Metraje encontrado y falsos documentales: VOLUMEN 2

Venimos de aquí, Metraje encontrado y falsos documentales: VOLUMEN 1.

Grave Encounters es una película canadiende de 2011 dirigida y escrita por Colin Minihan y Stuart Ortiz. Minihan también ha estado detrás de las cámaras en Extraterrestrial (2014) y Rastro de sangre (2016), coescritas junto a Ortiz. En Grave Encounters básicamente se chotean de los programas de televisión dedicados a lo paranormal. Un grupo de personajes responsables de uno de estos programas, se va a grabar un nuevo episodio a un hospital psiquiátrico abandonado. Lo más interesante de la película, a mi juicio, es cómo mezcla esa parodia con la trama del hospital encantado. Porque el grupo que se dedica a hacer creer a su audiencia en lo paranormal, esta vez se encuentra de verdad con sucesos que no pueden explicarse de manera racional. La película contó con una secuela al año siguiente, Grave Encounters 2. No es desde luego tan redonda como su primera parte, pero también es muy divertida, y opta por continuar la historia de una manera un tanto particular, abrazando todavía más la parte de comedia. Grave Encounters es lo que intentó hacer Adam Green en Digging Up the Marrow (2014) y que no le salió. Parece fácil lo de mezclar comedia con horror, pero no lo es. Con Grave Encounters te echas unas risas y también pasas miedo, o al menos te comes un par de sustos de saltar del sofá.

Hell House LLC es una película escrita y dirigida por Stephen Cognetti en 2015. La película es un falso documental sobre los hechos que ocurrieron unos años atrás en una atracción, Hell House, dirigida por unos jóvenes feriantes. Este documental utiliza imágenes grabadas por estos jóvenes antes del acontecimiento además de otras grabaciones de clientes en el día de la inauguración de la atracción. Estos jóvenes se dedican a algo que para alguien como yo, nacido en provincias, me queda bastante lejos: comprar o alquilar viejas casas o edificios y convertirlas en atracciones, en este caso en casas encantadas. Y eso es lo que hacen con este viejo hotel abandonado, crear y acondicionar el edificio para convertirlo en la atracción más terrorífica que haya existido nunca. Gracias al documental, descubrimos que la decisión de escoger este viejo hotel como base de operaciones no ha sido una casualidad, y a través del metraje grabado por los jóvenes, también sospechamos de que algo más está ocurriendo en este viejo hotel abandonado. Cuenta con uno de los payasos más malrolleros del cine, además de con otras dos secuelas que amplían aún más la mitología de esta primera película y que van perdiendo cada vez más interés. En este caso concreto, hubiese sido mucho mejor no explicar mucho más.

¿Qué han hecho los romanos por nosotros?, se preguntaba un personaje en La vida de Brian, descubriendo que los romanos habían hecho bastante por él. Los noruegos no nos han traído el vino, ni acueductos, alcantarillado, carreteras y otras obras públicas, pero nos han dado Troll Hunter. Dirigida y escrita por André Ovredal en 2010, Troll Hunter es la historia de un grupo de estudiantes que está grabando un documental en el norte del país y que descubren una conspiración del gobierno para ocultar la existencia de trolls. Existe una reserva natural donde habitan estos seres, y el gobierno intenta impedir que estos interactúen con humanos. Cuando sucede, siempre lo ocultan. La conspiración aquí no es como las conspiraciones a las que nos tiene habituados el cine de Hollywood, es todo de andar por casa. Y eso le da un toque diferente a la película. Además gracias a esta película André Ovredal pudo dirigir La autopsia de Jane Doe (2016), peli sin pretensiones que me dio unas cuantas pesadillas. Y si no hay holocausto nuclear, en 2023 se estrenará The Last Voyage of the Demeter, adaptación de Drácula. Interesante carrera de un director noruego que comenzó con este falso documental sobre trolls en su país.

Grave Encounters (2011), Hell House LLC (2015) y Troll Hunter (2010) pertenecen al mismo subgénero, pero ofrecen cosas distintas. Grave Encounters tira por la parodia y el terror, Hell House LLC por las casas encantadas y Troll Hunter por las conspiraciones gubernamentales y los monstruos. Y salvo en el caso de Stephen Cognetti, que sólo ha dirigido las películas de la saga Hell House LLC, también han servido para que los directores desarrollaran una carrera dentro del género, con algunas películas interesantes como Rastro de sangre (2016) y La autopsia de Jane Doe (2016). El falso documental y el metraje encontrado son la puerta de entrada de muchos cineastas para dirigir películas de mayores presupuestos, aunque sean serie B.








Metraje encontrado y falsos documentales: VOLUMEN 1


Si bien El proyecto de la bruja de Blair no fue la primera que utilizaba el recurso del falso documental y el metraje encontrado, sí fue la primera en triunfar masivamente y abrió la veda para que este subgénero se convirtiera en uno de los más explotados del cine de género. El abaratamiento de las tecnologías permitió a mucho joven cineasta levantar proyectos por cuatro duros, y a industrias cinematográficas pequeñas como la española tener éxitos internacionales como [REC] con una inversión modesta. Lo que en un principio eran copias descaradas de El proyecto de la bruja de Blair, con el tiempo se fueron distanciando de la influencia de ésta para ofrecer una obra diferente. Aunque siempre suele haber algo que no falla: personajes corriendo como pollos sin cabeza con la cámara dando tumbos de un lado a otro.


