Es difícil quedarse con una sola temporada de Fringe, principalmente porque los mejores arcos argumentales están distribuidos entre dos temporadas: la última mitad de la segunda temporada y el principio de la tercera. Esto no quiere decir que cada temporada, analizada por un todo, no sea buena. Temporadas largas de veintidós capítulos obligan a dividir la temporada en varios arcos argumentales, y no todos son igual de divertidos y entretenidos.

En esta temporada Fringe es completamente autoconsciente de lo que es y lo explota a conciencia. Amplía todavía más su universo dedicando capítulos a los personajes del otro universo, y tiliza la sustitución de nuestra Olivia por la Olivia alternativa para exploraruno de los temas dominantes esta temporada: la identidad. El otro lado es como un espejo, solo que este espejo devuelve una imagen distinta, con variaciones apenas perceptibles a la vista, pero profundas.

Nueve capítulos, casi la mitad de la temporada, están dedicados al arco argumental de la infiltración de la otra Olivia en nuestro universo. Es un acierto por parte de los guionistas no querer alrgar másla trama. La otra mitad relata las heridas que deja esta sustitución de una Olivia por otro y la historia de Peter y la máquina.

El otro universo da mucho juego. Es como El doctor Jekyll y el señor Hyde, o al menos eso parece al principio, pero a medida que los vamos conociendo más descubrimos que no son malos per se, que hacen las cosas porque su mundo está a punto de ser destruido. El caso más claro el de Walternativo, que hace lo que hace porque un día Walter le robó a su hijo y abrió una brecha en el universo que amenaza con tragarse a su mundo.

Esta tercera es la temporada donde finalmente Peter y Olivia acaban juntos, pero también es la temporada que nos ofrece un capítulo ambientado en 2026 y donde comienza, como en Perdidos, a desbarrar con saltos y líneas temporales. Es el final el que acaba marcando el devenir de un Fringe sin tanta frescura que todavía aguantaría dos años más en parrilla.