Proyecto Brainstorm (1983) es una película de ciencia ficción y misterio dirigida por Douglas Trumbull y protagonizada por Christopher Walken y Natalie Wood. Sería la última película de Wood, que falleció cuando todavía se estaba rodando la película y obligó a Trumbull a hacer malabares para finalizarla.

Proyecto Brainstorm se adelanta en más de una década a Días extraños (1995) de Kathryn Bigelow. Los científicos Brace y Reynolds desarrollan un dispositivo capaz de grabar las emociones y experiencias de una persona y ser reproducidas por otra. Lo que en Días extraños nos llevaba a las snuff movies, en Proyecto Brainstorm sirve de excusa para desarrollar un tecno-thriller en el que los militares están interesados en este dispositivo.


El diseño de producción de la película apunta claramente al cyberpunk, con esa realidad distorsionada que nos indica que ese mundo no es el nuestro. No hay cosas muy locas, pero sí esos veinte minutos en el futuro que generan una sensación de extrañamiento. Hay planos generales de los laboratorios donde trabajan los protagonistas, que son una versión modesta y limpia del Los Ángeles de Blade Runner. O la bici eléctrica que usa Walken durante toda la peli, el diseño de su casa, que es la fantasía de un inventor renacentista. O el propio dispositivo que graba y reproduce emociones y experiencias, que utiliza unas bobinas de cine enormes. También el protointernet que aparece en la película, que como las chicas del cable en los primeros tiempos del teléfono, depende de un señor contestando un teléfono y buscando la grabación escogida para reproducirla. Todo muy naif, con un punto de ingenuidad que lo hace adorable.


Juegos de guerra (1983) es una película mucho más conocida que Proyecto Brainstorm. Entra dentro del saco de Tron (1982), Los Goonies (1985), Regreso al futuro (1985), E.T. el extraterrestre (1982) y un largo etcétera como clásico de la década, más allá del género. Dirigida por John Badham y protagonizada por Matthew Broderick, fue un éxito en su estreno. Broderick decía en una entrevista reciente lo mucho que odió la película por convertirse en el papel por el que es recordado, pero que ya había hecho las paces con eso y ahora se sentía halagado de ser reconocido por su interpretación.

Juegos de guerra es otro techno-thriller de la época, con el añadido del terror a un holocausto nuclear, tan habitual en la ciencia ficción y el terror de la década. Broderick interpreta el papel de un joven alumno de instituto convertido en hacker que se cuela por error en el Pentágono. Interactúa con lo que él cree una compañía de videojuegos, para darse cuenta más tarde de que ha desatado una emergencia nuclear que puede acabar en catástrofe. A diferencia de Proyecto Brainstorm, Juegos de guerra no tira por el cyberpunk, al menos en lo que a diseño de producción se refiere. Sí es cyberpunk, al menos tangencialmente, por las ideas que plantea y la propia historia: un joven hacker que se cuela en un sistema de defensa del gobierno y desata una crisis nuclear. 


¿Dónde está el bluetooth en este aparato?


La década de los ochenta fue la época de los botones de luces, las pantallas de tubo y los teclados gigantescos. También fue la época en la que tuvo lugar la transición de la tecnología entendida y representada como aparatos grandes metálicos, de formas rotundas y cuadradas, a versiones igual de grandes pero de formas suavizadas y de aristas más redondeadas hechas de plástico. También en esta década la ficción, especialmente la ciencia ficción, se debatía entre el pesimismo de la destrucción mutua asegurada nuclear y la tecnofobia alimentada por la codicia de grandes corporaciones y la fe en el progreso científico y tecnológico. Blade Runner (1982) o 2010: Odisea dos (1984) son buenos ejemplos de esto que digo. Los que nacimos en los ochenta y crecimos en los noventa observamos curiosos como nuestro mundo ha acabado convertido en objeto de nostalgia. También miramos aterrados y fascinados el cambio de paradigma: la desaparición de los soportes físicos era algo que no se nos pasaba por la cabeza, como el impacto de internet y las redes sociales. Vivimos la destrucción de la memoria y la atención a ritmo de like donde la verdad es lo que tú quieras creer. Tiempos interesantes.