Despúes de Palahniuk y Carver, llego al final del reto Tres días, tres citas. Mi abuelo siempre me repetía machaconamente que el mejor amigo del hombre era un libro. Lo podías dejar abandonado durante años y años pero cuando volvías a él nunca te hacía ningún reproche, siempre estaba ahí para ti. Claro, luego así he salido, que no gano para libros. En el caso de Julio Cortázar sus libros tienen ese efecto en mí, el de un viejo amigo al que te apetece visitar de vez en cuando. Lo que sigue a continuación es un párrafo de uno de los cuentos de Cortázar que más me gustan, La noche boca arriba. Lo fantástico, la confusión entre sueño y realidad, la inversión del orden establecido, me parecen una genialidad.

(...) Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.