'Lost', sexta temporada
Se suele hablar mucho del final de Lost, que genera mucha división entre los fans, pero en general se olvida de donde viene. Desde la tercera temporada la serie entró en una huida hacia delante, tremendamente entretenida por momentos, pero bastante incoherente e incosistente con el relato de las primeras temporadas. Viajes en el tiempo con unas reglas que se incumplen cuando es necesario, reglas sobre la isla que cambian según convenga en ese momento... la coherencia interna de la historia hace tiempo que se convirtió en un animal mitológico para los guinistas de Lost.
La serie tenía algún toque místico al principio, sobre todo en el personaje de John Locke, pero con el devenir del tiempo esta característica se hizo más importante hasta abarcarlo (casi) todo. La idea del destino y su conflicto sobre el libre albedrío de los habitantes de la isla hace tiempo que flotaba en el ambiento. Unido al maniqueísmo en el que cayó la serie en estas últimas temporadas, se puso demasiado intensa, tomándose demasiado en serio y bordeando el ridículo en muchas ocasiones. ¿La excusa argumental? Ahora la isla es un lugar sagrado que hay que proteger, la luz no debe caer en malas manos. Al hacer girar todo sobre esta premisa, muchas explicaciones a los misterios de la isla son bastante frágiles, cando no directamente infumables.
La sexta temporada fue el punto y final de una serie que empezó siendo algo bastante distinto a como acabó. El misterio se usó como excusa para contar una historia maniquea sobre redencionel personales en medio de un debate sobre el libre albedrío. El final de Lost, siendo bastante mejorable, es coherente con esta etapa final de la serie. Lo que desluce a la serie no es el final, son los derroteros que tomó temporadas atrás.
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