que usa Walken durante toda la peli, el diseño de su casa, que es la fantasía de un inventor renacentista. O el propio dispositivo que graba y reproduce emociones y experiencias, que utiliza unas bobinas de cine enormes. También el protointernet que aparece en la película, que como las chicas del cable en los primeros tiempos del teléfono, depende de un señor contestando un teléfono y buscando la grabación escogida para reproducirla. Todo muy naif, con un punto de ingenuidad que lo hace adorable.


Juegos de guerra (1983) es una película mucho más conocida que Proyecto Brainstorm. Entra dentro del saco de Tron (1982), Los Goonies (1985), Regreso al futuro (1985), E.T. el extraterrestre (1982) y un largo etcétera como clásico de la década, más allá del género. Dirigida por John Badham y protagonizada por Matthew Broderick, fue un éxito en su estreno. Broderick decía en una entrevista reciente lo mucho que odió la película por convertirse en el papel por el que es recordado, pero que ya había hecho las paces con eso y ahora se sentía halagado de ser reconocido por su interpretación.

Juegos de guerra es otro techno-thriller de la época, con el añadido del terror a un holocausto nuclear, tan habitual en la ciencia ficción y el terror de la década. Broderick interpreta el papel de un joven alumno de instituto convertido en hacker que se cuela por error en el Pentágono. Interactúa con lo que él cree una compañía de videojuegos, para darse cuenta más tarde de que ha desatado una emergencia nuclear que puede acabar en catástrofe. A diferencia de Proyecto Brainstorm, Juegos de guerra no tira por el cyberpunk, al menos en lo que a diseño de producción se refiere. Sí es cyberpunk, al menos tangencialmente, por las ideas que plantea y la propia historia: un joven hacker que se cuela en un sistema de defensa del gobierno y desata una crisis nuclear. 


¿Dónde está el bluetooth en este aparato?


La década de los ochenta fue la época de los botones de luces, las pantallas de tubo y los teclados gigantescos. También fue la época en la que tuvo lugar la transición de la tecnología entendida y representada como aparatos grandes metálicos, de formas rotundas y cuadradas, a versiones igual de grandes pero de formas suavizadas y de aristas más redondeadas hechas de plástico. También en esta década la ficción, especialmente la ciencia ficción, se debatía entre el pesimismo de la destrucción mutua asegurada nuclear y la tecnofobia alimentada por la codicia de grandes corporaciones y la fe en el progreso científico y tecnológico. Blade Runner (1982) o 2010: Odisea dos (1984) son buenos ejemplos de esto que digo. Los que nacimos en los ochenta y crecimos en los noventa observamos curiosos como nuestro mundo ha acabado convertido en objeto de nostalgia. También miramos aterrados y fascinados el cambio de paradigma: la desaparición de los soportes físicos era algo que no se nos pasaba por la cabeza, como el impacto de internet y las redes sociales. Vivimos la destrucción de la memoria y la atención a ritmo de like donde la verdad es lo que tú quieras creer. Tiempos interesantes.



 



'El vado de los zorros' de Anna Starobinets: algo huele a podrido en Manchuria

Anna Starobinets forma parte de esa gran tradición rusa-soviética de la ciencia ficción. También conocida en su país natal por su literatura noir infantil/juvenil, su obra aterrizó en España muy temprano, allá a mediados de los dos mil. Hasta este El vado de los zorros (2025) su incursión en el género siempre fue a través del relato. Los últimos libros publicados en castellano han sido La glándula de Ícaro (2023), colección de relatos, y Tienes que mirar (2021), texto de no ficción y autobiográfico sobre la violencia obstétrica en Rusia. Además esos dos libros eran textos que ya habían sido publicados mucho antes y para los que hubo que esperar bastantes años para verlos traducidos al castellano. Este El vado de los zorros llega sólo tres años después de su publicación original en ruso. Es de suponer que ahora que está afincada en San Cugat, será más fácil ver traducida su obra al castellano.

El vado de los zorros tiene aires de epopeya, de gran novela rusa decimonónica, pero sólo en apariencia: en un thriller inspirado en el folclore ruso, chino y japonés. Ambientada en la Manchuria soviética justo después del fin de la II Guerra Mundial, Max, el protagonista, escapará del gulag donde se encuentra para buscar a su mujer. Pero Max no es un tipo cualquiera, además de preso político, es mentalista y padece de amnesia. En este viaje de búsqueda, Max será perseguido y perseguidor, confluyendo todos, perseguidores y perseguidos, en el pueblo de Lisi Brody, el vado de los zorros. Por ahí aparecen el ejército rojo, espías, el escuadrón 516 japonés, cambiaformas, hechizeros, mentalistas, integristas ortodoxos... 

