Messiah of Evil (1973) es una película de terror dirigida por Willard Huyck y Gloria Katz. Guionistas y productores de entre otras, Indiana Jones y el templo maldito (1984), también son los responsables de Howard, un nuevo héroe (1986) y de American Graffiti (1973). Tanto Huyck como Katz eran estudiantes de cine, uno en la USC y otra en la UCLA. Una de las amistades de Huyck en la USC fue George Lucas, de ahí las colaboraciones del matrimonio en distintos proyectos de Lucas, como Star Wars (1977) y Asesinatos en la radio (1994). Esta Messiah of Evil es su primera película y la más personal, todavía muy imbuida del espíritu de la época.


A Messiah of Evil se la relaciona con un buen número de películas: El carnaval de las almas (1962), La noche de los muertos vivientes (1968), Imágenes (1972), Amenaza en la sombra (1972), Muertos y enterrados (1982), Phantasma (1979), La niebla (1980), Operación Miedo (1966), Suspiria (1977)... Es fácil encontrar los vínculos y las conexiones entre Messiah of Evil y esas películas, pero creo que si hay que buscar otra película, no que se parezca, sino que explique el momento en el que se rueda y estrena Messiah of Evil, esa es La maldición de los Bishop (1971). Ambas beben del nuevo cine de Hollywood y del cine de guerrilla, una y otra desarrollan una atmósfera de irrealidad y lo hacen con recursos similares, y las dos retratan el final del una época.


Cena de navidad en Umbrella Corporation

Arletty llega al pueblo de Point Dune en busca de su padre, un artista que en sus últimas cartas había hablado de una enfermedad que le acechaba. Al llegar a Point Dune, Arletty se encuentra con un pueblo casi desierto en el que nadie parece conocer quién era su padre ni tampoco su paradero. En esta búsqueda conoce a un grupo de recién llegados encabezados por Thom, un hippie que dice ser un aristócrata portugués, y sus dos acompañantes, Laura y Toni, cazadores de leyendas que también buscan a su padre. Arletty se instala en la casa de su padre, a la que pronto se une el grupo encabezado por Thom. Llegados a este punto, la enfermedad que afectó al padre de Arletty se manifiesta ahora en la propia Arletty: sueños y visiones que se confunden con la realidad, con una voz en off que nos ayuda a seguir los procesos mentales de Arletty, cada vez más deteriorada psicológicamente. Es a veces esta voz en off la que despista un poco, porque no sólo escuchamos a Arletty, también a su padre. Le meten un reverb que a veces  también dejan cuando Arletty habla con otros personajes, contribuyendo a esa confusión entre realidad y sueño.


Cuando zarpa el amor

Cada vez más la atmósfera se va enrareciendo y la película acaba convertida en una pesadilla. A ello contribuyen las escenas rodadas de noche en un pueblo vacío y la cada vez más inestable salud de Arlette, que enloquece por momentos. Poco a poco, según avanza su enfermedad, vamos conociendo más de lo que le pasó a su padre y del secreto que se esconde en Point Dune. Hace cien años un extraño llegó a la costa del pueblo en una noche de luna de sangre. Cien años después, la historia se repite. Hay una secta de zombis a los que les sangran los ojos y que consumen carne humana que quieren desatar el apocalipsis. Point Dune es un pueblo muerto cuya enfermedad se extenderá al resto del mundo. Como en La boca del miedo (1994), lo irreal devora la realidad; lo que era una visita a su padre acaba convertida en una pesadilla sobre el fin del mundo.


Las luces de navidad de Vigo todavía no han llegado a Point Dune

Como bien nos enseñaba La maldición de los Bishop, los urbanitas hippies sólo causan problemas y son una plaga a exterminar. Todo lo de fuera es un organismo extraño, como lo es el padre de Arlette y la propia Arlette. Los sueños rotos de los sesenta se convierten en el cinismo de los setenta, que a su vez alimentará el reaganismo de los ochenta. Como le pasa a Toni cuando quiere dormir y no puede al ver la figura de Harvey Oswald retratada en el mural de la pared de su habitación: toca despertar del sueño. Todo esto con una buena dosis de Lovecraft, una banda sonora electrónica adelantada a su época y un final abierto por falta de presupuesto, hacen de Messiah of Evil una película de culto a reivindicar. Sólo por eso y las escenas del supermercado y la del cine, ya merece la pena verla. Messiah of Evil es lo que pasa cuando pones a dos hippies a rodar una película de terror, que les sale una película de arte y ensayo de terror atmosférico. Ah, y no hay tetas.