'Rituals' (1977): vacaciones en Ontario y alargamientos de pene
Elizabeth Engstrom es una autora estadounidense de literatura de terror. De la misma generación que Lisa Tuttle y Tanith Lee, empezó a publicar más tarde que éstas, a mediados de los ochenta, y en una cantidad mucho mejor. Forma parte de ese hilo en la historia de la literatura que pasa por Joyce Carol Oates, Angela Carter, Shirley Jackson, Daphne du Maurier y hunde sus raíces hasta llegar a Mary Shelley. La obra de Engstrom, como la de las escritoras anteriormente mencionadas, gira alrededor del misterio, la ciencia ficción y sobre todo del terror.
Charlotte Riddell (1832-1906) fue una escritora británica nacida en Irlanda. Nacida en una familia venida a menos, tras la muerte de su padre encontró en la escritura profesional una forma de ganarse el sustento para ella y su familia. En 1855, después de la muerte de su padre, se mudó a Londres con su madre; tras la muerte de ésta un año después se casó con un personaje algo turbio al que tuvo que mantener.
Ella dijo destruye es el título de una colección de relatos escritos por Nadia Bulkin, indonesia afincada en EEUU. También es su primer libro. Como lleva siendo norma dentro del género casi desde sus inicios, o al menos desde su popularización y comercialización a través de revistas en el siglo XIX, la mejor manera de publicar y darse a conocer para escritores no profesionales es mediante el relato. Es lo que sucede con Nadia Bulkin, ganadora de tres presios Shirley Jackson a mejor relato. Ella dijo destruye incluye esos tres relatos y otros diez más, todos ellos a excepción de uno, exclusivo de esta antología, publicados anteriormente en revistas y antologías del género.
Nemo, Julio Verne y sus movidas |
Nantes bien puede ser el reverso luminoso de una ciudad en otro tiempo industrial. Si como decían en La Guerra de las Galaxias la fuerza existe en equilibrio, Nantes se halla del lado bueno de ésta. Nantes es una ciudad que hasta el siglo pasado fue la capital de Bretaña, y que para evitar rivalidades con la vecina del norte, Rennes, se convirtió en capital de Pays de la Loire. Decisión salomónica que dejó a todos contentos y que no cortó la conexión de Nantes con sus orígenes bretones. Que una cosa son los mapas y otra distinta la gente. Como en casi todo Occidente, especialmente en Europa, la ciudad sufrió una reconversión industrial a partir de los años setenta y ochenta, que la dejó convertida en un erial. Y es a partir de este siglo cuando empieza a levantar cabeza. Como en el caso de Valencia y Bilbao en España, Nantes entra en la posmodernidad como ciudad turística y de servicios. Buen ejemplo de esto es Las máquinas de la isla, atracción turística construida en la Isla de Nantes, antaño hogar de los astilleros de la ciudad. Inaugurada en 2007, Las máquinas de la isla reconvierte un espacio industrial abandonado y deprimido en uno de interés turístico. Lo interesante para los aficionados al fantástico es que las atracciones tienen una estética steampunk, combinando a Julio Verne con Leonardo da Vinci. Me hubiese gustado ver a ese concejal de urbanismo proponiendo esta idea en el pleno municipal.
Efectivamente, a mí de Bretaña sólo me interesan las galettes y la sidra |
El centro histórico de Nantes es el típico de las ciudades francesas tipo Montpellier, Toulouse, Bourdeaux o Lyon: catedral, grandes avenidas, edificios de estilo dieciochesco y tranvía. Merece mucho la pena visitar el castillo de los duques de Bretaña, cuyo interior es el Museo de Historia de Nantes. Pese a que cuenta con muchos y distintos museos e instalaciones culturales, como el de Julio Verne o el planetario, el Museo de Historia de Nantes es el más interesante de todos ellos, junto al Museo de Bellas Artes. Bien construido y equipado, recorreremos la historia de la ciudad a través de varios capítulos, divididos a su vez en varias salas de exposición. Existe un pase que se puede comprar en la oficina de turismo, válido por 24, 48 o 72 horas, para acceder a museos, atracciones culturales y transporte público, pero descubrimos que realmente no es muy necesario. Vas a ir a todos los sitios andando, y salvo que visites todos los museos, no acaba compensando.
