Existen películas que son un parteaguas, hay un antes y un después de ellas. Pasó con Parque Jurásico (1993) y la revolución sobre los efectos digitales que desató. Uno de esos hijos de Parque Jurásico, la trilogía de El señor de los anillos (2001-03), volvió a desatar otra revolución similar. Una de esas películas que se quedó a medio camino fue Gladiador (2000); no llegó a aprovechar todo el potencial de los efectos digitales pero fue suficiente para marcar toda una época, devolviendo la popularidad a un género muerto y enterrado como el de espada y sandalia. Con esa película Ridley Scott puso de moda otra vez el peplum, así como suena. Combinado con la llegada de El señor de los anillos (2000) y el uso del CGI, pronto películas como Braveheart (1995) envejecieron décadas. Así llegaron a los cines El rey Arturo (2004), Troya (2004) y Alejandro Magno (2004). Y con ellas otra multitud de copias como La legión del águila (2011), Centurión (2010) o La última legión (2007), aunque en este caso bajo el influjo de otra película, la 300 (2006) de Zack Snyder.

Había que huir de la fantasía e intentar vender una película histórica, al menos en apariencia. El rey Arturo (2007) fue dirigida por Antoine Fuqua, escrita por David Franzoni —que venía de coescribir Gladiador— y estaba protagonizada por Clive Owen y la por entonces joven estrella, Keira Knightley. 

La película, pese a contar con un presupuesto de 120 millones de dólares, se ve mucho más barata que Troya y Alejandro Magno, todas del mismo año. La primera contó con 185 millones de presupuesto, la segunda con 155. Son cantidades mayores, pero tampoco tan significativas para justificar lo pobre que se ve El rey Arturo. El diseño de producción no es muy allá, la fotografía tampoco luce bien, salvo, inexplicablemente, algunos primeros planos que parecen de otra película. Y tampoco hay un CGI exagerado. El rey Arturo parece una película rodada cuatro años antes, sin la influencia de El señor de los anillos. También sufrió de censura por parte de los directivos, que obligaron al director a eliminar la sangre y las escenas más violentas de la película para hacerla adecuada a una calificación PG-13. Chorradas como que la flecha que aparece clavada en la cabeza de un actor aparezca ahora clavada en el pecho. En eso se fue parte del presupuesto, no en mejorar lo que había sino en rehacerlo para que fuera apto para un público adolescente. Vas sumando cosas, y lo que debería de haber sido una película de aventuras sin más pretensiones, acabó recibiendo tan malas críticas que no acabó de funcionar muy bien en taquilla.

Daryl cazando zombis en The Walking Dead

Luego la película también tuvo sus fallos propios, no todo es culpa de unos malvados directivos y de un público analfabeto que no sabe lo que quiere. Sí, hay planos aéreos y mucha grúa al principio de la peli, que se nota que hay pasta, pero también hay un guion ridículo que intenta soplar y sorber a la vez. Quieren alejarse de la leyenda y acercarse a un supuesto personaje histórico real, pero Merlín es una especie de Saruman/Gandalf y Ginebra es representada como una Legolas femenina con arco. ¿En qué quedamos? Luego está esa problemática ideología británica: la invasión romana. Sucede lo mismo en España, que los fenicios vinieron a la península, luego los griegos, los romanos, los visigodos... pero lo de los musulmanes fue una invasión. En ese intento de hacer del rey Arturo un personaje histórico real lo acaban convirtiendo en un britón defensor de la libertad. Arturo es britón, ni invasor romano ni sajón. Le faltó hacer balconing en Mallorca.

Profesional, muy profesional

La película también ha tenido una vida posterior: no se ha convertido en un clásico de culto, ni mucho menos, pero ha dejado unos cuantos titulares. Keira Kightley denunció cómo se usó Photoshop para aumentarle los pechos en el póster oficial de la película. Cosas que sucedían hace poco más de dos décadas y que hoy nos parecen aberrantes. También está el bromance entre Hugh Dancy y Mads Mikkelsen que se anticipaba a Hannibal (2013), serie de la que serían protagonistas una década después. Y luego está el propio personaje que interpreta Mads Mikkelsen, Tristan, una suerte de Aragorn, del que no tengo pruebas pero tampoco dudas, que influyó en la creación del personaje de Daryl Dixon en The Walking Dead (2010). No hay que olvidar que Daryl no aparecía en los cómics. Tristan es un personaje así con pelo largo grasiento, mal afeitado, experto rastreador y en el tiro con arco... ¿nos suena de algo?