Death of a Vlogger es una película escocesa escrita, dirigida, protagonizada y producida por Graham Hughes y estrenada en 2019. Es su segunda película, y recoge mucho de su primer metraje, A Practical Guide to a Spectacular Suicide. Death of a Vlogger también se adentra dentro de otro subgénero, el del terror digital, bastante habitual en este tipo de películas. Uno de los mejores ejemplos de esto es Host, del británico Rob Savage, donde una seance digital sale mal. La historia de Death of a Vlogger es parecida. Graham, el protagonista, es un joven obsesionado con volverse viral con sus vídeos, aunque para ello tenga que mentir y arriesgar su vida. En un momento dado, empiezan a ocurrir sucesos paranormales en su apartamento. ¿Es algo preparado? La película da vueltas sobre este tema, jugando con si lo que sucede es algo real o preparado por Graham para obtener más visitas. De fondo, está el tema de la adicción a las redes sociales y influjo negativo, con esa masa que amparada en el anonimato se dedica a destruir vidas. Aunque sólo dura 88 minutos, quizás le hubiera convenido, como en la anteriormente mencionada Host, recortar un poco más su metraje. Y que el protagonista sea un poco tolili tampoco ayuda.

Horror in the High Desert es una película estadounidense de terror dirigida, escrita y producida por Dutch Marich y estrenada en 2021. Como en el caso de Graham Hughes, Marich ya había dirigido otras películas, pero hasta esta Horror in the High Desert no encontró cierto reconocimiento, que por cierto le ha valido para dirigir y producir una segunda parte que verá la luz este 2022. Un mochilero que disfruta de las excursiones al aire libre encuentra una cabaña en mitad del desierto habitada por una criatura terrorífica. Como en Death of a Vlogger sus seguidores no le creen, lo que hace que para reafirmarse ante ellos arriesgue su vida volviendo otra a vez a la cabaña para grabar imágenes que confirmen lo que dice. Utilizando el lenguaje narrativo de un documental, se reconstruye la vida de este personaje aventurero a través de diferentes voces, no siempre confiables. Un poco, aunque salvando las distancias, parecido a lo que hace Lake Mungo. No todo el mundo conoce como debería al protagonista,  ni su hermana ni su compañero de piso. El último tramo de la película se adentra de lleno en el terror y se vuelve un poco loca.



The Conspiracy es una película canadiense escrita y dirigida por Christopher MacBride y estrenada en 2012. Sigue los pasos de unos documentalistas que preparan un documental sobre teorías de la conspiración. En el transcurso del desarrollo de este documental, acaban descubriendo una sociedad secreta que de verdad está detrás de muchas de las cosas que pasan en el mundo. Este giro y la posterior investigación de esta sociedad secreta ocupan la mayor parte del metraje. Lo de las teorías de la conspiración, después de Trump y una pandemia, ha quedado como una temática cuqui. Jim y Aaron, los periodistas protagonistas detrás de esta investigación, se adentran en el territorio de una sociedad secreta que hunde sus raíces en la antigua Roma. ¿Serán capaces de sacar la verdad a la luz. Interesante mensaje sobre cómo se construye la verdad. Bebe mucho de la influencia de Expediente X y de las teorías de la conspiración tan en boga en los noventa. Como siempre, la verdad está ahí fuera.

Tanto Death of a Vlogger, como Horror in the High Desert y The Conspiracy son películas que aprovechan al máximo unos recursos escasos para construir un universo muy particular. Los directores de estas cintas también son los autores del guion, y en algunos casos también ejercen de productores y autores. Por no mucho dinero es posible levantar proyectos que hace unas décadas sería imposible sin la complicidad de los estudios ya establecidos. Aunque en los dos mil abjuré de este tipo de películas, y pese a que no sea muy fan de tanto movimiento de cámara en el cine, este tipo de películas son muy disfrutables en la televisión del salón de casa. O en la pantalla de un ordenador. 







 







'El signo de Labrys' de Margaret St. Clair: lo que comen las brujas

Margaret St. Clair (1911-1995) fue uno de los pseudónimos que utilizó Eva Margaret Neely, escritora estadounidense de ciencia ficción. Su obra se concentra entre mediados de los cuarenta y principios de los setenta, en los que Margarte escribió ocho novelas y más de cien relatos, que fueron publicados en las revistas pulp y de ciencia ficción de la época. A pesar de la antología de Ramsey Campbell de hace unos años, The Hole in the Moon and Other Tales, y de su inclusión en algunas antologías relatos dedicadas al terror y la ciencia ficción escrita por mujeres, la obra de Margaret St. Clair sigue siendo bastante desconocida para la mayoría. Que no se reediten sus libros también tiene mucho que ver con esto.

