Brad Anderson, director veterano de series de televisión como The Wire, Fringe, Treme o The Killing, también director de películas como El maquinista, La última llamada o Session 9, escribe y dirige Vanishing on 7th Street, la que seguramente sea una de sus obras menores hasta ahora. La experiencia acumulada en cine y televisión es lo que seguramente le ha permitido contar con un buen reparto. No son superestrellas, pero Hayden Christensen, John Leguizamo y Thandie Newton cumplen más que correctamente con sus respectivos papeles.

La premisa es bastante sencilla: en una ciudad, durante la noche, hay un breve apagón. Todo se queda a oscuras. Cuando vuelve la luz ya no queda nadie, salvo aquellos que por algún motivo tenían una fuente de luz cerca (velas, mechero, linterna...). Cada uno de los supervivientes se va encontrando con los demás a lo largo de la cinta, intentando huir de la oscuridad que los atrapa.

El tema de la oscuridad, miedo atávico de la humanidad desde tiempos inmemoriales, ha sido tratado con mayor o menor acierto en el cine. Sólo hay que recordar Darkness, de Balagueró o la reciente Lights Out. Y si hablamos de series de televisión, nadie ha sabido reprensentar mejor ese miedo que Moffat en ese doble capítulo de Doctor Who, Silence in the Library y Forest of the DeadVanishing on 7th Street se parece más a Lights Out, una buena idea para un corto pero que cuando se utiliza para un largometraje queda coja. Buena idea pero mal desarrollo.

Anderson es un director que tiene querencia por el thriller psicológico, y en Vanishing on 7th Street se nota demasiado. Intenta convertir la película en una reflexión filosófica sobre el propósito de esa oscuridad y la posibilidad de un nuevo comienzo de la humanidad. Esto, unido a la ligazón que hace de esa oscuridad con la leyenda de croatoan, muy cogido por los pelos, lastra la película. Es una obra menor disfrutable pero que podía haber llegado a ser algo más grande si no se perdiera en esas disquisiciones.