Rituals es una película canadiense de supervivencia y terror dirigida por Peter Carter y escrita por Ian Sutherland. Uno venía de la televisión y el otro se estrenaba como guionista, firman en esta Rituals la que es sin duda su mejor obra. Tampoco hay mucho donde rascar. En el reparto destacan algunas caras conocidas de la televisión de la época, especialmente Hal Holbrook, fallecido el año pasado y cuyo rostro podemos reconocer en multitud de producciones. Pero también está por ahí Lawrance Dane, menos reconocible que Holbrook pero que se ha prodigado mucho por series de televisión y la serie B.

A mediados de los sesenta comenzó el movimiento del nuevo Hollywood, un cine más visceral, violento, alejado muchas veces del realismo. Nacido de la contracultura de esa década, se libera de los tabúes del Hollywood clásico. Deliverance de 1972, o Defensa, como se tituló en España, es una película que exploraba estas nuevas fronteras y creaba/popularizaba un subgénero nuevo: el del terror rural. Sin ella, difícilmente habría habido La matanza de Texas dos años después y no hubiésemos podido disfrutar este año de esa joya de Ti West que es X. Toda esta parrafada para explicar que Rituals es un exploitation de Deliverance canadiense, que lo de copiar no sólo está reservado a los italianos o a los chinos.

Rituals es la historia de cinco amigos médicos que se reúnen cada año para hacer un viaje. En vez de irse a Las Vegas para apostar en el casino, acostarse con prostitutas y jugar al golf, deciden pasar unos días de acampada en el rincón más recóndito de Ontario. El bosque es un sitio aislado al que no ha llegado la civilización al que se accede en hidroavión. Como en Largo fin de semana (1978), la naturaleza, al principio idílica y bucólica, se convierte en un elemento amenazante y peligroso. Después del primer día de acampada, las botas desaparecen. Algo en apariencia sin importancia, la desaparición de unas botas, amenaza la supervivencia del grupo en este bosque. Y ese algo o alguien que ha hecho desaparecer sus botas comienza a acecharles.

Aunque la realización de la película tiene más de telefilme que de cine independiente, el valor de Rituals está más en el fondo que en la forma. Los personajes, en vez de colaborar por sobrevivir, empiezan a pelearse entre ellos y tienen que enfrentarse a difíciles decisiones morales. Están en territorio virgen, no existe más ley que la que ellos hagan. La película juega muy bien a despistar, porque no es hasta el final que aclara el carácter sobrenatural o no al que se enfrentan los personajes. Hay una escena en la que los personajes se despiertan para ver clavada en una pica la cabeza de un ciervo que me recuerda a la primera El proyecto de la bruja de Blair y que resulta muy inquietante. Convertir la naturaleza en algo amenazante es muy Algernon Blackwood y emparenta muy bien con el cine de género australiano de la década. También es un acierto ese pasado al que aluden los personajes y que parece que es lo que les persigue pero que sigue sin estar claro. Porque hasta el final no hay avistamientos del enemigo. Huyen de algo invisible a través de un medio hostil, sin el equipo adecuado y peleándose entre ellos. ¿Qué podría salir mal?

Que Rituals bebe de Deliverance es innegable, cosa que no me parece mala per se, como también es innegable que aporta una visión personal. Y a mí es esto último lo que me interesa. Rituals no es un slasher aunque al final tiene algo de eso. Como también tiene mucho de thriller y de cine de supervivencia. También, aunque a su manera, explota esa idea de que en determinadas condiciones una persona hará cualquier cosa para sobrevivir. Lo hemos visto convertido en tropo habitual en películas como Deliverance, Perros de paja o The Descent. Pero sobre todo hay dos cosas que me gustan mucho de la película: que sean médicos y fumen como carreteros y que al principio de la película estén discutiendo sobre montar una clínica de alargamiento de penes. Eso sí, sabed que después de ver Rituals te entran ganas de ver Bahía de sangre, Navidades negras, Pánico antes del amanecer Las colinas tienen ojos en un bucle de películas de grano gordo del que es difícil salir.