Review de 'Colony': vivir bajo una ocupación
Colony es la nueva serie de USA Network, con una trama que mezcla ciencia ficción, drama familiar, política, espionaje... La premisa de la serie parte de una historia ambiantada en una realidad distópica: la ciudad de Los Angeles ha sido ocupada y está rodeada por un muro, vigilado por soldados y una especie de máquinas, cuyo origen desconocemos, ayudándoles. La serie, creada por Ryan Condal y Carlton Cuse, cuenta con un reparto conocido para los aficionados seriéfilos, con Josh Holloway (Lost), Sarah Wayne Callies (The Walking Dead) y Peter Jacobson (House) como protagonistas.
La serie comienza con una escena familiar, los Sullivan reunidos para desayunar. El padre, mecánico, parte hacia el trabajo. Las cosas se complican cuando intenta atravesar el muro oculto en un camión destino a Santa Mónica, donde supuestamente se escuentra su hijo y que no ve desde la ocupación. Hay un atentado terrorista en el checkpoint, todo vuela por los aires y es el único superviviente, siendo capturado por la policía. A partir de aquí todo se complica, y lo que parecía un drama familiar más ambientado en un escenario distópico se revela como una historia con muchos más matices. Descubrimos que Will Sullivan, el padre, en realidad se apellida Bowman, y que no es mecánico, es un militar de las fuerzas especiales especialista en contrainsurgencia. Son estas habilidades las que quiere explotar Alan Snyder, representante político y aspirante a gobernador. Le propone un trato: trabajar para él y ayudarle a acabar con la Resistencia, lo que le reportaría ventajas tanto a su familia como a él, o morir y que su familia sea mandada a «la fábrica», que no se no explica qué es pero intuimos que es un campo de trabajo. Pero hay más giros interesantes en la historia: la mujer de Will, Katie, que en principio no aprueba que su marido se convierta en un colaboracionista, no es quien parece ser: forma parte de la resistencia. Hacia el final del capítulo confiesa a sus compañeros que tanto ella como Will se han convertido en colaboradores de la ocupación, sugiriendo que puede actuar de agente doble, utilizando a su propio marido.
Es de agradecer todos los matices que presenta la serie en su episodio piloto, decantándose más por los grises que por el típico maniqueísmo del blanco o negro. Aunque en un principio se nos presentan a los coloboracionistas como militares y policías con el rostro oculto, deshumanizándolos, la trama da un giro convirtiendo al protagonista en uno de ellos. Todavía no conocemos nada de la ocupación, quién o quiénes son los ocupantes (parece que son extraterrestres, pero no lo sabemos) y por qué se ha producido.
La ocupación ha traído cierta escasez de varios artículos, no sólo alimentarios, también médicos, como la insulina. Como consecuencia de ello, hay un mercado negro del estraperlo, del trueque. También contemplamos la falta de un Estado de derecho, donde puedes ser detenido y condenado arbitrariamente por la autoridad. Y los muros, que junto al toque de queda, impiden la libertad de movimientos. Frente a ello, hay una resistencia que actúa oponiéndose a la ocupación; para unos son terroristas, para otros héroes. Lo que está de fondo, lejos de querer representar otras distopías sobre estados totalitarios (1984 es la más famosa), es la voluntad de representar cómo es la vida en un país ocupado, que nos remite a nuestra realidad más reciente con las ocupaciones de Israel sobre territorios palestinos o la de EEUU sobre Afganistán e Iraq.
De momento, la serie apunta buenas maneras. Veremos si con el tiempo desarrolla todo el potencial que ha mostrado en este primer capítulo, que es mucho.
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