La película llega ya cuando el cine de terror comercial iniciaba su declive, especialmente el subgénero del
. El policía maníaco imita a los asesinos sobrenaturales de sagas como
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. Luego está Larry Cohen, que además de guionista ha dirigido pelis de culto como
(1990).
En Maniac Cop un asesino vestido como policía anda suelto por las calles de Nueva York. Las autoridades intentan en un primer momento obviar la posibilidad de que el asesino sea realmente uno de los suyos, un policía. McCrae, personaje interpretado por Atkins, es el encargado de investigar los asesinatos. Aquí Cohen se marca un Psicosis, haciendo de McCrae el protagonista de la película hasta el tercio final, donde el personaje de Campbell, el agente Jack Forrest, que hasta entonces sólo era un falso culpable, retoma la investigación de los asesinatos.
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Uno de los aciertos de la película es la de presentar a este asesino sobrenatural siempre entre sombras, envuelto en misterio. Se desvela su identidad y parte de su pasado, pero poca cosa: todo es funcional a la trama de la película. Durante gran parte de la película sólo vemos su figura ataviada con el uniforme de policía, pero no su cara, que intuimos desfigurada como sus manos. El uso de guantes blancos es un guiño a los gialli italianos de los setenta. El ocultar casi siempre su rostro bajo sombras cumple la función de convertirlo en un ente sobrenatural y aterrador.
Maniac Cop fue un fracaso en cines, pero se convirtió en un éxito de videoclub. Gracias a esa segunda vida en VHS llegó
Maniac Cop 2 (1990). Más o menos el grueso del equipo de la primera película es el responsable de la secuela, con Lustig dirigiendo y Cohen en el guion.
Si en la primera película Bruce Campbell pasaba de secundario a protagonista, en Maniac Cop 2 todo apunta a que va a ser protagonista desde el principio. Otro engaño más de Cohen y Lustig, que se ventilan al personaje que interpreta Campbell en el primer tercio de la película, centrándose en la nueva pareja protagonista de esta entrega: Robert Davie y Claudia Christian. Davie interpreta al detective Sean McKinney, con su sombrero, gabardina y cigarro colgado del labio, y Christian da vida a la psicóloga policial Susan Riley. Juntos se encargarán de investigar y de dar caza a los dos asesinos que están aterrorizando Nueva York: el policía maníaco y el asesino de bailarinas.
Como en la primera película, acierta en mezclar el slasher con el terror urbano, tan en boga a finales de los setenta y durante los ochenta. El deterioro de los servicios públicos y de las condiciones materiales en las ciudades estadounidenses llevó a que estas vivieran auténticas olas de criminalidad. Cordell, el policía maníaco, es un producto típico de esta época, víctima y a su vez victimario. En esta secuela su presencia y caracterización es más monstruosa, también es un agente activo, que le lleva a aliarse con otro asesino en serie. La película contó con un presupuesto mayor a su predecesora, luce en todo mejor, y se gasta ese extra de dinero en más y mejores escenas de acción. Hasta cierto punto, recuerda a títulos de acción del cine de Honk Kong: entorno urbano muy violento.
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La parte negativa de la película es la de mostrar al monstruo: Cordell se pasó la primera película entre sombras, a través de las cuales a penas atisbamos su rostro desfigurado. En la secuela Cordell sale de esas sombras mostrando un rostro cadavérico y desfigurado. Igual sucede con llevar la película más hacia el terreno de la acción. Cordell se olvida por momentos de su porra-cuchillo para dominar las armas de fuego, convertido en un monstruo sobrenatural prácticamente invencible. Las víctimas sólo sobreviven porque, por algún motivo, Cordell prefiere dejarlas vivir. Otro cambio respecto a Cordell es el referente a su pasado. En la primera es un policía condenado por su brutalidad. Eficiente pero molesto para los de arriba cuando esa brutalidad llega a los medios. En esta secuela Cordell es un policía ejemplar que es condenado y encerrado por investigar los chanchullos de los de arriba.
Con Maniac Cop 2 ya estaríamos, ¿no? Pues en eso una nueva compañía adquirió los derechos de la saga y llegó Maniac Cop 3: Badge of Silence (1992), lanzada directamente en vídeo sin pasar por las salas de cine. Larry Cohen escribió un guion que no gustó demasiado a los directivos de la compañía, que tampoco quisieron pagarle el dinero que pedía por una reescritura, así que acabó saliendo del proyecto. William Lustig tampoco andaba muy contento con el proyecto, que acabó abandonando antes de finalizar y firmó con pseudónimo. Joel Soisson tuvo que acabar de dirigir la película, que tampoco firmó con su nombre.
Lustig dejó el proyecto cuando se dieron cuenta de que tenían poco más de cincuenta minutos de película y había que escribir y dirigir nuevas escenas, de lo que se ocupó Soisson. También fueron un poco perros y aprovecharon metraje de las anteriores películas, dando como resultado una película hecha de insertos bastante mal integrados con lo ya rodado.
El motivo de Maniac Cop siempre fue el de un crossover de Frankenstein con The French Connection. Es la historia de Cordell, un policía brutal y eficaz que acaba juzgado y condenado cuando descubre las conexiones entre el hampa y sus jefes. Asesinado en prisión por los que ayudó a encarcelar, vuelve a la vida convertido en ese Frankenstein urbano que siembra el terror en Nueva York. La idea de Cohen para esta tercera entrega era la de buscarle una novia a este Frankenstein moderno. Para ello, Cordell, muerto y enterrado con honores en la anterior entrega, es resucitado por un brujo vudú. ¿Por qué? Porque patatas. Ahora Cordell, que asesinó a su novia en la primera película, quiere una chati. La afortunada es una policía apodada maniac Katie, que es herida en un tiroteo y acaba en en estado vegetativo en el hospital.
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La película se sostiene gracias a Robert Davie, que vuelve a interpretar al detective Sean McKinney. Como nota curiosa, aparece Robert Forster con un pequeño papel. No hay datos sobre presupuestos ni ganancias, pero Maniac Cop 3 destila falta de dinero por todos lados, sobre todo comparada con la anterior y sus grandes escenas de acción; toda la pasta se va en las escenas finales, con un Cordell ardiendo persiguiendo con su coche la ambulancia donde va McKinney. También pierde parte de ese encanto urbano que tenía, el de un Frankenstein policía suelto por la ciudad de Nueva York, introduciendo un tema como el de la manipulación mediática un poco porque sí.
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Con tanta madera podemos hacer una hoguera
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La franquicia Maniac Cop (1988-92) no es tan bien conocida y famosa como otras sagas de terror de los ochenta, sobre todo si hablamos de las secuelas. Parte de un concepto interesante, el del policía Frankenstein, a veces no muy bien ejecutado. En cualquier caso, se aleja de los slashers típicos de los ochenta, aunque cuente con su propio monstruo particular. Afortunadamente, Maniac Cop se ha salvado, por el momento, de un remake o reboot. Lo que nunca cambia es la máxima de «mucha policía, poca diversión».
But I will come for you in the evening, ragged and bleeding
Shaking my gold like a tambourine
A bouquet of brambles, all twisted and tangled
I'll make you sing for me, I'll make you scream
Everybody dance
Everybody sing
Everybody move
Everybody scream
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