Troya (2004) está dirigida por Wolfgang Petersen, escrita por Daniel Benioff y protagonizada por Brad Pitt, acompañado de un reparto que incluyó grandes nombres como Eric Bana, Legolas Orlando Bloom y Brian Cox. Además, Sean Bean no muere en la película. 

La película es como ver un accidente a cámara lenta. Accidente del que todo el mundo se desentiende y culpa a Petersen. Troya fue un proyecto que ruló por los estudios y fue ofrecido a varios directores, entre ellos Terry Gilliam y Christopher Nolan, hasta que aceptó el encargo Petersen. Algo bastante común, por otra parte. La película contó con unos 185 millones de presupuesto y recaudó casi 500, convirtiéndose en un éxito de taquilla, pero obtuvo tan malas críticas que Petersen salió escaldado. Un Petersen que venía de dirigir Air Force One (1997) con Harrison Ford y La tormenta perfecta (2000) con George Clooney, ambas éxitos de taquilla.

¿Qué lastró Troya? Porque la película tenía pasta y además luce de lujo. Así como El rey Arturo se ve barata, vacía, con decorados de cartón piedra y un diseño de producción algo pobre, Troya es todo lo contrario: mucho plano aéreo, batallas de grandes multitudes, escenarios realistas, peleas bien coreografiadas... La película falla en ser la nada más insulsa. Aquí los directivos volvieron a meter mano eliminando todo rastro de violencia y sexo, además de convertir a Aquiles en un personaje de videojuego y obviar su relación con Patroclo, porque cómo va a ser gay si lo interpreta Brad Pitt. Los palos de la crítica que se llevó la peli no gustaron a algunos miembros del reparto, como Brad Pitt, que la tachó de comercial, o Peter O'Toole, que se queja de salir poco, culpando a Petersen. Luego está Orlando Bloom, que es tonto y debería de dar gracias, con lo malísimo actor que es.

Brad Pitt imitando a Enrique Bunbury en el gesto de morderse los carrillos para parecer intenso

La película cae del lado de la épica de El señor de los anillos, con héroes peleando en grandes batallas. Y la verdad es que Petersen consigue algo bien difícil, como que luzcan bien esos héroes y esas batallas a plena luz del día. Hay un trabajo importante en fotografía para recrear esa luz mediterránea. También anda por ahí metido Nigel Phelps en diseño de producción. Phelps, nombre no muy conocido, es el responsable del diseño de la Gotham de Tim Burton, por ejemplo. Las armaduras y las armas, cómo brillan y cómo lucen, son responsabilidad suya. El diseño de vestuario es cosa de Bob Ringwood, también responsable del vestuario en la Batman de Burton, además de participar en Excalibur (1981) y Dune (1984). Por eso la película se ve tan bien.

El desembarco de Normandía

Me parece injusto que cuando las críticas son malas se atice al director, como Brad Pitt diciendo «Bueno, yo sólo pasaba por aquí». Pero eso tampoco significa que Petersen, el director, no tenga responsabilidad en esas críticas. La decisión de condensar diez años de guerra en unos días es cosa suya, porque poner un cartelito que diga al espectador «2 años después en Troya» consideraba que le iba a despistar. Así que si la película es un cascarón vacío, tampoco es culpa sólo de unos directivos imbéciles.

Como película forma parte de una época, la inaugurada por la caída de las Torres Gemelas en 2001. El rey Arturo hablaba de invasiones y libertad. Troya va por el sentido contrario: una denuncia de la guerra, con el rey Agamenón representado como un rey déspota y con Aquiles como guerrero egoísta casi hasta el final. Por boca de Petersen, el presidente Bush es Agamenón y Troya el horror de la guerra de Irak. El problema es que lo visual, ese atractivo diseño de producción, se come el mensaje. El imperialismo, el sufrimiento, el horror, el uso de la fuerza para resolver conflictos... todo está en la película, pero te acabas fijando más en cómo brillan las armaduras.