El signo de Labrys es una novela que mezcla dos géneros y temas que gustaban mucho a Margaret St. Clair: la ciencia ficción y la wicca. En un mundo postapocalíptico donde la humanidad ha sido diezmada por terribles plagas y los supervivientes sobreviven en refugios excavados en la tierra, Sam Sewell es investigado por el FBY por su relación con Despoina. Lo curioso del caso es que Sam no conoce a ninguna Despoina. Los refugios donde viven los supervivientes, en un principio pensados como refugios antinucleares, son el nuevo mundo para la humanidad. Sam vive en el refugio E, pero deberá descender varios niveles para encontrar a Despoina. Y cuando lo haga, deberá deshacer el camino andado y ascender hasta la superficie. En este viaje de ida y vuelta conoceremos más sobre Despoina y la organización a la que pertenece, los Wicca, y sobre el FBY, esa organización policial en el poder que los persigue. También descubriremos más cosas sobre la pandemia que casi acaba con la humanidad.


Margaret St. Clair es capaz de combinar ciencia ficción y fantasía en esta novela. Hay mucho de ciencia ficción, con esa humanidad viviendo bajo tierra que se ha convertido en una sociedad de individuos que se evitan unos a otros por temor al contagio, pero también de fantasía. El elemento más obvio es el de la wicca, presentado aquí como una especie de religión benigna. Por cierto, las mismas creencias que profesaba la autora. Los Wicca son una especie de humanos mejorados, donde más que magia, utilizan pequeños trucos y todas sus capacidades, que incluyen poderes como la telepatía. El FBY es una organización que persigue a los Wicca para hacerse con esos poderes, que ellos consideran meros trucos. Y todo esto está bien maridado por la mitología griega. Desde Despoina a Labrys, palabras griegas, hasta cierto culto cretense que nos narra St. Clair en la novela como posible origen de los Wicca. Además del obvio viaje de Sam Sewell, convertido en un nuevo Orfeo que desciende al Hades en busca de su amada.


Margaret St. Clair es una autora a reivindicar, que es capaz de unir un mundo postapocalíptico de gente viviendo en refugios subterráneos con un culto pagano de brujas. Y lo hace sin despeinarse. El signo de Labrys es una de las novelas más originales de ciencia ficción de los sesenta. Teniendo en cuenta que quien más o quien menos iba puesto hasta las cejas en esa década, la originalidad es algo a valorar. Si se te agotan las lecturas de señoras victorianas, el pulp de Margaret St. Clair e una buena opción para sumergirse en un mundo de brujas y pandemias. A ver si La biblioteca de Carfax se anima a publicar algo, que entre el new weird y las victorianas encajaría perfectamente. Por cierto, gracias a Nachete conocemos lo que comen las brujas.




'La muerte de la hierba' de John Christopher: el colapso y las patatas

Sam Youd (1922-2012) fue un escritor británico que bajo el seudónimo de John Christopher escribió numerosas novelas y relatos de ciencia ficción. Aunque utilizó muchos y muy diferentes alias, la obra escrita con el nombre de John Christopher es la más reconocida. Tanto, que cuenta con varias traducciones al castellano, sobre todo de los setenta y ochenta. Las trilogías La espada de los espíritus y Los trípodes, dirigidas a un público adolescente, fueron traducidas en su momento al castellano. Y en ellas se resume un poco la obra de Youd: cataclismo o catástrofe que acaban con la civilización y que retrotraen a la humanidad a estadios anteriores con reminiscencias de la Edad Media. Y casi siempre el escenario es Inglaterra. 


Cuando buscas novelas y relatos similares o parecidos a los de John Wyndham y J. G. Ballard, además de Los genocidas de Thomas. M. Disch, La hora final de Nevil Shute y Un verano infinito de Crhistopher Priest, siempre aparece La muerte de la hierba de John Christopher. Y una vez leído, es fácil entender el porqué. Su obra, como la de otros tantos autores británicos de la época, bebe de la de H. G. Wells. Pasada por los tamices de la época, en este caso de la década de los cincuenta del pasado siglo, pero es fácil apreciar esa influencia cuando no directamente una copia, como su trilogía de Los trípodes. Decir que esa obra está inspirada en La guerra de los mundos de Wells es ser muy generoso.