Señor@s mayores en Pornic esperando la muerte |
También dio tiempo a un par de excursiones: Trentemoult y Pornic. Trentemoult es un pueblecito cerca de Nantes al que se accede en navibus. El encanto, entre comillas, es que las casas están pintadas de distintos colores y tienen distintos murales en las paredes. Merece la pena por el viaje en barco. Pornic ya es otra cosa, una pequeña ciudad de la costa atlántica, a una hora en tren de Nantes, destino turístico de las clases medias francesas. Eso sí, elegimos malas fechas para visitarlo. El día antes fue fiesta nacional, y entre eso y los veinte grados de temperatura, hicieron que ese sábado estuviera abarrotado. Aún así encontramos sitio para comer, dimos una vuelta, nos tostamos un poco en la playa y visitamos uno de los túmulos megalíticos que se encuentran cerca del pueblo. Que igual he leído mucho terror, pero no encontrarme a una secta pagana realizando rituales de sacrificio al dios sol me decepcionó un poco. ¿Dónde están los druidas cuando uno los necesita? Con tiempo y coche, hay varias rutas que discurren por la costa. Pero eso tendrá que ser en otro momento.
Yo cuando se acaban las vacaciones |
¡Por la derecha no, por la izquierda! |
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y descartando otras opciones como las Shetland y Córcega, este año tocó Gales. Y será por el cambio climático, por potra o por ambas cosas, pero como el año pasado en Escocia, disfrutamos de cielos despejados y bastante sol; tanto sol que casi me quemo. Y al igual que no nos encontramos con bandas de forajidos y zombis en Escocia el año pasado, tampoco tuvimos la suerte este año en Gales de dar con la dama del lago y los caballeros del rey Arturo. ¿Dónde se habrán metido? Porque una de las cosas más chulas de este país, Reino Unido, es el folclore popular. Están las tres hermanas que desafiaron la prohibición religiosa de trabajar el domingo y por esta transgresión se convirtieron en piedra. Tres rocas en lo alto de una colina que bajan todos los años al valle y que si tienes la desgracia de verlas moverse vendrán a por ti. Una leyenda que encontré reformulada hace poco en uno de los relatos que componen You'll Know When You Get There, el libro de la estadounidense Linda E. Rucker. También hay ecos de Lisa Tuttle y Ramsey Campbell.
¿Os acordáis de Flipper? |
De Cardiff al Snowdon, pasando por Hay-on-Wye y Merthyr Tydfil, atravesamos Gales de sur a norte subiendo por la costa. A pesar de esa homogeneidad imperante y cada vez más preocupante, Gales tiene muchas cosas que ofrecer al viajero. Sus parques nacionales es una: el parque nacional de Brecon Beacons con Hay-on-Wye, el pueblo con más librerías por habitante del mundo, está muy bien para perderse haciendo una ruta por la montaña y acabar el día en una casa de té tradicional de cualquier pequeño pueblo. O el parque nacional de Pembrokeshire, también al sur, de Tenby hasta Saint David's, uno de los pueblos más preciosos del país, con su catedral y su palacio episcopal de postal de ensueño. Ya en el norte tenemos el parque nacional de Snowdonia y la isla de Anglesey, que como Finisterre en Galicia dispone del pequeño pueblo de Holyhead, el fin del mundo galés. La isla dentro de la isla dentro de la isla. ¿Cómo te quedas, Christopher Nolan? Otra de las cosas que ofrece Gales en esta época del año es paz y sosiego para disfrutar de sus paisajes de colinas sin árboles.
¿Que qué nos han dado los normandos? |
Como en Escocia el año pasado y como en Mánchester en el día a día, en Gales siguen insistiendo en hablar un idioma ligeramente parecido al inglés, motivo de equívocos de divertidas consecuencias, como ir a pedir dos cervezas de marcas locales y acabar bebiendo cerveza elaborada en EEUU. Este año hubo pocas interacciones con autóctonos, más reservados y menos amables que en Escocia. También pudimos observar que el turismo en Gales, en general, es turismo interno: ingleses, sobre todo en esa época del año, parejas de jubilados y familias con pasta. Si en Escocia han podido mantener sus tradiciones vivas frente al vecino del sur, en Gales todo queda más impostado: como el Madrid que todo lo engulle, Gales se ha vaciado y ha quedado como decorado turístico para los ingleses.
Encrucijada donde Robert Johnson vendió su alma al diablo |
Como la meseta leonesa y castellana pero con mar |
Nada mejor para bajar el fish & chips de la cena que un paseo por el cementerio |