Es difícil superar una de las obras cumbre de Stanley Kubrick, 2001: Una odisea del espacio, por eso Peter Hyams, director de la secuela, no lo intenta. La distancia que separa a una película de otra, más de 15 años, determina el tono y la forma que da Hyams a su película. También el tono y la forma de la novela en la que está basada, la secuela que Clarke publicó en 1982, determinan 2010: The Year we Made Contact.

La película se sitúa nueve años después de los hechos de 2001: Una odisea del espacio. Tras el fracaso de la misión Discovery, un equipo formado por estadounidenses y soviéticos parte hacia Júpiter para investigar lo sucedido y averiguar más sobre el monolito que orbita alrededor del planeta. La tripulación de la expedición tendrá que hacer frente a las tensiones existentes entre sus gobiernos y unir fuerzas para regresar sanos y salvos a la Tierra.

2010: The Year we Made Contact es más racional, menos filosófica y especulativa que 2001: Una odisea del espacio. Eso, que dio tanto juego a Kubrick en su versión cinematográfica, es el principal elemnto diferenciador entre una y otra. El momento lisérgico final de 2001: Una odisea del espacio no tiene cabida en su secuela, mucha más racional y preocupada por explicar hasta el más mínimo detalle al espectador.

Hyams, que venía de dirigir Atmósfera cero y Capricornio Uno, demostraba su buen hacer tras las cámaras con esta secuela que no pretendía competir con su antecesora. Si el principal miedo era que el público no entendiera la película, Hyams aclaraba hasta el último de los aspectos poco claros de la saga.