Eduardo Mendoza vuelve en esta quinta entrega, El secreto de la modelo extraviada, con uno de sus personajes más memorables: el detective sin nombre. En 1979 publicaba el primer libro de la saga, El misterio de la cripta embrujada, mitad parodia y mitad crónica social de la Barcelona de finales de los setenta. Unos años más terde, en 1982, Mendoza volvería a la carga con El laberinto de la aceitunas. Habría que esperar al nuevo siglo para leer las nuevas aventuras de este personaje, La aventura del tocador de señoras, El enredo de la bolsa y la vida y la última entrega, El secreto de la modelo extraviada.

El detective sin nombre se ve envuelto en en otro misterio, el asesinato de una modelo, que le llevará a recorrer las calles de la Barcelona de los bajos fondos, haciendo acto de presencia algunos de los personajes presentes en otros lbros, como el comisario Flores, el subteniente Asbarats, etc. Esta nueva novela tiene la particularidad de dividirse en dos partes: la primera ambientada en los años ochenta y la segunda en la actualidad, con la intención de conectar ambos mundos a través de la crisis, la de entonces y la de ahora, y de servir de contraste entre dos mundos también distintos pero con semejanzas.

Eduardo Mendoza comentaba en una entrevista a medidados de los dos mil que ya no tenía ambición por escribir una gran novela. Es importante esta afirmación para entender este libro, más alimenticio que otra cosa. Mendoza, no hay que olvidarlo, es el autor de novelas como La verdad sobre el caso Savolta o El año del diluvio. En un momento determinado de su carrera, decide optar por la novela ligera, que vende bien y le da de comer, algo por otra parte totalmente legítimo. El secreto de la modelo extraviada entra dentro de esta categoría.

A Mendoza se le puede imputar el mismo fallo que a Ibáñez y a sus tebeos, que se han quedado anclados en un determinado momento del pasado. Lo que entonces era novedosos y estaba bien reflejado, ahora suena hueco y viejo. La decisión de ambientar gran parte de la novela en los años ochenta seguramente responda a esta cuestión, ya que para Mendoza es más cómodo hablar de algo que conoce de buena mano que hablar de oídas.

El secreto de la modelo extraviada sigue siendo una novela divertida, ligera, de las que se leen en dos tardes, pero que adolece de la frescura de otras entregas. Ya en El enredo de la bolsa y la vida dio muestras de agotamiento, y esta última novela lo confirma, perdiendo su caracter de parodia y optando por la pura farsa. Además, se marca un deus ex machina brutal y poco creíble para resolver el misterio.