Tras dos cortos, The Witch es la ópera prima de Robert Egger, director y guionista de la misma. En ella mezcla distintos géneros, como el drama, el terror y el thriller psicológico, tocando temas que van desde la brujería al costumbrismo del siglo XVII, reflejando la forma de vida de los colonos ingleses en Nueva Inglaterra y su forma de pensar.

The Witch podría ser muchas cosas, pero sobre todo, aunque no sólo, es un drama con tintes de terror. Un matrimonio de puritanos es expulsado de la colonia a la que pertenecen por el extremismo cristiano del cabeza de familia, orgulloso puritano que elige el destierro en penosas condiciones sobre el bienestar de su propia familia. Junto a su mujer y sus cinco hijos, viven aislados en una pequeña granja junto a un bosque. El aislamiento y la paranoia van en aumento con la desaparición de su hijo más pequeño, apenas un bebé, raptado y sacrificado por una bruja. En este drama familiar, en el que se vuelven unos contra otros, aparece el elemento sobrenatural, cada vez más presente en la narración que lleva al clímax final.

De impecable factura técnica y bella fotografía, utiliza un lenguaje visual que complementa la historia. También utiliza alguno de los pecados capitales para caracterizar a los miembros de la familia. El padre es orgulloso, la madre avariciosa, la hija perezosa... El mal, ese elemento sobrenatural que sobrevuela la historia, se aprovecha de cada una de estas debilidades para conseguir su objetivo: corromperlos y alejarlos de dios.

Si por algo destaca The Witch es por no ser una cinta de terror al uso, lo que en cierta medida ha provocado desconcierto o rechazo. Quien esperaba encontrar algo como Insidious o The Conjuring, se habrá llevado una decepción, pero conviene darle una oportunidad a una película diferente.