G. K. Chesterton, autor británico, escribió cinco libros de relatos policiales protagonizados por el padre Brown publicados entre 1911 y 1935. Chesterton crea al padre Brown, un curita católico y poca cosa que resuelve crímenes que parecen irresolubles. Aunque parte de otros clásicos del policíaco como el Sherlock Holmes de Doyle, el padre Brown es en cierta forma una parodia del género: el padre Brown se ayuda del método deductivo como Sherlock, pero son sus habilidades para conocer la naturaleza humana, adquiridas gracias a su profesión de cura, las que acaban resolviendo los crímenes.

De fina ironía, los relatos están impregandos de las ideas sobre el cristianismo y luego posteriormente el catolicismo del autor, pero sobre todo, destacan por su humanismo. La ciencia es una cosa fría si no va acompañada del calor humano, y hay cosas que no logra explicar o que nos desvía de las respuestas adecuadas. Decía Antonio Gramsci sobre Chesterton que "el padre Brown es un católico que se burla de la manera mecánica de pensar de los protestantes y el libro es una apología de la Iglesia romana frente a la Iglesia anglicana". El ateo en los relatos del padre Brown siempre es un ser frío y racional.

A pesar de cierto mensaje apologético y de la moralina del autor muy presente en algunos de los relatos, es fácil abstraerse y disfrutar de las narraciones de Chesterton. El padre Brown no sólo está interesado en perseguir el crimen, también está interesado en redimir al criminal, demostrando el humanismo del autor. Algunos de los criminales luego son sus confidentes y ayudantes, como Flambeau, que acaba redimido gracias a la intervención del padre Brown.

Acercarse al padre Brown es entregarse a la tarea de salvar almas descarridas y por el camino disfrutar de la ironía y el buen hacer de Chesterton.