Malpertuis quizá es la obra más conocida del autor belga de terror Jean Ray. En general bastante desconocido en nuestro país, di con el autor gracias a varios blogs y a las benditas librerías de viejo, donde todavía se pueden conseguir las viejas aventuras de Harry Dickson, un remedo descarado de Sherlock Holmes, que en nuestro país publicó la editorial Júcar en la década de los setenta. Publicada en 1943, Malpertuis es heredera de Hodgson y del gótico americano, mezclando este estilo con el fantástico y, en ocasiones, el thriller. Un pastiche, en el buen sentido de la palabra, que convierte a Jean Ray en uno de los mejores autores del género.

Malpertuis juega al engaño, comenzando como una novela gótica de fantasmas y casa encantada para acabar convirtiéndose en una tragedia griega. El elemento fantástico soprende por inesperado y por original.  Malpertuis, el nombre de la casa del tío Cassave, es el espacio donde tiene lugar la fusión de esos dos elementos. El universo pagano de los dioses del olimpo se encuentra encerrado en Malpertuis, como una suerte de Olimpo infernal contemporáneo.

La herencia de Cassave es la casa de Malpertuis y una herencia que sólo será para el único habitante vivo de la casa; o matrimonio. La pérdida de libertad individual que esto supone, sobre todo para el protagonista, Jean-Jacques, generando un ambiente claustrofófico a lo largo de toda la novela. También será Jean-Jacques el héroe involuntario de esta tragedia, y como tal, acabará aplastado por su destino.

El giro fundamental de la novela es la introducción del elemento pagano que suponen los dioses griegos del Olimpo. O al menos del resto de los dioses moribundos que se han logrado salvar. De esta manera se conecta el principio de la novela, una búsqueda marítima de un objeto, con el resto de la historia, una vez que la verdad es revelada. Malpertuis es el punto en el que coinciden lo extraño y lo fantástico.