TERROR EN LOS BALCANES vol. 1: 'Leptirica' (1973) y 'Variola Vera' (1982)

En este eterno revival en el que estamos inmersos, una suerte de bucle eterno en donde cada año vuelven los ochenta, hay nostálgicos que quieren que vuelva la URSS. Yo puestos a elegir prefiero que vuelvan Yugoslavia, el cantonalismo o Checoslovaquia. Pero como eso parece poco probable, me tengo que conformar con revisitar el cine de esos países extintos.

Leptirica (1973) es un telefilm de la televisión yugoslava y considerado como la primera película de terror producida en ese país. La película está dirigida por Djordje Kadijevic y basada en una historia del escritor y traductor Milovan Glisic. Básicamente se trata de una historia de vampiros enmarcada dentro de la tradición del folclore eslavo, como El viyi de Gógol.

En una aldea de las montañas los trabajadores del molino, necesario para lo producción de pan, aparecen asesinados por un vampiro. Nadie quiere hacerse cargo de ese trabajo. Strahinja, un joven y pobre campesino, piensa abandonar la aldea porque el padre de la mujer que ama rechaza su petición de mano. Será convencido por los hombres de la aldea para que se haga cargo del trabajo en el molino y así poder ahorrar el dinero suficiente para marcharse.

A Belén pastores, debemos marchar ya, que el rey de los reyes ha nacido ya

En poco más de una hora Leptirica presenta y desarrolla una historia basada en el folklore tradicional. El tono, pese a algunos amagos de comedia, como la representación de los granjeros y el cura borracho, es bastante tradicional y se enmarca dentro del gótico. No hay erotismo ni tetas, lo cual para tratarse de una historia de vampiros de los setenta, es todo un prodigio. La realización es modesta, como la película, sin grandes artificios. Y la criatura, que aparece al final, está bastante lograda, con esa caracterización entre hombre lobo y vampiro. En definitiva, una buena película que más allá del valor histórico es entretenida de ver. 

Variola Vera (1982) es una película dirigida por Goran Markovic. Markovic tiene una larga trayectoria en el cine con películas como Tito y yo (1992), con la que ganó el premio a mejor director en San Sebastián. También es conocido por su oposición a Milosevic y recientemente por su apoyo a las protestas estudiantiles serbias, que le ha llevado a ser apartado de la docencia en su país.

Variola Vera narra el último caso de viruela en Europa, más concretamente la cuarentena en un hospital de Belgrado y la gestión de la pandemia por parte del gobierno yugoslavo. En 1972 un peregrino albanokosovar que regresaba de La Meca se contagió de la viruela de regreso a Yugoslavia. Ingresado en un hospital de Belgrado, es atendido por unos médicos que llevaban sin ver la enfermedad más de cuarenta años.

La película comienza con un tono costumbrista de comedia: el médico follarín que va acosando a todas las enfermeras, el enfermo que se lía con una enfermera que le pega la gonorrea, el director de hospital liado con una enfermera, el bedel intentando arreglar la calefacción del hospital y fracasando en cada intento, la doctora joven que es sobrina de un alto cargo y muy pagada de sí misma... Todo esto da un giro cuando el hospital es puesto bajo cuarentena. Un poco como en La peste de Camus, ahí se va viendo la naturaleza humana de cada personaje. El director se encierra en su despacho por miedo a contagiarse, el enfermo de gonorrea se ofrece voluntario para cuidar de otros enfermos de viruela, la enfermera drogadicta se vuelve loca por no encontrar otro chute y en fin, cada persona demuestra de lo que está hecha, sin grandes heroísmos: hay que hacer lo que hay que hacer y no hay nadie más que lo haga por nosotros.

A follar, a follar, que el mundo se va a acabar

Variola Vera es una crítica de Markovic a los totalitarismos y a la manera en la que estos gestionan crisis como una pandemia. También es un canto al humanismo, ese artefacto capaz de vertebrar una época y que ahora está siendo sustituido por el malismo. Dirigida con mucha cámara en mano, tiene ese toque documental que te mete dentro de la historia en seguida. También es bastante liberal en cuanto a mostrar lo que hacen los seres humanos sin tapujos en situaciones así: existen tensiones y tiranteces, pero también un sentido del deber cívico, sin grandes estridencias y de andar por casa, que permite autoorganizarse a los confinados sin que aquello se convierta en la ley de la jungla. Por supuesto hay doctores que fuman y beben, gente que se distrae como puede leyendo novelas eróticas y jugando a las cartas y también mucho sexo. 

