Jug Face es una película de terror dirigida y escrita por Chad Crawford Kinkle y estrenada en 2013. Está protagonizada por Sean Bridgers y Lauren Ashley Carter, que un par de años antes habían coincidido en el reparto de The Woman, película de Lucky McKee, a la postre productor ejecutivo de esta película. Jug Face es una película muy pequeña, una producción con muy poco dinero que supuso el debut en la dirección de Chad Crawford Kinkle. Un director que desde entonces sólo ha dirigido otro largometraje más, Dementer, con menos recorrido y suerte que Jug Face.


Jug Face narra la historia de una comunidad de rednecks que viven en un bosque y que adoran a una criatura primigenia que vive en un pozo de barro. Esta criatura exige un sacrificio humano cada poco tiempo, y la comunidad debe de satisfacer esta necesidad. El ritual que rodea este sacrificio es la parte más original de la película: la criatura se manifiesta a través de un elegido, que en trance, moldea una especie de botijo de barro con una cara. Es esa cara la del elegido o elegida para el sacrificio, que debe de aceptar voluntariamente.


Lauren Ashley Carter interpreta el papel de Ada, una joven que se acuesta con su hermano y que descubre que está embarazada. Las cosas se complican para ella aún más cuando uno de los jóvenes de la comunidad pide su mano a su padre, que se la concede. El papel de la mujer en esta comunidad es el de tener hijos y cuidar de ellos y el marido. Por su puesto, se tiene que casar virgen y tiene que pasar un examen del que se ocuparán otras mujeres de la comunidad para certificarlo. Su hermano la abandona por miedo a ser castigado y acude a su único amigo Dawai, el personaje interpretado por Sam Bridgers, que es el encargado de fabricar estas jarras de barro con la cara de la víctima elegida por la criatura del pozo. Por si no tuviera ya suficientes problemas, allí descubre que la próxima jarra llevará su cara, y decide robarla y esconderla. Esto enfurecerá a la criatura, que empezará a asesinar a miembros de la comunidad indiscriminadamente. También creará problemas para Dawai, que al entrar en trance cuando fabrica estas jarras, nunca sabe el rostro de la víctima hasta que no las saca del horno donde se están cociendo. Al ser robada antes de sacarla del horno, tendrá que fabricar otra jarra con una víctima aleatoria. Como está enamorado de Ada, decide que el próximo rostro sea el de su prometido. Este es el nudo de la historia que tienen que resolver Ada y Dawai.


En poco más de ochenta minutos Chad Crawford Kinkle nos lleva de la mano por una historia a ratos entretenida, a ratos original, con toques de humor y llena de inconsistencias. La comunidad adora a la criatura del pozo porque esta cuida de ellos. Aceptan sacrificar miembros de su comunidad y vivir en el bosque porque esperan ciertas ventajas en retorno. El problema es que la única ventaja que se nos muestra en la película es que "el pozo los sana cuando están enfermos". A lo mejor te cura una gripe, pero no una caries, porque la mayoría de miembros de la comunidad van desdentados por la vida. Por no hablar del tipo de vidas que llevan, viviendo en la miserie en autocaravanas o casas prefabricadas en mitad de un bosque. No le acabo yo de ver las ventajas de ser adoradores de esa criatura. Luego hay otra parte, que entiendo que es por los escasos medios, que apenas está desarrollada en la película, que es la comunidad. A penas se muestran media docena de personajes y no llegamos a conocer su funcionamienta y sus ritos, más allá del sacrificio humano.


Jug Face es una película capaz de hablar de temas duros y complicados con una ligereza envidiable. Ada es una mujer joven que vive en una secta, que está embarazada de su hermano porque se acuesta con él voluntariamente y que no tan voluntariamente acepta una vida de sometimiento a un marido no elegido. Y lo que podría ser un dramón, se convierte casi en una comedia con los personajes bosque arriba y bosque abajo a cuenta de la criatura, la jarra escondida y el sacrificio. Si tenemos en cuenta eso, que esta película no es Midsommar ni lo pretende, que tiene pocos medios y que sólo quiere contar una historia pequeñita, se disfruta bastante. Y la banda sonora de Sean Spillane también está chula.