'Expediente 39': revisitando 'La Profecía'
Reneé Zellweger, mundialmente famosa por El diario de Bridget Jones y su secuela, interpreta a Emily Jenkins, una trabajadora social pelín intensita y entregada a su trabajo a la que se le encarga un caso de posibles malos tratos a una menor. La familia Sullivan, ya desde el principio, parece rarita. Muy rarita. Y Lilith, la hija, alguien vulnerable a quien proteger. Eso es exactamente lo que hace Emily, interviniendo en el último momento junto a su amigo el detective Barron (un genial Ian 'Swearengen' McShane) y evitando que los padres de Lilith la cocinaran, literalmente, en el horno de casa. El problema de esta primera parte de la película, la gran tara, es que se hace muy largo. Ya sabemos por el tráiler que la película va de una niña diabólica, y toda esa historia sobre unos padres muy malos que maltratan a su hija, no sólo no nos la creemos, sino que es completamente innecesaria. Queremos ver a Lilith hacer cosas diabólicas. Es entonces cuando la película remonta. Un poco.
La segunda parte de la película es otra cosa. O no. Durante esta parte, vemos como una Emily empanada de la vida y desconcertada por varias muertes que ocurren a su alrededor, cuyo origen no es otro que Lilith, empieza a sospechar de ella. Y otra vez estamos en las mismas que al principio. Amaga con el thriller psicológico para acabar en el terror sobrenatural. De nuevo, como en la primera parte, ya sabemos que Lilith es algo más que una niña cabrona y manipuladora. El final, una vez que (por fin) Emily ha comprendido que esa niñita que había acogido en casa es un diablo que se alimenta de la buena voluntad de personas como ella, es la lucha de Emily por deshacerse de ella. Vamos, lo que interon hacer los padres de Lilith hasta que ella les jodió el invento.
Otras películas como La profecía ya trataban el tema de niños diabólicos, por eso la sensación que se te queda despues de ver Expediente 39 es la de déjà vu, la de haberlo visto antes. Borges creía que todas las metáforas ya estaban inventadas, pero aunque todas las metáforas estén inventadas, todavía sigue habiendo una enorme cantidad de combinaciones posibles para sorprender. No se trata de pedir peras al olmo, no esperaba un enfoque original, pero sí cierta solidez en el planteamiento. Expediente 39 tarda demasiado en entrar en materia, y cuando lo hace se embarulla y se pierde.
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