Una de las imágenes más duras que verás nunca en una película

Cabría preguntarse qué nos ha dado Yugoslavia, además de unas cuantas guerras y una selección de baloncesto casi imbatible. Pues por de pronto nos ha legado Leptirica, un cuento gótico sobre el folclore local y Variola Vera, una de las mejores películas sobre la naturaleza humana y las pandemias. El cine de Europa del este cuando tenía la oportunidad de brillar lo hacía. Leptirica y Variola Vera son dos buenos ejemplos. Ojalá alguien se interesara por filmar una película sobre el último brote de cólera en España, también a principios de los setenta, que tuvo lugar en Aragón. Igual nos llevábamos las manos a la cabeza por la gestión criminal de las autoridades franquistas. 




'Dantescas: Cuentos de mujeres que descendieron a los infiernos': conversación entre vivas y muertas

A finales de la década pasada y a comienzo de esta han visto la luz la publicación de muchas antologías y estudios recuperando autoras, que bien por descuido o por negligencia, habían sido relegadas de la historia de la literatura. Esta labor ha ido acompañada de la reedición de muchas obras como La Eva fantástica, pequeños oasis en el desierto en décadas pasadas, y también de obras nuevas como esta Dantescas: Cuentos de mujeres que descendieron a los infiernos. Es de agradecer que dejen la puerta abierta a una continuación, teniendo en cuenta que este impulso por recuperar a autoras borradas del canon literario ha ido perdiendo impulso. 

Aunque se han publicado antologías del estilo y estudios académicos, al menos respecto a la publicación de esas antologías siempre suele tratarse de autoras anglosajonas. Por eso esta Dantescas es tan importante. La recopilación, a cargo de María Fernanda Ampuero, incluye doce relatos, y a excepción de Charlotte Perkins Gilman, todas pertenecen al ámbito ibérico y latinoamericano. Desde clásicas como Pardo Bazán, Dávila y Ocampo, Dantescas también se preocupa de incluir relatos de autoras contemporáneas como Colanzi, Enríquez y Ojeda. Y dos brasileñas, Clarice Linspector y Verena Cavalcante, ampliando un poco más ese ámbito latinoamericano. Por pedir, hubiese sido interesante incluir alguna autora portuguesa. 


La edición de Fera incluye el prólogo y las notas de María Fernanda Ampuero y las ilustraciones de Jules Mamone. Recuerda a lo que lleva haciendo varios años Valancourt con su serie de Monster She Wrote, editando autoras y antologías ilustradas muy cuidadas. Dantescas, además de ilustraciones, incluye un prólogo, notas y comentario final de cada relato. Tanto las notas como los comentarios no aportan gran cosa a la lectura, más allá de cierto contexto. Entre un sesudo comentario de texto académico y estas notas a vuela pluma habría sido más interesante incluir algo más de información biográfica y de la obra de las autoras. Si además las notas incluidas en los relatos no son notas a pie de página sino subrayados, notas al margen y demás elementos que distraen de la lectura, es difícil poder ignorarlas y centrarse en la lectura del texto.

Entre las cosas buenas de Dantescas está el amplio abanico de autoras que incluye. No es un catálogo o compendio, solo una antología de relatos. Y aún así consigue ofrecer un amplio panorama general. Ahí es donde chirría la inclusión de Charlote Perkins Gilman, pudiendo aprovechar ese espacio en otra autora de lengua latina. En un futuro, si Fera le da continuidad a este tipo de antologías, me gustaría leer una centrada en las pioneras, que construya un hilo hasta nuestro presente. Juana Manuela Gorriri no es una autora conocida en España, no sé si en Argentina, pero ha sido un gran descubrimiento. Y lo mismo que estaría bien una antología que recuperase a autoras como Gorriri, también sería igualmente interesante otra antología que pusiese en el foco a autoras no tan reconocidas como Verena Cavalcante. Más allá de los grandes nombres, como Mariana Enriquez, existen más autoras igual de intreresantes. La industria editorial en España, México y Argentina es muy potente y es fácil acceder a muchas autoras gracias a esa labor editorial, pero las que no están cerca de alguno de esos focos son invisibles.