La muerte de la hierba es la historia de una catástrofe: el virus chino Chung-Li acaba con las plantas. Primero empieza con el arroz, pero luego afecta a casi todos los cultivos menos al de la patata. Y se va expandiendo de este a oeste. Cuando primero afecta a los países asiáticos, que quedan sumidos en el caos, la destrucción, el canibalismo y luego la nada más absoluta, pues mueren todos de hambre, se habla de ello de una manera condescendiente. Pobrecitos que no están civilizados, esto en occidente no puede pasar. Hasta que efectivamente pasa. La novela abre con un primer capítulo donde dos hermanos, casi adolescentes, pasan el verano en la granja de su abuelo. Uno de ellos, David, muestra interés por la tierra y el tipo de vida que lleva su abuelo. El otro, John, quiere ser ingeniero. Muchos años después, David ha heredado la granja del abuelo, que se la dejó como herencia para que conservara el legado familiar. Mientras, John es ingeniero y vive en Londres con su familia. Cuando llegan las primeras noticias del virus chino, no le dan mucha importancia, pero conforme se comienza a expandir, David hace planes de atrincherarse en su granja, invitando a su hermano John, a su mujer Ann y a su hija Mary a unirse a él. Pero John no acaba de ver la amenaza. Al final, las cosas, como no podría ser de otra manera, se acaban complicando. Gracias a un amigo suyo, Roger, que trabaja en el gobierno, se entera de que este quiere lanzar bombas nucleares en las grandes ciudades y exterminar a la mayoría de la población para que, como mal menor, los restantes puedan sobrevivir. John, junto a su amigo y sus familias, deciden escapar de Londres para llegar a la granja de su hermano. Al menos allí, convertidos en granjeros, no se morirán de hambre. Y este es el planteamiento inicial de la novela, porque la trama de verdad empieza ahora, con ese viaje de John a la granja de su hermano.


Las ideas presentes en La muerte de la hierba pueden observarse en novelas como El camino de McCarthy, películas como 28 días después de Boyle y cómics como The Walking Dead de Kirkman. Un grupo de supervivientes de una catástrofe van en busca de un refugio mientras la civilización acaba hundida. Y a lo mejor es eso lo que sorprende de La muerte de la hierba, lo rápido de ese hundimiento. Al menos en apariencia, porque como el cambio climático o la falta de hidrocarburos, lo del virus chino se veía venir. Pero nadie hizo nada porque nadie creyó pasaría. John, en menos de una semana atravesando Inglaterra para llegar a la granja de su hermano, ve como violan a su mujer y a su hija, es desvalijado por asaltantes, se convierte en asaltante y asesino y destierra, en definitiva, los valores de una época caduca. El personaje llega a decir algo así como que la piedad y la compasión son sentimientos que su mundo actual no tienen cabida porque no se los pueden permitir. Si hay que competir por unos recursos escasos, no hay lugar para la generosidad.


Literariamente está por debajo de John Wyndham, que escribía mucho mejor. Le falta también humor, cosa que siendo inglés, no me acabo de explicar del todo. Y tiene pesimismo a raudales. Es curioso observar en una novela de los cincuenta una mirada tan crítica sobre la idea de avance y progreso. Esta vez la ciencia no va a salvarnos. Y luego está su valoración tan negativa del ser humano. Al final, con la llegada del colapso civilizatorio y sin ayuda de la ciencia, nos vemos reducidos a una tribu, que tiene más en común con los primeros agricultores del neolítico que con el feudalismo. O no. En cualquier caso, lo comprobaremos pronto. Si un barco atravesado en mitad del canal de Suez es capaz de crear una disrupción en el comercio mundial y en la cadena de suministros, ¿qué no pasará en el futuro? Al menos siempre nos quedará la patata.


Christopher, J. (1976). La muerte de la hierba. Ediciones Guadarrama.
Christopher, J. (1976). The Death of Grass. Pergamon Press. 



'The Future is Female!' de Lisa Yaszek: ciencia ficción escrita por mujeres

The Future is Female! Women's Science Fiction Stories from the Pulp Era to the New Wave es una antología de relatos de ciencia ficción escritos por mujeres y editados y recopilados por Lisa Yaszek. Aunque por el título promete ocuparse del Pulp hasta la Nueva Ola, Lisa Yaszek acaba centrándose en un periodo muy determinado. Diecinueve de los veinticinco relatos incluidos fueron escritos entre las décadas de los cincuenta y los sesenta, por lo que la variedad estilística y temática no es tan amplia como cabría esperar.

Este libro se complementa con otro más académico también de Lisa Yaszek titulado Sisters of Tomorrow: The Firts Women of Sciencie Fiction. En este libro Yaszek se centra en las décadas de los veinte, treinta y cuarenta, para ofrecer un fresco amplio de la ciencia ficción: no sólo incluye escritoras, también poetas, editoras, periodistas y artistas. Tanto este libro como The Future is Female! tienen su origen en un ensayo publicado en 2008 por la Ohio University, la universidad donde trabaja Yaszek, titulado Galactic Suburbia: Recovering Women's Science Fiction. Y por si eso fuera poco, ya hay otro nuevo libro anunciado para octubre: The Future is Female! Volume Two The 1970s.


