Lo que sorprende de In Time es la importante crítica social, nada disimulada, que tiene la película. Y digo que sorprende porque nadie imaginaría que una película de Hollywood protagonizada por el entonces famoso Justin Timberlake tuviese un mensaje revolucionario como pocas veces se ha visto por esos lares. Siempre ha existido un Hollywood izquierdista, cada vez más débil y menos influyente, pero ahí está: el Espartaco de Kirk Douglas, Las uvas de la ira de John Ford... y ahora In Time.

In Time es una distopía ambientada en un futuro cercano donde la inmortalidad y la eterna juventud es una realidad. Claro que un descubrimiento de ese calado, en mano de las élites, tiene graves consecuencias. La moneda de cambio ha dejado de ser el dinero. Ahora el valor de cambio es el tiempo. Cada persona tiene en el dorso de un brazo un indicador de tiempo que se activa a los 25 años. A partir de entonces necesitas trabajar para conseguir más tiempo, si no lo consigues, mueres. La mayoría de la población vive segregada en guetos. La minoría privilegiada, prácticamente inmortal, lleva una vida a todo tren sustentada en el robo del tiempo de la mayoría sometida. Justin Timberlake es un joven obrero que ve morir a su madre cuando se le agota el tiempo en su marcador, lo que servirá de toma de conciencia de clase. La casualidad hará que consiga una ingente cantidad de tiempo en su marcador, lo que le permitirá acceder al sitio donde vive la minoría privilegiada y acabar son sus privilegios.

El lastre de la película es la trama romántica. Andrew Niccol no consigue equilibrar satisfactoriamente crítica social y ciertas concesiones comerciales. En Gattaca, película que también dirigió, estos elementos están mucho mejor llevados. Las actuaciones, sin ser espectaculares, cumplen. In Time, en definitiva, es una película entretenida que hace reflexionar.

Siempre que oigo hablar de Justin Timberlake pienso en esta canción...