Si hay algo que me guste más que leer a señoras victorianas, es leer a señoras latinoamericanas. Ojalá veamos publicadas más antologías y más autoras como estas en lengua castellana. 



'Margaux' (2016), 'Lyle' (2014) y 'The Midnight Swim' (2014): el despertar sexual, la maternidad y el duelo

Margaux (2016) es un cortometraje dirigido por los estudiantes de segundo año de Cine Rémy Barbe, Joseph Bouquin y Joséphine Darcy-Hopkins. Es esta última la que tiene una obra más que interesante, con el corto de animación Le jour où maman est devenue un monstre (2017), Nuage (2020) y Les Dents du Bonheur (2023). Tres cortometrajes en los que sobrevuela el drama, la ciencia ficción, el terror y la fantasía.

En Margaux una joven adolescente que sufre acoso escolar en el instituto descubre su sexualidad a la vez que es acechada por una criatura cada vez que se excita sexualmente. Lo de las producciones en Francia es una cosa de no creerse. ¿De dónde sacan el dinero? Porque Margaux luce realmente bien, con unos valores de producción que más quisieran muchas películas que llegan a los cines.

No hay mucho diálogo y tampoco la película te quiere llevar a ningún sitio en concreto. Margaux se vive más como una experiencia, al igual que muchas pelis del nuevo extremismo francés de finales de los noventa y principios de los dos mil. Se puede ver gratis aquí.


Lyle (2014) está dirigida por Stewart Thorndike y protagonizada por Gaby Hoffmann. En poco más de una hora se cocina un drama con toques de terror bastante interesante. Leah, que está embarazada, y June se mudan a un nuevo apartamento después de la muerte de su hija pequeña. En una distracción de Leah, su hija Lyle muere al caerse de la ventana del apartamento. 

Pero no todo es drama en la película. Al drama del duelo se le suma Karen, una vecina anciana que finge que está embarazada y que les continua mandando flores y tarjetas de condolencia por la pérdida de Lyle. Mientras progresa el embarazo, Leah comienza a observar cosas extrañas en la casa y sospecha que la responsable es su vecina Karen.

Lyle la han descrito como La semilla del diablo indie y es fácil descubrir por qué. Es de esas pelis que se cuecen a fuego lento hasta el clímax final. Muy recomendable. También se puede ver gratis en Youtube aquí


The Midnight Swim (2014) está dirigida por Sarah Adina Smith. Tres hermanas, June, Annie e Isa, se reúnen en la vieja casa familiar cuando su madre desaparece en el lago que hay cercano. El cuerpo nunca aparece y las hermanas, una vez reunidas bajo el mismo techo, tienen que resolver todo el papeleo que se deriva de ello y lidiar con sus propios sentimientos. 

June documenta esta reunión y el proceso de duelo, lo que convierte la película en un falso documental. Como suele pasar, la justificación para grabar lo que vemos a veces es un poco peregrina. Cada vez más, las tres hermanas se ven más atraídas por el lago y por el recuerdo de su madre, de la que vamos conociendo sobre cómo era. También la situación las lleva a lidiar con su intrincada relación y su pasado. 

The Midnight Swim se mueve por el territorio del drama independiente pero también sugiere que algo sobrenatural y/o extraño está sucediendo. También construye una mitología en torno a la idea de reencarnación y de la mitología de "las siete hermanas", una especie de leyenda urbana basada en las Pléyades que acaba derivando en algo parecido a una historia de fantasmas. Ese hilo sobrenatural es tenue pero está ahí: el lago, la historia de las siete hermanas, los pájaros que aparecen muertos en la casa... 

Se puede ver gratis en esta plataforma aunque sin subtítulos y en versión original.

No todo va a ser cine italiano de los setenta y directos a vídeo japoneses de los noventa. Joséphine Darcy-Hopkins, Stewart Thorndike y Sarah Andina Smith son tres directoras que se acercan al terror de maneras muy diferentes y a la vez interesantes. Un corto, un mediometraje y una película con historias sobre el despertar sexual, la maternidad y el duelo.



























'La corta noche de las muñecas de cristal' (1971) y 'Violación en el último tren de la noche' (1975) de Aldo Lado


La corta noche de las muñecas de cristal (1971) es un giallo atípico dirigido por Aldo Lado y protagonizado por los guapérrimos Jean Sorel e Ingrid Thulin. Se trata de la primera película dirigida por Lado, que como buen director italiano de la época, se curtió en la industria como guionista y director de segunda unidad hasta que consiguió sacar este proyecto adelante. La producción bien merecería un documental. Está rodada en la Praga checoslovaca de después de la invasión soviética, que acabó con el pequeño periodo de apertura. Algo que contribuye más a la atmósfera de paranoia del film.