El primer relato que abre el libro es The Miracle of the Lily de Clare Winger Harris, que trata sobre el progreso y el cambio climático, con la curiosidad de ser el único relato incluido publicado en la década de los veinte, lo cual no le impide tener un regusto a The Twiligh Zone en su final. En The Conquest of Gola de Leslie F. Stone, narra la historia de un planeta dominado por un matriarcado que tiene que hacer frente a la invasión de hombres verdes de Detaxalan. Recuerda ligeramente a La mano izquierda de la oscuridad  de Le Guin y trata temas como el imperialismo y los poderes mentales. No podía faltar C. L. Moore y su The Black God's Kiss, más fantasía épica que ciencia ficción. Judith Merry con su That Only a Mother y Wilmar H. Shiras en In Hiding, ambos de 1948, exploran el terror nuclear y anticipan a los mutantes de Patrulla X y de Philip K. Dick. En Contagion Katherine Maclean encuentra una solución a los triángulos amorosos.  Los colonizadores colonizados, además del tema de la identidad y el cambio, están presentes en este relato. The Inhabited Men es uno de los grandes relatos de Margaret St. Clair. La inmortalidad sin saberlo, tres hombres se contagian en asteroide al hacer unas reparaciones en su nave espacial. Mueren sin saber su suerte. Los últimos relatos del libro están escritos por Joanna Russ, James Tiptree Jr. y Ursula K. Le Guin, que ya anticipan lo que está por llegar en la siguiente década.

The Future is Female! es un libro para leer con calma, de los que tienes en la mesilla y que lees de cuando en cuando. Un par de relatos a la semana es suficiente para no acabar empachado con un libro de casi quinientas páginas, que incluye veinticinco relatos y numerosas notas bibliográficas. Si en el terror hay nombres conocidos, bien porque triunfaron en otros géneros o bien porque el relato en cuestión supuso el one hit wonder de su autora, en la ciencia ficción no sucede lo mismo. Salvo algunas excepciones, las autoras incluidas en este libro ni fueron muy conocidas en la época ni lo son ahora, al igual que su obra. Además, al publicar en revistas, casi no hay libros editados con su obra. Vendían sus relatos sueltos a estas publicaciones especializadas en ciencia ficción y ya está. Por eso este libro, que a veces puede parecer muy exhaustivo, está tan bien y es importante, porque recoge un legado que de otra forma estaría perdido u oculto. Y me deja con ganas de leer ya el segundo volumen dedicado a los setenta, la mejor década para tantas cosas.

Yaszek, L. (2018). The Future is Female! Women's Science Fiction Stories from the Pulp Era to the New Wave. The Library of America.





'El puente de Cassandra' (1976): un virus de Interrail

El puente de Casandra es un thriller setentero con influencias del cine de catástrofes de la época. Dirigida por George Pan Cosmatos, el Cosmatos bueno, es una coproducción europea germano-italo-británica. Tres estudios que pusieron el dinero suficiente para juntar un reparto de estrellas. Está Sophia Loren en un papel estupendo de señora rica despreocupada; Martin Sheen como joven gigoló amante del personaje que interpreta Sophia Loren; Burt Lancaster interpretando otro militar patriota como en Siete días de mayo; Richard Harris que además de ser el primer Dumbledore en la saga Harry Potter y Marco Aurelio en Gladiator, interpretó papeles de tipo duro y resolutivo como en esta película; también aparece en un pequeño papel O. J. Simpson, inseparable de todos sus problemas en los noventa; y Ava Gardner siendo Ava Gardner.

La película narra la historia de los pasajeros de un tren que viaja por Europa y que han sido infectados por un virus mortal. Un grupo terrorista sueco por la paz (cosas de los setenta) intenta volar la sede oficial de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra. Sin embargo, el atentado es evitado por las fuerzas de seguridad, que en el altercado, liberan un virus mortal. Un terrorista consigue escapar, herido y contagiado del virus. Huye como polizonte en un tren que atraviesa Europa. Burt Lancaster interpreta el papel del coronel Mackenzie, un militar de la inteligencia estadounidense encargado de acabar con el virus. Para ello contactará por radio con el doctor Jonathan Chamberlain, famoso científico y neurocirujano interpretado por Richard Harris y cuyo miedo a volar le hace coger este tren. Ava Gardner interpreta el papel de escritora y exesposa de Chamberlain. El doctor Chamberlain tendrá que enfrentarse al virus con la ayuda de su exesposa y otros personajes de este reparto coral. Aislarán a unos de otros, establecerán un hospital de campaña en el tren y atenderán como buenamente puedan a los enfermos. Después de marzo de 2020 hay cosas de protocolo sanitario, como el que ninguno de los personajes lleve mascarilla, que cantan un poco. Pero para la época, y hasta hace dos telediarios, era bastante realista. El tren sólo para un momento para cargar ayuda sanitaria, un equipo médico y personal militar. Como ningún país europeo quiere exponerse al virus, el tren es redirigido a Polonia. La idea es que el tren cruce el puente de Casandra, una vieja estructura sobre un río. Si se viene abajo, será una buena manera de acabar con el virus y de buscar una historia que oculte la liberación del virus. 

Los setenta en un fotograma

La película, de más de dos horas de duración, se puede dividir en una primera parte de presentación de personajes, otra segunda parte de thriller donde los personajes están centrados en combatir al virus, y una tercera y última parte de cine de acción. Es esta tercera parte la más floja de la película, donde la trama se vuelve un poco loca y concluye en un final demasiado abierto. Pero el viaje (en tren) hasta ese momento merece mucho la pena. Además de las interpretaciones, la película tiene unos planos aéreos muy chulos, y que tuvieron que costar una pasta. Hoy con los drones es fácil, pero en la época se tuvieron que dejar sus buenas perras en rodarlos. Y luego está lo de rodar en el interior de un tren, que Cosmatos lo borda. Las escenas de acción, correctas para la época. Yo, como el doctor Chamberlain, siempre he sido más de tren que de avión.





