Dean Koontz es un escritor conocido sobre todo por dedicarse al género del terror y, aunque conocido y reconocido a partir del auge del género a mediados de los setenta, publicó su primera novela en los sesenta. En España todavía está asociado por varias generaciones al terror ochentero y noventero que invadió las librerías y secciones de libros de los supermercados. A parte de la referencia obvia a Stephen King, otros compañeros de generación y estantería fueron Jack Ketchum, James Herbert y Robert McCammon, siendo Koontz uno de los más populares.


Fantasmas empieza con la llegada de Jenny Paige y su hermana adolescente al pueblo de Snowfield, donde la primera ejerce como médica. Después de la muerte de su madre, Jenny se hace cargo de su hermana y se la lleva a vivir con ella a Snowfield. Cuando llegan al pueblo, descubren a la asistenta muerta, cuyo cadáver muestra un aspecto extraño. Deciden investigar un poco más y descubren que todos los habitantes de Snowfield han sido asesinados o han desaparecido. Paralelamente a esto, vemos en acción al sherriff Bryce Hammond y a sus hombres desenmascarando a un asesino en la sala de interrogatorios. Esta es la primera parte de la novela y creo que la más interesante, donde todavía no sabemos qué ha pasado. Las calles vacías de una ciudad, por muy pequeña que sea, siguen produciendo en el ser humano ese sentimiento de soledad y de inquietud, desde El día de los trífidos, a Ensayo sobre la ceguera, pasando por La nube púrpura o 28 días después, descubrirse solo o casi solo como Jenny y Lisa en Snowfield, es un inicio de la novela muy potente. En la segunda parte de la novela confluyen estos dos grupos de personajes y un tercero en una especie de Diez negritos mientras investigan lo que ha podido suceder con los habitantes del pueblo. La tercera parte, cuando se descubre el misterio, y el epílogo posterior, son lo más flojo de la novela.


El fin de las artes figurativas con las vanguardias de principios de siglo o el Posmodernismo en la novela, son una forma de emanciparse del arte popular y de las clases populares. Por ello, la cultura de masas casi siempre ha sido despreciada por las élites. Tampoco hay que creerse que todo aquello que sea popular es bueno o tiene calidad (lo siento, Lenore). En realidad suele suceder todo lo contrario: hay mucha mierda. Y así pasa con los bestsellers en literatura; o con los blockbuster en cine. Fantasmas es un bestseller de manual, con sus personajes arquetípicos y con una historia y una narración bastante convencionales. Y no es malo, porque funciona. Ahora bien, no es de los mejores bestseller de terror ni de lejos. La primera parte de la novela funciona muy bien y se lee como un tiro para ir deshinchándose poco a poco y acabar con un final edulcorado propio de un telefilm de sobremesa de Antena 3. Es la historia de siempre, el bien contra el mal, personajes moralmente intachables o absolutamente deleznables enfrentándose a su destino. Sabiendo esto de antemano, creo que es como más se puede disfrutar de esta novela. También sabiendo que hay mejores novelas y que a lo mejor es preferible optar por otra lectura que nos satisfaga más.


En España la obra de Dean Koontz ha sido ampliamente traducida, y esta Fantasmas, originalmente publicada en 1983, es un buen ejemplo de ello. Traducida por Martínez Roca en 1988, es una de las novelas más populares del escritor. Fruto de ello es la película de 1998 con guion del propio Koontz, donde sacó las tijeras de podar para recortar las tramas y los personajes más prescindibles de la novela. Una película que cuenta Liev Schreiber y Ben Affleck en su casting y que es un buen ejemplo de lo que es la novela: no es una gran obra del séptimo arte, ni siquiera una buena película de terror, pero se deja ver y a ratos es entretenida. Como un capítulo de Expediente X.


Koontz, D. (1988). Fantasmas, Martínez Roca.