La corta noche de las muñecas de cristal bebe del cine de Polanski. No es el típico giallo con asesino de guantes negros y asesinatos barrocos. Es un thriller psicológico y hasta cierto punto político. Jean Sorel interpreta a un periodista occidental, Gregory, que trabaja como corresponsal en Praga y está enamorado de Mira, una mujer misteriosa. La primera escena de la película es el descubrimiento del cadáver de Gregory en una plaza. Es trasladado al hospital donde es declarado muerto. Pero no está muerto, sólo paralizado e incapaz de comunicarse. Su voz en off es la que nos guía por los recuerdos que le han llevado a esa situación, un puzle al que Gregory va sumando piezas y en el que descubrimos lo ocurrido de su mano. La cuenta atrás empieza cuando se programa la autopsia de Gregory y este tiene que descubrir qué ha sucedido y cómo despertar de esa parálisis en la que está sumido.

La narrativa no lineal y ese ambiente onírico recuerda a las fantásticas Huellas de pisada en la luna (1975) de Luigi Bazzoni y Contrato de sangre (1976) de Pupi Avati. Hay sectas, conspiraciones y una atmósfera opresora con las que Gregory, el protagonista, se ve envuelto.  La crítica a las élites también está presente, con esa secta de la que forman parte y que literalmente se dedica a sacrificar jóvenes para mantenerse jóvenes y seguir gobernando. La dirección de Lado tiene toques de expresionismo, con esa representación distorsionada de la realidad, contribuyendo al surrealismo y paranoia de la película.

Violación en el último tren de la noche (1975) es una película muy distinta en tono y en forma de La corta noche de las muñecas de cristal. Dos colegialas viajan solas en tren para pasar las vacaciones de Navidad en casa de los padres de una de ellas. Allí conocerán y serás acosadas por dos delincuentes psicóticos y una ninfómana. 

Violación en el último tren de la noche es una película dura. Como Trampa para un violador (1980) de Deodatto y La chica de al lado (1989) de Jack Ketchum, Violación en el último tren de la noche es explícita en escenas de maltrato y violencia contra las mujeres, que llegan hasta un punto de crudeza tal que se hace difícil el visionado. Si en La corta noche de las muñecas de cristal el estilo de Lado era hasta cierto punto surrealista y onírico, en Violación en el último tren de la noche es realista y sucio, casi documental. Tienen en común esa visión de la juventud (venimos del fracaso del 68 y de las crisis de los setenta) como víctima y también como victimario, aunque en esta última sí hay una catarsis (venganza) final, que aporta algo de alivio al espectador.

Más allá de los grandes nombres de directores y de títulos más conocidos, hay todo un mundo por descubrir en el cine italiano de los sesenta y setenta. Aldo Lado con La corta noche de las muñecas de cristal (1971),  Violación en el último tren de la noche (1975), ¿Quién la ha visto morir? (1972) y La víctima designada (1971) es buen ejemplo de esto. Mientras tengamos cine italiano de los setenta y a Keith Richards todo irá bien. 







'La perversa señora Wardh' (1971) y 'Vicios prohibidos' (1972) de Sergio Martino: fascinación por la belleza

El gialli antes del gialli. Aunque ya existían películas con esas características desde los años sesenta, Mario Bava tiene unos cuantos ejemplos de ello, no es hasta El pájaro de las plumas de cristal (1970) de Dario Argento que se desata la locura y se institucionaliza un nuevo género popular. La cantidad de gialli producidos durante esos primeros setenta es apabullante: más de cien entre 1970 y 1974. 

La perversa señora Wardh (1971) de Sergio Martino forma parte de este boom además de ser la primera película dentro de este género del director. A ésta le seguirían La cola del escorpión (1971), Todos los colores de la oscuridad (1972), Vicios prohibidos (1972) y Torso: violencia carnal (1973). Siempre contó con Ernesto Gastaldi para los guiones. Perdido entre el cine de explotación italiano, todavía tuvo tiempo para rodar la magnífica Muerte sospechosa de una menor (1975) y la menor El asesino del cementerio etrusco (1982).
 