'Largo fin de semana' (1978): domingueros australianos

Largo fin de semana es un thriller psicológico y de terror australiano dirigido por Colin Eggleston. Protagonizada por John Hargreaves y Briony Behets, el guion corrió a cargo de Everett De Roche, que ese mismo año también escribió el de otra película de culto australiana, Patrick. De hecho, De Roche es el guionista responsable de los guiones de otras películas de terror australianas como Harlequin, Fortress, Carretera mortal y Razorback. El director, Colin Eggleston, tuvo menos éxito. Venía de escribir y dirigir series de televisión, una película erótica y poco más. Largo fin de semana es one hit wonder. Película que pasó bastante desapercibida en su país y que a través de cierto éxito internacional desarrolló un culto que llega hasta nuestros días. Intentó repetir éxito con Sky Pirates, donde contó otra vez con John Heargreaves de protagonista, y Cassandra, pero no acabaron de funcionar tan bien como Largo fin de semana. Después de eso, un telefilme y el retiro.

Peter y Marcia son un matrimonio en problemas que van a pasar unos días de vacaciones a una playa perdida australiana. Los conflictos de pareja se nos muestran desde el principio, y conforme avance la película, descubriremos las miserias que se ocultan en muchas de sus interacciones. Infidelidades, abortos, sexo y conformismo son algunos de sus problemas. No hace falta un experto para saber que si tienes problemas de pareja, no es buena idea hacer un viaje juntos. Y desde luego mucho menos a mitad del campo. Porque Peter y Marcia son unos urbanitas que en medio de la naturaleza se encuentran todavía más perdidos. Algo que entre cerveza caliente, libros guarros y discusiones, acabarán descubriendo demasiado tarde.

¿Hay algo que dé más rabia que una pareja que se viste igual?

La colonización de Australia, además de casi borrar a la población autóctona, también trajo consigo algunos traumas para sus nuevos pobladores. En muchas obras de ficción australianas, especialmente en el cine, se puede apreciar ese miedo a la naturaleza. El entorno natural supone una amenaza en un país que es un continente, escasamente poblado, muy diferente geográfica y climáticamente del país colonizador, y que después de generaciones, sigue generando cierto desasosiego entre la población blanca, como si estuvieran fuera de lugar. En Picnic en Hanging Rock, pese a ser una producción totalmente distinta, se puede apreciar esto: la escena con el típico policía vestido con uniforme negro inglés sudando lo que no está escrito en medio del monte. Según avanza la trama, la naturaleza que rodea a Peter y Marcia se vuelve más y más amenazadora. Están fuera de lugar. Y a diferencia de la idea de frontera estadounidense, que está para ser domeñada y conquistada, aquí la frontera siempre es un lugar hostil imposible de derrotar, demasiado inabarcable para ser civilizado y demasiado inhóspito para ser habitado.

Largo fin de semana hace muy bien dos cosas, diseccionar la vida de una pareja degradada mientras juega al despiste. En la estación de servicio que hay antes de llegar a su destino, uno de los clientes se queda mirando fijamente a Marcia mientras Peter llena un tanque de gasolina; ¿puede ser que nos encontremos ante un asesino en serie? Antes incluso de llegar a esa estación de servicio la radio habla sobre un posible avistamiento OVNI y pruebas nucleares; ¿serán los extraterrestres? O cuando se dispara accidentalmente un arma cuando ya han acampado, ¿es realmente un accidente o ha sido Peter queriendo asesinar a su mujer? La película ofrece distintos posibles caminos mientras crece la tensión entre la pareja y la naturaleza se vuelve más amenazadora. De hecho, estas dos cosas avanzan de manera paralela. Cuanto más se degrada su relación, más perdidos están en medio de una naturaleza hostil.

Largo fin de semana es una película que bebe del cine de Hitchcock y que se maneja muy bien entre las fronteras del thriller psicológico y el terror. Además, lo hace con un muy escaso presupuesto. La mayor parte del metraje sólo cuenta con el actor y la actriz protagonista, rodando en exteriores y con unos bien cuidados y editados efectos de sonido que añaden más tensión a la trama. No hacen falta asesinos en serie, monstruos ni extraterrestres para darse cuenta de que el enemigo somos nosotros mismos. Y que beber cerveza caliente y fregar los platos con agua sucia son costumbres anglosajonas que nunca entenderé. 





'El desierto de los tártaros' de Dino Buzzati: Kafka esperando a Godot

Dino Buzzati (1906-1972) fue un escritor italiano cuya obra más conocida es El desierto de los tártaros, publicada en 1940. Generacionalmente está a medio camino entre los escritores de entreguerras nacidos en el siglo pasado y los escritores de posguerra del siglo XX. Está más cerca de Borges que de Kafka, aunque hay mucho de este último en su obra. Escritores posteriores como Italo Calvino, ya posmodernos, beben mucho de Dino Buzzati y de este fantástico europeo de entreguerras.

