De la mano de Cinemax llegaba este verano Outcast, la serie sobre posesiones demoníacas basada en el cómic de Robert Kirkman y Paul Azaceta. Desde hace unos años, sobre todo con el éxito de The Walking Dead y American Horror Story hemos asistido a un auge de títulos del género. El hecho de estar basada en una obra de Kirkman y la implicación de éste en el proyecto había levantado mucha expectación antes del proyecto.

Outcast narra la historia de Kyle Barnes, un hombre marcado toda su vida por la maldición de atraer a demonios que acaban poseyendo a sus seres más queridos. Primero fue su madre cuando él era un niño, después le tocó el turno a su mujer. Ya adulto, intenta hallar explicación a este misterio y a sus poderes para exorcizar demonios junto al reverendo Anderson, que libra desde hace años una batalla contra estos seres. La narración no es lineal, usando flashbacks para desentrañar algunos misterios de los personajes viajando a su pasado.

La serie tiene una estética muy conseguida, en lo que seguramente sea su punto fuerte, lo visual. Donde demuestra tener más problemas es en lo referido al guión. Tras un par de capítulos, la historia parece atascarse y dar rodeos sobre sí misma, alargando en exceso un preámbulo innecesario. No es Hannibal, absorta en su estética, pero sí llega a haber escenas de contemplación donde la trama no avanza.

Kirkman ya ha asegurado que, como en el caso de The Walking Dead, el cómic sólo es el punto de partida. Está por ver que Outcast lo logre. Aunque la primera temporada es bastante irregular, el punto en el que terminó la temporada parece lo suficientemente interesante como para construir algo más sólido en la siguiente.