Alejandro Magno (2004) está escrita y dirigida por Oliver Stone, en colaboración con Christopher Kyle y Laeta Kalogridis, y cuenta con un reparto de grandes nombres encabezado por Colin Farrell, Val Kilmer, Angelina Jolie, Anthony Hopkins y Jared Leto. Si El rey Arturo y Troya son un aprovechar la moda del momento por parte de los estudios de Hollywood, Alejandro Magno es una obra de autor. La visión personal de Oliver Stone, tan fascinado desde siempre por el poder y los grandes nombres.

En Troya Petersen no quería que el espectador se perdiera o se distrajera, por eso condensó la acción de la guerra de Troya en unos días. Oliver Stone es más de «sujétame ese cubata». La película es un constante ir y venir a través de la biografía de Alejandro: ahora te cuenta un episodio de la infancia, luego la batalla de Gaugamela, luego vuelve a la adolescencia, y así toda la película. Y funciona. Ni te acabas perdiendo ni te distraes; o igual sí te pierdes un poco, porque la película fue un fracaso de taquilla, siendo uno de los filmes de Stone en los que el estudio acabó perdiendo dinero. Las críticas se merendaron la película a cuenta de la narrativa fragmentada y de los monólogos grandilocuentes que salpican toda la película. Como El rey Arturo y Troya ha tenido distintas versiones y montajes, pero la diferencia es que en Alejandro Magno no hubo imposiciones del estudio en cuanto a sexo y violencia. Hay violencia, sexo y Alejandro es retratado tanto con hombres como con mujeres. Los distintos montajes se deben a esa visión autoral de Stone, en busca de una mayor fluidez en la narración. Así que minipunto para Stone en este apartado.

La película trata de ser rigurosa históricamente, y aunque cuenta con un apartado visual apabullante, este pasa a un segundo plano con Stone centrándose más en el desarrollo psicológico de los personajes. Porque aquí los personajes son más que un NPC, una cáscara vacía; los personajes tienen vida propia. Alejandro está caracterizado como líder ambicioso, egoísta muchas veces, mesiánico y manipulador en su relación con sus compañeros. Quizás es en lo que falla la película, en combinar estos dos elementos, la épica de lo narrado y la psicología de los personajes. Porque Oliver Stone es un puto loco. Vista en versión original, la parte del reparto que interpreta personajes macedonios usa un acento entre irlandés y raruno, en contraste con los personajes griegos, con acento británico estándar. Se supone que quería recrear a los macedonios como pueblo semibárbaro. Luego está Angelina Jolie, que dice que intentaba imitar el acento albanés. Claro que sí, cariño.

Alejandro Magno también tiene algo que decir de su época. Alejandro dirige sus ejércitos hacia Asia para conquistar Persia, como EEUU lo hace para invadir Irak y Afganistán. Alejandro lleva el helenismo a Asia, EEUU la democracia. A diferencia del 300 de Zack Snyder, el otro no aparece retratado como monstruo. Aunque en descargo de Snyder hay que decir que esa visión del oriental como inhumano ya estaba en el cómic de Frank Miller. No deja de ser curiosa la perspectiva que te da el tiempo para analizar el pasado. 

En unos años vais a hacer burpees, a daros duchas frías y a tradear con criptomonedas

A pesar de llamar a esta entrada «La tarrina de los cedés» y de tener copia piratilla de las tres películas, llegué a ver Troya y Alejandro Magno en el cine. De esa época en la que ibas al cine sin saber qué ver y lo decidías momentos antes de comprar las entradas. El cine de Antoine Fuqua nunca me ha interesado, siendo como es el director de confianza de Denzel Washington, señor que me da bastante pereza —aunque camine mejor que nadie, como bien señala Joaquín Reyes—. Por contra, el cine de Wolfgang Petersen sí me ha interesado más: ha dirigido una de mis pelis de culto favoritas de los ochenta, Enemigo mío (1985). Y luego está Oliver Stone, responsable de The Doors (1991), película para adolescentes flipaos que tocan en una banda de rock. Sí, llegué a saberme todos los diálogos de la película de memoria.

¿Qué pasa hoy 21 de noviembre de 2025? Que Repion saca disco. Vaya turra voy a dar.