En La perversa señora Wardh tenemos una trama de misterio que gira en torno al personaje interpretado por Edwige Fenech, musa de Martino y dama del gialli por excelencia. Martino presenta falsos culpables, muertos que estaban de parranda, asesino de guantes negros y pistas falsas en un giallo bastante formulaico, con homenaje a la Psicosis de Hitchcock entre otros. El pasado sadomasoquista del personaje de Fenech une La perversa señora Warh con el neogótico italiano de los sesenta. Hay unos pocos asesinatos y menos gore para lo que es habitual en el género. El estilo de Martino es menos barroco pero con un sentido de la estética, narrativa, lingüística y visual mucho mayor. La escena de Fenech con su antiguo amante bajo la lluvia a cámara lenta es de una belleza avasalladora. El sentido de la maravilla, del que alguna vez he hablado en el blog, está presente en toda la película. Contribuye, y no poco, la banda sonora de Nora Orlandi.

Síndrome de Sthendal dándome muy fuerte

Vicios prohibidos (1972), cuyo título en italiano es muchísimo mejor (Tu vicio es una habitación cerrada y sólo yo tengo la llave), sería otro de los acercamientos de Martino al gialli. Gastaldi en su guion hilvana una historia que une todavía más claramente el gótico y el gialli. Está muy presente la influencia de Poe en la película, especialmente esa ironía de muchos de sus finales. También se trata de una película alejada de lo urbano, ambientada en una vieja villa aislada en el medio rural. La ciudad siempre es el afuera.

Oliveiro (Pistilli) es un escritor borracho y maltratador que vive con Floriana (Strindberg), a la que se unirá la sobrina de este, Irina (Fenech). Una serie de asesinatos de mujeres con las que Oliveiro mantiene relaciones lo ponen en el punto de mira de la policía como principal sospechoso. Mientras, mantiene una relación incestuosa con su sobrina Irina y trata de volver loca a su mujer. Los crímenes en serie y la relación entre estos tres personajes engarza de una manera perfecta. Martino explota esa ambientación y trama gótica para potenciar aún más su capacidad de crear atmósferas. La oscuridad impenetrable de la noche aísla la villa en la que viven los protagonistas de Vicios prohibidos. Unos protagonistas que espían, como nosotros, detrás de las puertas.

Sergio Martino no se dedica a ir de una escena de asesinato a otra en sus películas como si fueran sketches (hola Argento) y sus composiciones de plano tienen una belleza especial, además de una potencia narrativa que suele estar ausente en el gialli. Sus planos son complejísimos y llenos de información, con la cara de un personaje desenfocada en primer plano mientras que muestra al otro personaje, más alejado, en el reflejo de un espejo. Martino es sin duda uno de los directores más talentosos de su generación. Entre las decenas y decenas de títulos para elegir, Martino siempre es un acierto.




"Possessed" (1983) de David Lai Tai-Wai: los sinvergüenzas de Hong Kong

Lo del cine de explotación no es patrimonio italiano, también en otras latitudes dedicaron tiempo y recursos a producir títulos como esta Possessed, inspirada en la Poltergeist (1982) de Steven Spielberg Tobe Hooper. En 1988 en Hong Kong decidieron clasificar las películas por edades. Es el origen de la CAT III o categoría 3, que engloba las películas no recomendadas para menores de 18 años y con un contenido explícito de violencia y/o sexo. Esta etiqueta se ha aplicado de manera retroactiva a cintas como esta Possessed, estrenada cinco años de que se establecieran estas categorías. 


¿Qué es Possessed, más allá de la etiqueta CAT III? Pues es una película de terror de serie b que ¿bebe? demasiado de Poltergeist y que tiene unos efectos artesanales más que resultones. Dirigida por Tai-Wai, pasa por el tamiz la Poltergeist de Hooper, con un resultado en el que se mezclan terror, acción, comedia y drama. Además, el cementerio indio es sustituido por el pasado familiar y el karma: las acciones de sus antepasados tendrán consecuencias para los protagonistas.


En Possessed los protagonistas son una pareja de policías que después de una noche de juerga acaban siendo maldecidos y perseguidos por un espíritu del infierno. Hay ectoplasma, muebles que se agitan sin motivo y puertas de las que sale más luz que en la habitación de un gamer. También hay señora bajita, regordeta y con gafas que combate el ente sobrenatural. Pero como estamos en Hong Kong, la señora es una sacerdotisa/bruja taoísta que lleva a cabo rituales orientales y lleva espada. Sí, lleva espada. Son las partes melodramáticas y cómicas las que rompen un poco el ritmo de la cinta, que por otra parte, no llega a los 90 minutos y se pasa de espídica.


