En este blog, como en Amanece que no es poco, hay verdadera devoción por Italo Calvino, pero no sólo por su obra, también por su labor de antologista. La maravillosa Siruela lanzó una colección, a finales de los ochenta, El ojo sin párpado, de la que este Cuentos fantásticos del XIX volumen 1 forma parte. Posteriormente se reeditaría en un único tomo los dos volúmenes de cuentos seleccionados por Calvino. Maravillosas antologías, como La Eva fantástica de J. A. Molina Foix.


Este primer volumen recoge los relatos fantásticos de autores de habla francesa y germana, con alguna excepción, mientras que el segundo tomo se centra en la literatura inglesa y estadounidense. Algunas de esas excepciones son Gogol, Scott y Le Fanu. Calvino hace una breve introducción del autor y el relato. En algunos casos como el de Jan Potocki y su Historia del endemoniado Pacheco, el relato es un fragmento de El manuscrito encontrado en Zaragoza, quizá uno de los mejores de la antología, con súcubos, fantasmas y maldición incluidos. También Calvino incluye pequeños tesoros como La venus de Ille de Merimée, El ojo sin párpado de Chasles y Sortilegio de otoño de von Eichendorff, poco o nada conocidos en lengua castellana.


El austríaco Kurt Singer fue escritor, editor y antologista. En España editoriales como Molino y Bruguera publicaron sus antologías. En estas Relatos de terror selección 1 y 2, que cuentan con prólogos de Carlo Fabretti, Singer incluye nombres conocidos por el fan de terror, como Bradbury, Derleth y Bloch, otros que hacen sonar alguna campana, como Seabury Quinn, y bastante desconocido que publicaba en revistas de la época. Hay bastante relato de los años veinte y treinta del siglo pasado aparecido en Weird Tales. Señores preocupados por la guerra que ya se vislumbraba en el horizonte, como George B. Tuttle y su La invasión de las aves de roc (1929), con esa descripción de la guerra química y bacteriológica tan cercana en el tiempo para sus contemporáneos. 

Relatos de terror selección 1 y 2 son dos libros que no se publicaron con el mimo con el que Siruela publicó Cuentos fantásticos del XIX volumen 1. Y tampoco pasa nada porque no sea así. Libros de los de kiosko de los setenta que por muy poco dinero ofrecían un buen rato de disfrute y diversión. A destacar La tela de la locura de Seabury Quinn, El crepúsculo de los dioses de Edmond Hamilton y El dios sin rostro de Robert Bloch.