¡Por la derecha no, por la izquierda!
 

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y descartando otras opciones como las Shetland y Córcega, este año tocó Gales. Y será por el cambio climático, por potra o por ambas cosas, pero como el año pasado en Escocia, disfrutamos de cielos despejados y bastante sol; tanto sol que casi me quemo. Y al igual que no nos encontramos con bandas de forajidos y zombis en Escocia el año pasado, tampoco tuvimos la suerte este año en Gales de dar con la dama del lago y los caballeros del rey Arturo. ¿Dónde se habrán metido? Porque una de las cosas más chulas de este país, Reino Unido, es el folclore popular. Están las tres hermanas que desafiaron la prohibición religiosa de trabajar el domingo y por esta transgresión se convirtieron en piedra. Tres rocas en lo alto de una colina que bajan todos los años al valle y que si tienes la desgracia de verlas moverse vendrán a por ti. Una leyenda que encontré reformulada hace poco en uno de los relatos que componen You'll Know When You Get There, el libro de la estadounidense Linda E. Rucker. También hay ecos de Lisa Tuttle y Ramsey Campbell.


¿Os acordáis de Flipper?
Gales, como Escocia e Inglaterra, es una sucesión de franquicias y centros comerciales. Algo que en España comenzó a suceder no hace muchos años y que aquí lleva décadas, que es la sustitución del comercio local y de proximidad por grandes franquicias. Un poco por eso evitamos las grandes ciudades. Sí, pasamos por la capital, Cardiff, pero no por Newport y Swansea. Como en Escocia y el norte de Inglaterra, son ciudades con un pasado industrial que buscan reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Así pudimos ver pueblos dedicados al turismo estival completamente desiertos en octubre. Como decían en este artículo de The Guardian, los pueblos de la costa se están convirtiendo en parques temáticos para ricos.

De Cardiff al Snowdon, pasando por Hay-on-Wye y Merthyr Tydfil, atravesamos Gales de sur a norte subiendo por la costa. A pesar de esa homogeneidad imperante y cada vez más preocupante, Gales tiene muchas cosas que ofrecer al viajero. Sus parques nacionales es una: el parque nacional de Brecon Beacons con Hay-on-Wye, el pueblo con más librerías por habitante del mundo, está muy bien para perderse haciendo una ruta por la montaña y acabar el día en una casa de té tradicional de cualquier pequeño pueblo. O el parque nacional de Pembrokeshire, también al sur, de Tenby hasta Saint David's, uno de los pueblos más preciosos del país, con su catedral y su palacio episcopal de postal de ensueño. Ya en el norte tenemos el parque nacional de Snowdonia y la isla de Anglesey, que como Finisterre en Galicia dispone del pequeño pueblo de Holyhead, el fin del mundo galés. La isla dentro de la isla dentro de la isla. ¿Cómo te quedas, Christopher Nolan? Otra de las cosas que ofrece Gales en esta época del año es paz y sosiego para disfrutar de sus paisajes de colinas sin árboles.


¿Que qué nos han dado los normandos?

Como en Escocia el año pasado y como en Mánchester en el día a día, en Gales siguen insistiendo en hablar un idioma ligeramente parecido al inglés, motivo de equívocos de divertidas consecuencias, como ir a pedir dos cervezas de marcas locales y acabar bebiendo cerveza elaborada en EEUU. Este año hubo pocas interacciones con autóctonos, más reservados y menos amables que en Escocia. También pudimos observar que el turismo en Gales, en general, es turismo interno: ingleses, sobre todo en esa época del año, parejas de jubilados y familias con pasta. Si en Escocia han podido mantener sus tradiciones vivas frente al vecino del sur, en Gales todo queda más impostado: como el Madrid que todo lo engulle, Gales se ha vaciado y ha quedado como decorado turístico para los ingleses.


Encrucijada donde Robert Johnson vendió su alma al diablo


Gales es un buen destino de vacaciones si te gusta caminar por el monte y las actividades al aire libre, también resulta muy interesante sumergirse en su historia y estudiar sus leyendas y mitos, que como sucede por estas tierras, están muy bien aprovechados. Hay rutas para ir en bici, puedes hacer rafting en sus ríos y lagos, también disponen de un montón de actividades para familias con niños pequeños y en definitiva, es un buen lugar para perderse y disfrutar de sus cielos encapotados o, si tienes la suerte que tuvimos, de ese toldo azul al que llaman cielo, que diría Wilde. Y sin ser muy aficionado a El señor de los anillos o a la obra de Tolkien en general, resulta muy difícil no pensar en La comarca y los hobbits.

Como la meseta leonesa y castellana pero con mar


Para mí, que llevo ya casi cuatro años en esta isla y que he desarrollado una relación de amor-odio con mi país de acogida, Gales me ayuda a reconciliarme con esta tierra y con un país cada vez más cerrado en sí mismo y lleno de prejuicios al diferente. Me encantan su literatura y algunas de sus manifestaciones culturales, sobre todo musicales, y quizás si no fuera por el hecho de vivir en el país, no me hubiese planteado visitar Gales, pero no me arrepiento del viaje. Y bebimos cerveza a £1,49 la pinta. ¡A £1,49! Eso sí, casi imposible encontrar marcas locales. Para eso ya está el hermano mayor, Inglaterra. 

Nada mejor para bajar el fish & chips de la cena que un paseo por el cementerio


Durante las casi 1400 millas (o casi tres millones de varas castellanas, aquí a tope con las tradiciones) de coche nos acompañaron Suede, Leia Destruye, Wolf Alice, Hurray For the Riff Raff, Franco Battiato, Delaporte y un largo etcétera, una lista de reproducción que amenizó los paisajes galeses. ¿Qué me llevo de Gales? Pues un par de kilos, unas cuantas cervezas trasegadas, un libro de Úrsula K. Le Guin y muy buenos recuerdos. El año que viene toca disfrutar del Goth Weekend de Whitby celebrado en octubre; o de Cuenca.