La frase hecha «un reloj averiado da la hora correctamente dos veces al día» define muy bien la carrera del director Paul W. S. Anderson. Salvo Horizonte Final y la primera de Resident Evil, el resto de su producción se ha movido entre la medianía y el cutrerío más absoluto. Soldier bordea estas dos categorías.

El máximo reclamo de Soldier es su protagonista, Kurt Russell, pero también hay otras caras conocidas. Jason Isaacs (El patriota, Harry Potter) y Sean Pertwee (Horizonte Final, Equilibrium, Gotham) también forman parte del reparto, aunque en su caso es distinto, pues si bien son caras conocidas para los cinéfilos y seriéfilos, ese reconocimiento les vendría después.

Soldier es una película de ciencia ficción de serie B. En un universo distópico que sirve de trasfondo para la historia, Kurt Russell interpreta el personaje de un sodado. Como en Un mundo feliz, de Huxley, los soldados son escogidos para esta labor mediante la selección genética y el condicionamiento psicológico desde su nacimiento. Así pues, el personaje de Russell es un autómata que nunca cuestiona las órdenes de sus sueriores y que siempre cumple las misiones que le encomiendan. Hasta que llega el día en el que en una prueba se tiene que enfrentar a una nueva generación de soldados, más fanáticos, más obedientes y más fuertes que él y sus compañeros. Dado por muerto, su cuerpo, junto a más desperdicios, es abandonado en un planeta usado como vertedero. Allí aprenderá a relacionarse con otras personas y a sentir algo que hasta ese momento nunca había experimentado: empatía. Pero su vida feliz no podía durar mucho, ya que el planeta es marcado como uno de los objetivos del ejército, y Russell se verá obligado a luchar contra sus compañeros para proteger a sus nuevos amigos.

Fue un rotundo fracaso de taquilla, ya que aunque serie B, el presupuesto de la película fue de más de 60 millones de los cuales apenas recuperó 14. Soldier, en cierto sentido, fue una película prematura, con unos efectos digitales que lucen como un capítulo de Más allá del límite. Sólo unos años después el CGI avanzó una barbaridad, con efectos digitales mucho más realistas y mucho más baratos de producir. Unido a una trama bastante desaprovechada, lo único rescatable de la película es Kurt Russell haciendo de Kurt Russell.