Silent Night está escrita y dirigida por la británica Camille Griffin. Como en el caso de Elle Callahan, que viene del mundo del sonido y los efectos especiales, Camille Griffin es camarógrafa y clapper loader, y esta Silent Night es su primer largometraje después de haber dirigido una serie de cortos a principios de los dos mil. Dedicarte profesionalmente al mundo del cine no es garantía de saber dirigir una película, como ser escritor, que se lo digan a Stephen King, tampoco es garantía de saber contar historias en la gran pantalla. Camille Griffin o la antes mencionada Elle Callahan son el ejemplo contrario: saben dirigir y en el caso de Griffin es un escándalo lo bien que lo hace.

Con Keira Knightley, Matthew Goode y Roman Griffin Davies (nota rosa: Roman es hijo de Camille Griffin) como protagonistas, Silent Night es la historia de la última noche en la Tierra de un grupo de amigos y familiares. Debido a algún tipo de catástrofe ecológica que no se llega a explicar del todo, la naturaleza responde con una tormenta que barre todo el planeta y cuyos gases venenosos son letales para todos los seres. Aquí no hay salida: no hay búnker secreto, planeta B o descubrimiento científico que nos salve de este desastre. Si tienes la suerte de vivir en un país como Reino Unido, el gobierno te proporciona una píldora para que te suicides sin tener que sufrir una muerte agónica por los gases de la tormenta. Pero eso es todo. 

Silent Night empieza como una reunión de viejos amigos para pasar la noche de Navidad en una casa de campo de la campiña inglesa. Poco a poco, y de una manera muy inteligente y a cuentagotas, iremos descubriendo lo que realmente pasa: el fin del mundo y el pacto de suicidio de este grupo de amigos. Todo este drama está muy bien mezclado con el retrato y sátira de este grupo de amigos, que representan a las élites y británicas, y con el humor negro, negrísimo, del que hace gala Silent Night. Roman Griffin Davies, que hizo un papelón en Jojo Rabbit, aquí lo vuelve a bordar en el papel de niño cabrón que dice tacos. Porque si hay humor en esta película, también hay drama, y mucho. Silent Night aborda de una manera realista este fin del mundo, empezando por el suicidio. No hay nada más contra natura que el suicidio,  e ir contra nuestro instinto de preservación plantea muchas preguntas en la película. Como la decisión de matar a tus propios hijos. O como el reparto inútil de culpas intergeneracional: los adultos, con su estilo de vida, han acabado con el planeta, y son los jóvenes los que pagan también las consecuencias; pero en última instancia todo da igual, porque todo perece. Si buscar culpables no funciona tampoco lo hace el querer engañarse y pensar que todo es una mentira de los medios de comunicación, una gran conspiración. Por todo esto, por su tratamiento realista de un apocalipsis, como en el caso de La carretera de Cormac McCarthy, Silent Night es una película dura. Me puedo creer que el gobierno haga envíos de cápsulas para suicidarse porque el gobierno me envía todas las semanas varias cajas de test laterales para el coronavirus.

2021 ha sido el año de meterse palitos por la nariz y la garganta

Aunque no veamos las consecuencias del apocalipsis más allá de este grupo de amigos, no es difícil imaginarse cómo este afecta a la sociedad. Como en Hijos de los hombres, sólo nos queda juntarnos con nuestros seres queridos, beber y bailar para sobrellevar lo mejor posible nuestros últimos momentos en la Tierra e intentar reunir el valor suficiente para acabar con nuestras vidas. Y si de paso nos echamos unas risas, pues mejor que mejor. Siempre he pensado que la banda sonora del fin del mundo debería de ser una canción de Muse o de Nick Cave, pero pensándolo mejor, qué mejor manera de despedirse de la existencia, después de unos pacharanes y unas sidras, que hacerlo bailando y cantando Mi gran noche de Raphael.