Fringe fue una serie de FOX creada por Abrams, Kurtzman y Orci y estrenada en 2008. Para muchos, el Expediente X del siglo XXI. En su primera temporaza, los primeros capítulos, eso es más cierto que nunca. Abrams tenía claro que la serie tenía que ser una mezcla entre procedimental y arco serializado, aprovechando los capítulos autoconclusivos para ampliar el universo de Fringe, conectándolos de alguna manera con la trama principal.

La presentación de Fringe en su episodio piloto no podía dejarte más frío, con un reparto que salvo por Lance Reddick (The Wire) y Joshua Jackson (Dawson Crece) era bastante desconocido y una historia que no terminaba de funcionar. Era todo demasiado mecánico, lleno de tópicos, sin acabar de arrancar. Y lo peor de todo es que la cosa no mejoraba en los siguientes capítulos. Hasta que todo, poco a poco, cambió. No hay un momento preciso, pero el desarrollo de la mitología de la serie (los observadores, el patrón, etc.) y sobre todo la actuación de John Noble, que lo más conocido que había hecho hasta entonces era interpretar al senescal de Gondor en El señor de los anillos, elevan la serie a otro nivel.

A partir de aquí spoilers de la primera temporada:

La primera temporada, con 20 capítulos, dio para mucho. Olivia Dunham, agente del FBI, trabaja en una oficina, la División Fringe, dedicada a investigar fenómenos inexplicables relacionados con una ciencia poco ortodoxa. Para resolver los casos contará con la ayuda de Walter Bishop, un científico loco recluido en un sanatorio durante 17 años, y su hijo, Peter Bishop, estafador reconvertido a consultor civil y tutor legal de Walter. A lo largo de la temporada tanto los personajes como la historia, plana en un principio, fueron adquiriendo aristas, una forma poliédrica. El Patrón, su origen y su conexión con los capítulos autoconclusivos, que cada vez se van haciendo más complejos, hacen que la serie crezca exponencialmente a cada capítulo.
Fringe es una serie que ofrece respuestas, y lo hace desde la primera temporada. Otras series juegan a plantar misterios y no resolverlos nunca. O resolverlos chapuceramente. Fringe siempre ha sido coherente consigo misma y con el espectador. Durante la primera temporada se plantaban pequeñas semillas, misterios que se iban resolviendo y que culminaban en un último capítulo con otro misterio aún más grande. El cliffhanger final de la primera temporada sigue siendo de mis favoritos. El reunir las piezas, inconexas al principio, en el gran puzle que es la serie en la primera temporada, es uno de los grandes méritos de la serie.
La existencia de un universo alternativo y la revelación de la muerte de Peter cuando era niño van a ser el leitmotiv de la serie a partir de las siguientes temporadas. La primera temporada ofrece momentos de terror, humor, tensión y sorpresa (sobre todo esto último), convirtiendo Fringe en una serie de otra dimensión.