La Starobinets en Letras Corsarias (Salamanca) 

Contaba Starobinets en su presentación del libro en Salamanca que el origen de El vado de los zorros es una serie de televisión. Ella y su difunto marido recibieron el encargo de escribir el guion de una serie de televisión. Y a ello que se pusieron. Después de escribir veinte episodios, la serie acabó en un cajón. Según Starobinets es una manera de funcionar que tiene la industria de televisión y cine en su país, Rusia, que con estos encargos lo que verdaderamente hacen es lavar dinero negro. Nada que no haya ocurro antes en otros sitios, aunque al menos en Italia y en Japón el dinero de las mafias y yakuza acababan en los cines y en los videoclubs. En cualquier caso, tras el fallecimiento de su marido, Starobinets quiso rescatar algunos de los personajes de esa serie que se quedó en un cajón, y comenzó a escribir El vado de los zorros tras obtener el permiso de la productora para utilizar el material. Y menos mal.


Starobinets poniendo en práctica su castellano
En los últimos tiempos estamos bastante malacostumbrados a obras rotundas y monumentales como esta El vado de los zorros. La resaca que deja un libro como este es similar a la sufrida después de leer Nuestra parte de noche o Los escorpiones. Es de esos libros que dejan una huella profunda, de los que recuerdas cuándo y en qué circunstancia lo leíste. Como en el caso de Enriquez y su Nuestra parte de noche,  ya sabía de Starobinets por sus libros de relatos, pero no estaba preparado para esto. Sólo espero que Starobinets pueda encontrar un hogar y una estabilidad en nuestro país, no ya sólo porque se lo merece como todo ser humano, sino porque también significaría disfrutar de su obra de una primera mano que la barrera idiomática muchas veces no permite. Que acaba en el Celsius del próximo año ni cotiza.

El vado de los zorros es otra de esas obras que captan una época: el antihéroe, como el capitán Holden de The Expanse o el nuevo Superman, es un hombre empático. Frente a totalitarismos y deshumanizaciones varias, lo que queda es la empatía, la ternura. Incluso en las peores situaciones (de esto sabe un rato Andrea Chapela, otra que tal baila), siempre hay esperanza, que es lo opuesto al pesimismo. ¡Leed, maldit@s! ¡Leed!

Starobinets, Anna (2025). El vado de los zorros. Impedimenta.



 
 

'El corazón habitante' de Daniela Tarazona: el tiempo y el espacio

Daniela Tarazona (1975) es una escritora mexicana y forma parte del nuevo boom latinoamericano protagonizado por mujeres. Ha ganado varios premios y El corazón habitante es su última novela, publicada por Almadía. Traducida a varios idiomas como otras autoras latinoamericanas, su obra se adscribe a un fantástico y un sentido de la maravilla muy peculiar. La revista mexicana de ciencia ficción Rocambolesca es buen ejemplo de la buena salud de la que goza el género en las letras mexicanas. Si bien México está falto de referentes como el fantástico rioplatense (Cortázar, Casares, Borges...), que a excepción de Juan Rulfo y Amparo Dávila no hay mucho donde rascar, el fantástico goza de muy buena salud en todo el continente.


En El corazón habitante Tarazona narra tres historias con tres protagonistas en torno a este órgano: una mujer de la prehistoria, un médico inglés del siglo XVII y un cosmonauta ruso en una estación espacial. Las historias de los tres se entrelazan y tienen en común el corazón como símbolo y los sueños que suscita a través del tiempo y del espacio. Qué es el corazón y qué supone y cómo funciona el sistema circulatorio son las preguntas que se hace el médico William Harvey, pero también son la puerta a otras preguntas más trascendentales que se hacen los personajes, movidos por la curiosidad y la imaginación. La mujer de la prehistoria se cuestiona su entorno mientras se dedica a pintar las paredes de la cueva que habita, el cosmonauta siente que está atrapado en una jaula, en un gran experimento, mientras el médico del siglo XVII intenta ir más allá de los límites de su época. Los tres habitan un tiempo y un espacio concretos, pero están movidos por esa característica tan humana de hacerse preguntas.

En los últimos años hemos visto la publicación de grandes obras de ciencia ficción como Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio de Andrea Chapela, Mugre rosa de Fernanda Trías, Nuestro mundo muerto de Liliana Colanzi o Chamanes eléctricos en la fiesta del sol de Mónica Ojeda. El corazón habitante de Daniela Tarazona se suma a esta lista. Resulta curioso comprobar cómo cuando la realidad se vuelve compleja e indescifrable, la ficción abandona el realismo y se lanza de cabeza en lo fantástico. Los señoros de entreguerras ya avisaban de la que se nos venía.