Margaret St. Clair (1911-1995) fue uno de los pseudónimos que utilizó Eva Margaret Neely, escritora estadounidense de ciencia ficción. Su obra se concentra entre mediados de los cuarenta y principios de los setenta, en los que Margarte escribió ocho novelas y más de cien relatos, que fueron publicados en las revistas pulp y de ciencia ficción de la época. A pesar de la antología de Ramsey Campbell de hace unos años, The Hole in the Moon and Other Tales, y de su inclusión en algunas antologías relatos dedicadas al terror y la ciencia ficción escrita por mujeres, la obra de Margaret St. Clair sigue siendo bastante desconocida para la mayoría. Que no se reediten sus libros también tiene mucho que ver con esto.

El signo de Labrys es una novela que mezcla dos géneros y temas que gustaban mucho a Margaret St. Clair: la ciencia ficción y la wicca. En un mundo postapocalíptico donde la humanidad ha sido diezmada por terribles plagas y los supervivientes sobreviven en refugios excavados en la tierra, Sam Sewell es investigado por el FBY por su relación con Despoina. Lo curioso del caso es que Sam no conoce a ninguna Despoina. Los refugios donde viven los supervivientes, en un principio pensados como refugios antinucleares, son el nuevo mundo para la humanidad. Sam vive en el refugio E, pero deberá descender varios niveles para encontrar a Despoina. Y cuando lo haga, deberá deshacer el camino andado y ascender hasta la superficie. En este viaje de ida y vuelta conoceremos más sobre Despoina y la organización a la que pertenece, los Wicca, y sobre el FBY, esa organización policial en el poder que los persigue. También descubriremos más cosas sobre la pandemia que casi acaba con la humanidad.


Margaret St. Clair es capaz de combinar ciencia ficción y fantasía en esta novela. Hay mucho de ciencia ficción, con esa humanidad viviendo bajo tierra que se ha convertido en una sociedad de individuos que se evitan unos a otros por temor al contagio, pero también de fantasía. El elemento más obvio es el de la wicca, presentado aquí como una especie de religión benigna. Por cierto, las mismas creencias que profesaba la autora. Los Wicca son una especie de humanos mejorados, donde más que magia, utilizan pequeños trucos y todas sus capacidades, que incluyen poderes como la telepatía. El FBY es una organización que persigue a los Wicca para hacerse con esos poderes, que ellos consideran meros trucos. Y todo esto está bien maridado por la mitología griega. Desde Despoina a Labrys, palabras griegas, hasta cierto culto cretense que nos narra St. Clair en la novela como posible origen de los Wicca. Además del obvio viaje de Sam Sewell, convertido en un nuevo Orfeo que desciende al Hades en busca de su amada.


Margaret St. Clair es una autora a reivindicar, que es capaz de unir un mundo postapocalíptico de gente viviendo en refugios subterráneos con un culto pagano de brujas. Y lo hace sin despeinarse. El signo de Labrys es una de las novelas más originales de ciencia ficción de los sesenta. Teniendo en cuenta que quien más o quien menos iba puesto hasta las cejas en esa década, la originalidad es algo a valorar. Si se te agotan las lecturas de señoras victorianas, el pulp de Margaret St. Clair e una buena opción para sumergirse en un mundo de brujas y pandemias. A ver si La biblioteca de Carfax se anima a publicar algo, que entre el new weird y las victorianas encajaría perfectamente. Por cierto, gracias a Nachete conocemos lo que comen las brujas.