Poco se puede decir a estas alturas de George Romero y de su cine. A Romero, por si hay algún despistado, le debemos la popularización del arquetipo de zombi en la cultura popular. También, en gran medida, le debemos una de las reflexiones que luego se harían muy populares dentro del género: el verdadero enemigo no son los zombis, son las personas. Algo que estará muy presente en su filmografía y en esta película, El día de los muertos.
La película narra la historia de un grupo de supervivientes de la plaga zombi que viven en una vieja base militar. El grupo está compuesto por personal científico, encargado de buscar una cura a la plaga, y por personal militar, encargado de la seguridad de los primeros. Desde el principio se mostrarán las desavenencias entre estos dos grupos y el desastre final al que acaban conduciendo a los personajes.

Después de La noche de los muertos vivientes y de El amanecer de los muertos, El día de los muertos venía a cerrar esta trilogía. Cada una responde a una etapa y a un momento histórico distinto, siendo esta última la más pesimista de las tres. Estrenada en 1985, en plena era Reagan, Romero critica el militarismo, el autoritarismo, pero, sobre todo, critica el individualismo. Como en Están vivos, de John Carpenter, ese individualismo es un instrumento de los poderosos para alienar a la sociedad, haciéndoles creer que están solos.
Tampoco podemos perder de vista que El día de los muertos es una película violenta con alto contenido en gore, con evisceramientos y amputaciones varias; vamos, pura serie B ochentera. Ha tenido, como el resto de obras de Romero, una gran influencia posterior y, a pesar de los años, sigue siendo una película muy entretenida.