En la boca del miedo se puede definir como un intento de John Carpenter de poner imágenes a lo inefable. Estrenada en 1995, no es la primera película que se acerca al universo de Lovecraft, pues su influencia se puede rastrear en cientos de series y películas, pero sí es una de las pocas que sale bien parada de ese viaje a la locura que es acercarse a la obra de Lovecraft. El estilo descriptivo del escritor, sus personajes planos y la escasez de diálogos, no facilitan la adaptación de su obra a la gran pantalla. ¿Cómo mostrar en imágenes lo que no puede ser descrito con palabras? El horror cósmico, con su pureza, pocas veces lo hemos visto bien representado en el cine.
La película narra la historia de un investigador privado especializado en fraudes, John Trent, contratado para buscar a Sutter Cane, exitoso novelista de terror desaparecido. Su editorial quiere dar con su paradero ya que es su gran fuente de ingresos. Sam Neill, que venía del éxito de Jurassic Park, interpreta al investigador John Trent. Le acompaña en la búsqueda de Cane su editora, Linda Styles. Ambos llegan a un pueblo, Hobb's End, en el que nada es lo que parece, donde descubren a Cane y su oscuro secreto. Al principio Trent es escéptico, pero tendrá que admitir que no hay una explicación racional a lo que ocurre. No se trata de una ingeniosa campaña publicitaria de la editorial, se trata del horror mismo.
La historia mezcla realidad y ficción, confundiéndose ambas y confundiendo a los personajes, en especial a Trent, que inicia un viaje que acaba en locura. Sutter Cane se ha convertido en el dios-escritor del Romanticismo, un pequeño dios con la capacidad de hacer real todo lo que escribe. Pero no le sale gratis. Cane es el profeta de los antiguos, dioses desterrados de nuestra dimensión que le susurran para que gracias a sus escritos se difumine la línea que separa realidad y ficción, sólo así podrán volver a nuestro mundo. La clave, como le dice Cane a Trent, está en la fe. Si eres capaz de creer en algo, se hará realidad. Los antiguos necesitan creyentes.
Como viene siendo habitual en el cine de Carpenter, En la boca del miedo posee una atmósfera enrarecida de pesadilla. Hay escenas que se repiten, como el bucle de la carretera, que conduce a Trent una y otra vez al mismo punto de Hobb's End cuando intenta escapar en coche, o el hombre de la bicicleta. En La cosa los protagonistas estaban atrapados en una base científica en la Antártida, en En la boca del miedo lo están en Hobb's End. La sensación de claustrofobia va paralela al desmoronamiento de la realidad.
Así escribo entradas en el blog
El conocimiento, como en la obra de Lovecraft, conduce a la locura. Incluso aparece un libro, el último escrito por Cane, que tiene el poder del Necronomicón de Lovecraft. Si lo lees, te vuelves loco. Conforme avanza la trama, John Trent se volverá creyente acercándose al terrible conocimiento que le revela Cane: no tiene libre albedrío, es un mero títere en manos del dios-escritor. Trent intenta rebelarse contra su autor, pero no puede. Todo está ya escrito, él sólo tiene que cumplir con el papel que le han asignado. Por eso, cuando se desata el apocalipsis y escapa del psiquiátrico, entra en un cine para ver la película basada en el último libro de Cane, el que te vuelve loco.
Sin tele y sin cerveza Homer pierde la cabeza
En la boca del miedo, pese a ser estrenada a mediados de los noventa, es de estética ochentera. La narración, la historia, los efectos especiales... Quizá por eso no llegó a funcionar bien en taquilla, con un público que ya estaba a otra cosa. Es una de las películas más redondas de Carpenter, aunque no termine de rematar la faena. Con esta película cerraba Carpenter su trilogía del apocalipsis y ponía broche final a su carrera cinematográfica, que ya no volvería a brillar al mismo nivel en sus siguientes trabajos.