Venimos a exorcizar su casa

Más allá de las similitudes con Poltergeist, la película consigue reformularla y crear algo que si bien no es original (lo original tampoco es un valor en sí mismo) sí es lo suficientemente distinto. La idea de karma, de destino como lo concebían los griegos, es más que un mero macguffin y es relevante para la trama. En Poltergeist podría haber sido un cementerio indio o un campo de naranjos. El ritual, aunque visto en otras ficciones asiáticas (hola Exhuma), mola un montón. Desde luego, mejor que el rollo macabeo católico de los exorcismos. Possessed es Poltergeist a volumen 11: más sexo, más mala hostia y actores sobreactuados. ¿Síndrome de Estocolmo? Puede ser.





'La tarántula del vientre negro' (1971) de Paulo Cavara y 'Las lágrimas de Jennifer' (1972) de Giuliano Carnimeo: la zona de confort

Meterse en el mundo de los gialli es como descender por la madriguera del conejo de Alicia: es un túnel más profundo de lo esperado. La tarántula del vientre negro es una película dirigida por Paulo Cavara y protagonizada por Giancarlo Giannini. Cavara no ha sido un director muy prolífico ni tampoco se ha prodigado mucho en el género como otros de sus coetáneos. La tarántula del vientre negro es un giallo pero también tiene elementos de polizziotteschi, nada raro si tenemos en cuenta que los gialli beben, entre otras fuentes, del krimi alemán de los sesenta. Giannini es un comisario de policía que investiga unos brutales asesinatos de mujeres. Las víctimas son paralizadas con veneno de tarántula y destripadas vivas. El personaje de Giannini no es el clásico hombre rudo de los gialli, sino que es un hombre bastante inseguro y sensible que ama a su mujer. También, como las víctimas, a veces se siente impotente y paralizado para continuar con la investigación. Existe una crítica implícita al mundo de la moda y de la belleza cosmética, mundo en el que se desarrolla parte de la trama. La tarántula del vientre negro como buena producción italiana tiene su buena ración de primeros planos, planos subjetivos, reflejos en espejos y cristales, además de unos paneos bastante chulos. El ritual del asesino también es bastante ingenioso y macabro, ya que primero paraliza a sus víctimas y luego les abre el vientre. 


Las lágrimas de Jennifer está dirigida por Giuliano Carnimeo y protagonizada por Edwige Fenegn y George Hilton. Carnimeo, como Cavara, tampoco se prodigó demasiado en el género, aunque sí tiene buena colección de comedias eróticas y westerns. Westerns protagonizados, precisamente, por George Hilton, que aunque su Sartana no llegó al nivel del Django de Franco Nero, también es un personaje muy carismático. Y qué decir de la gran Edwige Fenegn, que para mí es la Barbara Steele de los setenta. Las lágrimas de Jennifer sí es un giallo prototípico: se abofetean mujeres y el asesino está cucú. Edwige Fenegn interpreta a una modelo, Jennifer, que se muda junto a su amiga Marilyn a un apartamento donde han asesinado a las ocupantes anteriores. El asesino persigue a Jennifer, a la que por supuesto nadie cree. Además está su exnovio, líder de una secta hippie loquísima de la que también ella formó parte. Aquí es curioso observar el toque de comedia dado a los policías investigadores, con el comisario más pendiente de su colección de sellos que de resolver el caso. Aunque en las escenas de los asesinatos no se sigue un ritual como en La tarántula del vientre negro, también tienen su buena dosis de barroco visual. La peli, como buen giallo, se pierde en giros absurdos hasta descubrir al asesino. Es precisamente el primer asesinato donde Carnimeo muestra su buen hacer, además de un par de planos bastante chulos con espejos como protagonistas.


La Edwige Fenegn preparándose pa' la party

Dentro de los gialli hay mucha purria, pero me sigue pareciendo un género fascinante donde la industria cinematográfica italiana consiguió crear ese sentido de la maravilla tan ausente en nuestros días. Y generalmente con cuatro duros. A mí dadme grano gordo setentero y llamadme tonto. Nolan, aprende.