Los crímenes del museo es una película de terror dirigida por Michael Curtiz y estrenada en 1933. Ahora se habla mucho de los remakes y reboots, pero muchos olvidan que esto no es algo nuevo: Los crímenes del museo de cera,  protagonizada por Vincent Price y dirigida por André de Toth en 1953, es un remake de Los crímenes del museo de 1933. Como tampoco nuevo, aunque no menos sorprendente, es el papel de la mujer en Los crímenes del museo: Glenda Farrell interpreta a Florence, una periodista dicharachera, algo borracha e independiente que va a la caza de la noticia para no ser despedida. En una escena, cuando llega a comisaría para entrevistar a un sospechoso, le pregunta a uno de los policías por su vida sexual. En 1933. El código Hays fue un reglamento que establecía la censura sobre ciertos temas y su tratamiento en el cine estadounidense. Creado en 1930, fue adoptado por todos los grandes estudios de cine en 1934 y estuvo vigente hasta finales de la década de los sesenta, con el advenimiento del nuevo Hollywood, movimiento que renovó el panorama cinematográfico de EEUU. Así pues, casi todo el cine sonoro hasta prácticamente los setenta se rigió por este código, que entre otras cosas, establecía unos roles de género. Por eso sorprende el personaje de Florence en Los crímenes del museo, el de una mujer independiente, fuerte y con trabajo (periodista) que es la protagonista absoluta de la película. Lo de la profesión, periodista, también tiene su importancia. Hubo un subgénero de comedias y dramedias donde los protagonistas eran periodistas. Algo que en los años posteriores trataría el ahora rancio tema de la guerra de sexos, comedias románticas con un humor muy blanco. Y algo de eso hay en Los crímenes del museo, una película de terror, pero también de periodistas investigando con su dosis de comedia. Porque Florence suelta buenos monólogos a lo largo de la película y tiene frases como "You can go to some nice warm place and I don't mean California" que todavía siguen funcionando noventa años después.

Siempre saludaba por las mañanas

Un fracasado escultor dedicado en cuerpo y alma a su trabajo vive en Londres junto a su socio. El negocio, un moseo de cera, no marcha, y su socio decide incendiar el edificio y cobrar la póliza de seguro, pero Ivan Igor, el escultor, se niega a que su obra sea destruida. Pelean y Ivan queda inconsciente dentro del edificio en llamas. Una década después Ivan Igor, inválido en una silla de ruedas y con sus manos destrozadas por el incendio, dirige un grupo de escultores en lo que va a ser la reapertura de su museo de cera en Nueva York. Paralelamente a esta reapertura, se suceden distintos asesinatos y desapariciones de cadáveres. Florence, a punto de ser despedida de su trabajo por su editor, encuentra en este hecho la posible historia que salve su carrera profesional. Decide ponerse a investigar el caso y acaba descubriendo que algunas de las figuras del museo de cera se parecen sorprendentemente a algunas de las víctimas recientes. ¿Qué está sucediendo y cuál es su relación con Ivan Igor y su museo?

Creo que se refiere a Florida, ¿no?

Otra de las cosas sorprendentes de esta película es que está rodada en color. El color en el cine es una técnica que ya se conocía casi desde sus comienzos, pero no era un proceso sencillo y barato. Los crímenes del museo se beneficia de una mejora de esta técnica, denominada proceso 3. De hecho fue la tibia recepción por el público de las películas a color y su costosa conservación lo que hizo que la mayoría de copias se hayan perdido, conservándose sólo las copias en blanco y negro para pases de televisión realizadas en los años cincuenta. Eso explica por qué muchas de esas películas sólo están disponibles en blanco y negro hoy en día y los tonos rojos y verdes de la fotografía, debido a esta primitiva técnica de Technicolor. Salvando las distancias, casi parece que estamos viendo un precursor de lo que luego serían Bava y Argento en los sesenta y setenta.

Londres no ha cambiado tanto en cien años...

Los crímenes del museo también está influenciada por el expresionismo alemán. Al menos en algunos planos. Las primeras escenas ambientadas en un supuesto Londres y los interiores del museo beben mucho de este movimiento alemán, a lo que la fotografía, con esos tonos rojos y verdes, ayuda a crear una atmósfera de irrealidad y pesadilla. Lo cual tampoco debería sorprender tanto porque el director, Michael Curtiz (1886-1962) era austrohúngaro. Un director que ha dirigido una de mis películas favoritas de siempre, Casablanca, y que tiene otros peliculones como Ángeles con caras sucias, con Bogart de secundario de lujo, El capitán Blood y Robin de los bosques, ambas con Errol Flynn de protagonista o Doctor X, otra de terror y ciencia ficción bastante desconocida de su extensa filmografía y que rodó un año antes de Los crímenes del museo

El Michael Myers de los años treinta

Los crímenes del museo es una película muy entretenida, que más allá de la curiosidad, tiene valor por sí misma. El terror es un género muy apegado al presente, lo que nos asusta hoy no tiene por qué hacerlo mañana. Cada década tiene su forma de expresar este terror. Por eso la obra de Lovecraft en literatura o esta Los crímenes del museo tienen tanto valor, porque trascienden su propio tiempo. Mis películas de terror favoritas son las de los setenta y los ochenta, pero de vez en cuando está bien dejarse sorprender. Después de ver la película me han dado ganas de ir a Salamanca a visitar la Casa Lis, el Museo de Art Nouveau y Art Decó; o de ver King Kong