Por poner un poco de contexto, El desierto de los tártaros se publica en 1940 en el marco de la invasión italiana de Etiopía unos años antes y de la II Guerra Mundial, a la que Italia se uniría en junio de ese mismo año. Un mundo en guerra que daría a luz obras como esta de Buzzati o como Marte en Aries, de Lernet-Holenia, que publicada en 1941 bajo el título de La hora azul, comparte algunos rasgos con El desierto de los tártaros. La fortaleza Bastiani en el confín de la frontera se parece a la invasión de Polonia vista por Lernet-Holenia, un sitio fuera del tiempo y del espacio, irreal.

El desierto de los tártaros narra la vida de un joven teniente, Giovanni Battista Drogo, que recién licenciado de la academia es enviado a un puesto en la frontera, la fortaleza Bastiani. Habituado a la vida de sociedad de la ciudad, ahora tiene que habituarse a la vida militar de la fortaleza, situada en medio de ningún lado y cuyo pueblo más cercano, al que acude cuando tiene permiso para beber, acostarse con prostitutas y ver caras nuevas, está a varias horas a caballo. Al llegar a su nuevo destino decide hablar con uno de sus superiores para decirle que quiere irse, y llegan a arreglarlo para que en la revisión médica el doctor amañe el informe que lo mande de vuelta a casa. Pero en el último momento Drogo se arrepiente y cambia de decisión. Y como le sucedía a los personajes de El Proceso y El castillo, la vida de Drogo transcurrirá entre el absurdo y lo surreal de esperar toda la vida a un enemigo que no llega y que parece no existir. Drogo, por una fatalidad del destino, verá su vida transcurrir entre las cuatro paredes de una fortaleza que defiende una frontera que ya no importa.

Aunque en El desierto de los tártaros Buzzati no tira por lo abiertamente fantástico como sí sucede en Marte en Aries de Lernet-Holenia, comparten ese ambiente de irrealidad. De hecho, está tan llevado hasta el extremo en El desierto de los tártaros que es imposible adivinar en qué momento histórico está ambientada. Tampoco el lugar, pues no se dan nombres, salvo ese desierto de los tártaros que da título al libro. Vivir en una dictadura obliga a los autores a agudizar el ingenio y a intentar sortear la censura de su obra con recursos como estos. Otra cosa a destacar de la novela es cierta estructura circular y de repetición. Cuando Drogo, joven teniente recién licenciado, parte en busca de la fortaleza, se encuentra en el camino a un viejo capitán al que pregunta el camino. Muchos años después, ascendido a capitán, se repite la misma escena pero con otro joven teniente como protagonista. Nuestro mundo actual, lleno de pandemias y guerra, puede ser más complejo en algunos aspectos que el mundo que le tocó vivir a Buzzati, pero sin duda es igual de absurdo.



'La amenaza de Andrómeda' (1971): el método científico

La amenaza de Andrómeda es un tecno-thriller de ciencia ficción dirigido por Robert Wise. Un director en activo durante casi seis décadas que lo mismo te dirigía Sonrisas y lágrimas y West Side Story como La Mansión encantada de Shirley Jackson o una serie B en toda regla como Ultimátum a la Tierra. Además de dirigir una de las mejores películas de Paul Newman, Marcado por el odio, cuyo título en castellano le da mil vueltas al Somebody Up There Likes Me original.

La película está basada en la novela del mismo título de Michael Crichton. De hecho, es la primera adaptación a la gran pantalla de su obra. Aunque habría que esperar a Spielberg y los noventa para que aumentara su popularidad. La amenaza de Andrómeda cultiva ese género tan querido por Crichton, el tecno-thriller. Otra de sus adaptaciones setenteras que ha tenido mejor fortuna en formato serie en los últimos años es Westworld. La propia La amenaza de Andrómeda conoció nueva vida en los dos mil con una miniserie producida por Ridley Scott, aunque con mucho menos éxito que Westworld. La miniserie incluía giro loco final con paradoja temporal y viajes en el tiempo. Mini punto para serie.

La amenaza de Andrómeda narra la historia de cómo un equipo científico combate un virus extraterrestre. En un pequeño pueblo de Nuevo México se estrella un satélite, pero este, en su reentrada a la Tierra, contiene un regalo inesperado: un virus que acaba con toda la población del pueblo, excepto un viejo borracho y un bebé. Un equipo científico será el encargado de investigar y acabar con esta amenaza en un moderno laboratorio lleno de cámaras, botones, luces de colores y ordenadores. La historia, que transcurre en cuatro días, es una lucha contrarreloj para evitar que el virus se expanda y acabe con toda la población. Para añadir una pizca más de emoción, el laboratorio tiene un sistema de autodestrucción en caso de contaminación que detona una bomba nuclear. La única manera de pararlo es desactivándolo manualmente, para lo cual uno de los científicos tiene una llave que ha de usar para desarmar el mecanismo.

