El Golem, publicado por primera vez en 1915, es la obra más conocida del austríaco Gustav Meyrink y uno de los libros más importantes de la tradición del fantástico europeo.  Nacido en 1868 en Viena, le tocó vivir uno de los periodos históricos más convulsos de la historia europea, una época de grandes cambios que se ve reflejada en su obra. Comparte su gusto por el fantástico con otros autores austríacos de la época como Leo Perutz, Alexander Lernet-Holenia y Hans Karl Strobl, el alemán Hanns Heinz Ewers, el checo Karel Capek y el polaco Stefan Grabinski. Cada uno con su estilo particular, pero compartiendo ese gusto por el género fantástico que fue tan importante en Europa durante esos años.

Si Hanns Heinz Ewers tiene espíritu de viejo roquero, Gustav Meyrink sería el equivalente beatnik de la escuela austríaca. Un hippie antes de los hippies que a principios del siglo XX ya le daba a las drogas, hacía yoga, practicaba espiritismo y predicaba a los cuatro vientos sus dotes como clarividente. Una atribulada vida que le llevó a visitar la cárcel y los bajos fondos de esa sociedad centroeuropea que se despertaría del sueño de la Belle Époque de una manera abrupta.

El Golem recoge las obsesiones del autor sobre la cábala, la alquimia, el esoterismo y el simbolismo en una reformulación de los mitos clásicos judíos. El sueño y el inconsciente son otras formas de acceder al conocimiento y a la verdad, que como esa casa que sólo aparece a una hora determinada en mitad de la niebla del gueto de Praga, amenazan con acabar con nuestra realidad. Casi de manera fragmentaria, vamos conociendo más sobre el maestro Pernath, un tallador de gemas judío que ha perdido su memoria sobre el pasado. Poco a poco, vamos conociendo más sobre este personaje, a la vez que la realidad se torna más borrosa y lo onírico va tomando presencia en el relato. Si conocimiento y recuerdo son lo mismo, Pernath, que sometido a hipnosis olvidó una parte de su pasado, sólo es un fragmento de sí mismo, le faltan piezas para llegar a ser un individuo completo. Al igual que el gólem, una figura de barro animada por una palabra mágica introducida en su boca, Pernath y los habitantes del gueto judío de Praga están animados por deseos y pasiones que, una vez muertas, les conducen a su destrucción.

En El Golem existe una confusión de identidades y un olvido del pasado histórico y personal que confieren a la novela ese tono etéreo y espectral. El gólem no es la criatura de la tradición judía, sino un símbolo que vuelve recurrentemente a hacer su aparición en la vida de la comunidad. El sueño dentro de otro sueño, algo que gustaba mucho a Borges, gran admirador de esta obra, dota a esta obra de un carácter onírico, donde lo irracional acaba siendo la norma. Algo que comparten otras obras como Marte en Aries de Lernet-Holenia, con ese escenario de guerra espectral, El maestro del Juicio Final de Perutz, donde se confunden realidad y ficción o El hombre que fue Jueves de Chesterton, donde ya no se sabe quién es el enemigo, y que anticipa un movimiento artístico de gran importancia que ha llegado hasta nuestros días como el Expresionismo alemán. Pintura, literatura, cine, música, arquitectura... contamina todas las artes.

En castellano no nos podemos quejar de traducciones y ediciones de El Golem. La mejor de todas, de largo, es la de Valdemar, que también tiene en su catálogo otras obras del autor. Algo que para los que no hablamos alemán, es de agradecer. A mí, después de releer El Golem, me han entrado ganas de leer más cosas de este autor, del que apenas conozco uno o dos relatos.

Meyrink, G. (2011). El Golem. Valdemar.
Lernet-Holenia, A. (2010). Marte en Aries. Minúscula.
Perutz, Leo (2017). El maestro del Juicio Final. Libros el Asteroide.
Capek, K. (2010). La krakatita. El Olivo Azul.
Capek, K. (2019).  La guerra de las salamandras. Libros el Zorro Rojo.
Grabinski, S. (2017). El demonio del movimiento y otros relatos de la zona oscura. Valdemar.
Strobl, H. K. (2016). Lemuria: Cuentos extraños y malditos. Valdemar.
Ewers, H. H. (2014). La araña y otros cuentos macabros y siniestros. Valdemar.