El rojo en los labios es una película belga de terror dirigida por el también belga Harry Kümel y estrenada en 1971. Película que le sirvió para financiar Malpertuis, la adaptación de la obra del también belga Jean Ray y la obra más conocida de Kümel, que se estrenó el mismo año. Si para Malpertuis tuvo la suerte y el dinero para contar con un reparto encabezado por Orson Welles, en El rojo en los labios todo es mucho más modesto, aunque cuenta con la francesa Delphine Seyrig que está magnífica en esta película.

El rojo en los labios es la historia de un matrimonio de recién casados que se hospedan en un hotel fuera de temporada en Ostende. Allí llega, un poco después, la misteriosa condesa húngara Isabel Báthory y su secretaria Ilona. Lo que podemos intuir, ya desde el primer momento, es que algo raro hay en la condesa. El mismo recepcionista del hotel recuerda haberla visto hace cuarenta años en el hotel, con el mismo aspecto. A esto hay que unir los misteriosos crímenes que están teniendo lugar en Brujas, una ciudad cercana, donde aparecen los cadáveres de cuatro jóvenes asesinadas, sin una hota de sangre en el cuerpo. Vamos, que blanco y en botella. La condesa enseguida se ve atraída por Valerie, la joven Mrs. Chilton, e inicia su juego de seducción, que al principio Valerie rechaza. Porque la el joven matrimonio de los Chilton tiene su propia historia. Ella, suiza, y él británico, se han conocido hace poco en Suiza y se han casado hace un día. Es una relación extraña donde ella, joven ingenua y plebeya y él, aristócrata de familia bien y autoritario, se van descubriendo poco a poco. Valerie descubre que su marido, como buen lord inglés, es un sádico y un maltratador al que le excita la violencia y la muerte. Además de un poco tonto. En un momento le llega a decir a la duquesa que "él es un hombre y ella (por Valerie) es mía".

Kümel y la sutilidad de los símbolos fálicos

El rojo en los labios es una película que se aleja de muchos de los tópicos del cine de vampiras lesbianas de la época. Un cine más preocupado en proporcionar material excitante a señoros que en contar una historia de terror. Aunque la sexualidad está presente en la película, y aunque es un poco turbia, juega más la carta de la sensualidad implícita que del sexo explícito, sin que distraiga demasiado de la historia. Una historia que es bien simple. La condesa Báthory quiere a Valerie, y hará todo lo posible por conquistarla. Es como una niña pequeña y caprichosa, quiere que todos la quieran. El rojo en los labios también es una película diferente porque está centrada en esta historia y el horror de ese joven matrimonio, no en el terror de los asesinatos, que salvo el brazo lívido de una víctima cuando se la lleva la ambulancia, no vemos nada. Sí vemos un par de accidentes, con muertes muy chorras, todo hay que decirlo, y poco más. Lo demás es todo subtexto y alegorías más o menos sutiles. Los labios rojo a los que alude el título de la condesa e Ilena y los tropecientos fundidos a rojo son un buen ejemplo.

Las vampiras hacen punto

El rojo en los labios se puede definir como una mezcla entre El cuerpo y el látigo, de Mario Bava, y el cine de Nouvelle Vague francés. La puesta en escena, los diálogos, la fotografía, las imágenes alegóricas y simbólicas, como la tormenta, todo eso contribuye a crear una atmósfera decadente donde la condesa Báthory es la reina. Interpretada por Delphine Seyrig y con un aire a Marlene Dietrich, la condesa acaba controlando todo y a todos, que parecen existir sólo para complacer sus caprichos. En el papel de mujer fatal, Stefan Chilton interpreta el papel de héroe. Un héroe maltratador y violento seducido por el lado más sádico. No quiere salvar a Valerie de la condesa, sólo la quiere porque causarle dolor le da placer. Pero si una cosa nos queda clara en la película es que deshacerse de un cadáver en Bélgica es fácil, demasiado fácil.