El futuro ya está aquí

La película, que se va a las dos horas y pico, tiene un ritmo vertiginoso. Además de una dirección y realización muy de la época. Se incluyen infografías, pantallas divididas ofreciendo distintos puntos de vista y un carrusel de nuevas tecnologías. De hecho, una buena parte del metraje se dedica a mostrarnos este laboratorio de tecnología punta. Cuenta con cinco niveles, y con la excusa de que tienen que pasar por descontaminación cada vez que acceden a un nivel, acompañamos al equipo científico en su tour por el laboratorio. Un laboratorio cuyo diseño veríamos en replicado en la primera Resident Evil de Paul W. S. Anderson. La Colmena de Umbrella Corporation está basada en el laboratorio Wildfire de La amenaza de Andrómeda

Daft Punk en los setenta

Esta feria tecnológica a la que asistimos es uno de los tics de Crichton, y es lo que puede hacer que la película se haga un poco cuesta arriba. También es Crichton el responsable de los numerosos agujeros de guion. Una de las escenas más impactantes es la llegada del equipo científico al pueblo. Los buitres están devorando los cadáveres de sus habitantes. Sin embargo, los buitres no se contagian como sí lo hacen los animales de laboratorio. Y qué más da. Aquí lo importante es cómo se desarrolla la investigación. Por eso creo que la actitud correcta para ver la película es dejarse fascinar por la historia de Crichton y por la realización de Wise. Además, después de marzo de 2020 la película cobra otro sentido.



'Piranesi' de Susanna Clarke: la casa de Asterión

Piranesi es la segunda novela de Susanna Clarke, publicada casi veinte años después de su exitosa Jonathan Strange y el señor Norrell, y como ésta, pertenece al género fantástico. Clarke es una autora que no se prodiga demasiado debido a sus problemas de salud, porque a parte de estas dos novelas, sólo existe otro libro suyo de relatos. Esta Piranesi, aunque esperada y publicitada, no ha tenido la misma repercusión que su primera novela novela. Quizás porque el contexto es distinto y coincidió con otro fenómeno, este sí masivo, del que fue a rebufo: Jonathan Strange y el señor Norrell se publicitaba como "el Harry Potter para adultos". Y no sé si fue por esto o porque la novela era un mamotreto de casi mil páginas, el libro se me acabó atragantando bastante. Motivo por el cual no estaba demasiado interesado en Piranesi hasta que oí hablar de ella en Todo tranquilo en Dunwich y leí una reseña por aquí en el Barrilete.

La novela narra la vida del protagonista, Piranesi, y de su casa. Que dicho así, no parece interesante, pero es que la casa tiene miga. Como el protagonista. La casa, de proporciones gigantescas (Lovecraft diría que "ciclópeas"), construida en un estilo clásico, está compuesta de salas enormes decoradas con estatuas colosales, también de estilo clásico, que representan diversos temas y seres mitológicos. Muchas de estas salas acaban inundadas por las mareas del océano que circunda la casa, que ya desde el comienzo del libro, percibimos más como un laberinto que como una casa al uso. Uno de sus habitantes es un hombre de mediana edad llamado Piranesi. Lo que conocemos de él y de la casa es gracias a sus diarios. Piranesi actúa explorador y científico. Documenta la casa y los fenómenos que ocurren en ella, aunque le faltan las herramientas. Muchas veces se asemeja más a un chamán que a un científico, buscando augurios en los vuelos de las aves.

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La otra persona viva que vive en esta casa, al menos según Piranesi, es un señor mayor y bien vestido al que siempre se refiere con el nombre de "el Otro". Juntos trabajan en la búsqueda del Gran Conocimiento Secreto, una especie de teoría del todo que permitiría trascender las barreras físicas del espacio y del tiempo. En los breves encuentros entre el Otro y Piranesi ya podemos entrever que el Otro, desde una actitud condescendiente y prepotente, está utilizando y ocultando algo a Piranesi. Son, junto a los trece cadáveres que encuentra Piranesi, los únicos habitantes humanos de ese mundo. O eso parece, porque la aparición de una misteriosa persona llamada 16, enemiga de el Otro, va a precipitar toda una serie de acontecimientos y será la antesala del descubrimiento de un gran misterio. 




La idea de una casa-mundo, su origen y desarrollo, es uno de los puntos fuertes de la novela. La búsqueda de un conocimiento secreto y esquivo, antes conocido y ahora perdido, la mezcla de ciencia y magia, de fantasía con toques de ciencia ficción, le añade un punto fascinante. Como el tema de la identidad. Quiénes somos, qué sómos y por qué somos. Quizás en otro mundo sin nuestros recuerdos seríamos diferentes personas. O no del todo. Piranesi, en este viaje del ser, pasará por distintas etapas. Todas son él, o al menos una parte de él, aunque todas son diferentes. La casa-mundo, que funciona como eco imperfecto de nuestro mundo y de nuestras ideas, ejerce una influencia subyugante, que oprime, cautiva y seduce al mismo tiempo a Piranesi, y por ende también a nosotros. Si tuviéramos que buscar a Borges, al minotauro y/o a Jareth, el rey de los goblins, seguro que lo encontraríamos en esta casa.

Clarke, S. (2021). Piranesi. Salamandra.