'La mitad sombría', de Stephen King
La mitad sombría es un libro de Stephen King publicado bajo el pseudónimo de Richard Bachman en 1989. Es un intento, por parte de King, de mezclar el tema del doppelgänger (doble o gemelo malvado) con una reflexión sobre el poder creador del artista, capaz de insuflar vida a una de sus creaciones (el verbo hecho carne), mostrándonos el otro lado –oscuro- del sueño americano. Kin narra la historia de Thad Beaumont, que escribe novelas de crímenes bajo el pseudónimo de George Stark. Cuando decide deshacerse del pseudónimo organizando un falso sepelio, éste cobra vida propia y empieza a asesinar del círculo de Thad.
Es una narración irregular, trabada al principio y sin respiro al final. Con El misterio de Salem’s Lot sucedía algo parecido, pero ese comienzo lento estaba justificado: había que colocar todas las piezas sobre el tablero, y eso lleva un tiempo. En “La mitad oscura” todo va a trompicones, un comienzo lento, titubeante, y un desarrollo poco dinámico, que sólo consigue algo de fluidez cuando George Stark se desmelena en plena orgía de asesinatos. Ya es un clásico en Stephen King esos finales atropellados fruto de un deus ex machina.
Stephen King parece decantarse pronto por el terror y apenas hace una reflexión –muy simple- sobre el escritor y su poder creador. Se queda con la idea tan romántica del artista como pequeño dios creador de mundos , en su caso, de mundos de pesadilla. No puedo dejar de pensar en Luna Park, de Bret Easton Ellis, que combina muy bien todos estos elementos en una pesadilla genérica posmoderna, en la alteridad que tanto preocupaba a Julio Cortázar o en el diálogo de Unamuno con su personaje en Niebla.
«Eppur si muove» (y sin embargo se mueve), decía Galileo. Y sin embargo engancha… A pesar de una narración por momentos poco fluida, a pesar de decantarse por lo grotesco, a pesar de despachar cualquier reflexión sobre el papel del escritor hablándonos del lado oscuro del sueño americano, a pesar de los mil y un clichés que utiliza en esta novela, leer La mitad oscura sin pretensiones no es una mala experiencia.
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