Son incontables las adaptaciones que se han hecho para cine y televisión de la obra narrativa de Stephen King. Entre estas adaptaciones, hay de todo: auténticas joyas como Cadena Perpetua o La milla verde y otras películas que es mejor olvidar. Christine, dirigida por John Carpenter en 1983, es de las menos conocidas. No llega al nivel de La zona muerta, protagonizada por Christopher Walken y dirigida por Cronenberg, que también se estrenó ese mismo año, pero es una película muy entretenida y bien hecha.

Basada en la novela de mismo título de Stephen King, Christine es el nombre de un viejo Plymouth Fury con una caraterística peculiar: dentro de él, se aloja el mismo diablo, poseyendo y llevando a la locura a sus propietarios. Arnie es el típico empollón de instituto de película americana con madre sobreprotectora. Sufre acoso escolar por parte de varios matones y es invisible para el sexo contrario. Cuando compra el viejo Plymouth, se transforma en otra persona.

Con un metraje que se acerca a las dos horas, hay algunas escenas que se podrían haber recortado o eliminado para hacer la película más ágil en algunos tramos. Aún así y pese a no ser la mejor obra de Carpenter, tiene unas cuantas escenas memorables. También destaca el buen hacer de Carpenter detrás de la cámara, los efectos especiales y una banda sonora de clásicos del rock and roll.

Stephen King tiene varios libros sobre adolescentes; uno es Carrie, con esa visión sobre la adolescencia femenina tan dura, y otro es Christine, la versión masculina. La evolución de Arnie a lo largo de la película es lo mejor de la historia. Christine no es una de las mejores películas de Carpenter, tampoco es de las mejores adaptaciones de Stephen King, pero es un buen ejemplo de cine ochentero.