Miedo en la ciudad de los muertos vivientes es una película del italiano Lucio Fulci, la primera de su trilogía Las puertas del infierno. Aunque lo de trilogía hay que cogerlo con pinzas: como con Edgar Wright y su trilogía del Cornetto, las películas de Fulci pueden verse independientemente unas de otras. El hilo argumental que las conecta es muy débil. Grabadas con la participación de casi el mismo equipo, con Fabio Frizzi ocupándose del aspecto sonoro, Dardano Sacchetti al guion y Catriona MacColl como actriz protagonista, Miedo en la ciudad de los muertos vivientes se estrenó en 1980, siendo la primera de esta trilogía. Antecede a El más allá y a Aquella casa al lado del cementerio.

La película arranca con una sesión de séance donde una médium tiene la visión de un cura suicidándose en el cementerio de un pequeño pueblo. Esto hace que las puertas del infierno se abran. Si no se cierran antes del día de Todos los Santos, llegará el apocalipsis. La visión causa la aparente muerte de la médium, siendo enterrada vida. Gracias a un periodista que investiga el caso, se salva del entierro prematuro y parten juntos hacia Dunwich, el pequeño pueblo de Nueva Inglaterra donde el cura se suicidó.

La película tiene algunos elementos lovecraftianos, como siempre un poco de aquí y otro poco de allá. El principal es Dunwich y Nueva Inglaterra, pero también un libro prohibido, que es este caso es El libro de Enoch. También la idea de esas puertas del infierno está más relacionada con una suerte de horror cósmico, de abrir un portal a otra dimensión, que del infierno cristiano. Hay zombis, aunque Fulci inventa una nueva categoría: están los zombis de Romero, los clásicos del vudú, los nosonzombissoninfectados de 28 días después y los zombis/aparecidos de Fulci, se que teletransportan de un lado a otro. Como el cura muerto: tiene la habilidad de aparecerse donde y cuando quiera. También tiene un superpoder: si te mira fijamente te hace sangrar por los ojos y vomitar tus propias vísceras. 

He visto ingleses con peor cara los domingos


Como casi todo el cine de Fulci, lo suyo no son los guiones coherentes. Por falta de medios, por falta de talento y sobre todo porque lo de Fulci es otro estilo. Se apoya en lo visual, en escenas extremadamente violentas en las que no se ahorra ni un detalle, para crear terror y asco, generando una atmósfera enfermiza. Aparece un personaje con alguna tara mental y pajillero en el garaje de una casa, intentando ocultarse de la muchedumbre que lo culpa de los crímenes cometidos en el pueblo. Es descubierto por la hija del matrimonio que vive en la casa, y deciden relajarse fumándose unos porros. Aparece el padre y acaba asesinando al pajillero con un taladro, en una de las escenas más recordadas de la película. El porqué de esta escena da igual. Como da igual saber por qué se suicida el cura en primer lugar. Lo que conecta las distintas escenas de la película es ese ambiente malsano que cada vez se va haciendo más presente en el pueblo de Dunwich.

Cuando te dicen de quedar pero al final te dejan colgado

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes no es la mejor película de Fulci, pero están presentes todos los elementos de su cine. Con un equipo muy pequeño, rodó cinco películas en poco más de dos años, incluidas las tres de la trilogía de Las puertas del infierno. No es un director de cine de guerrilla, pero se acerca bastante a esa categoría: bajísimos presupuesto, pocos medios y tiempos de rodaje escasísimos. Todo lo que dirigía tenía que hacerlo de manera rápida y eficiente, así que casi puede considerarse un milagro que fuera capaz de sacar adelante proyectos tan interesantes como este. Además cuenta con un final que aunque no tan sugestivo y onírico como el de El más allá, por lo abrupto e inesperado es de los que no se olvidan. Como volver de la guerra en el vagón de los mutilados.