Publicado en 1978, hubo que esperar hasta 1986 para disfrutar de este libro de Tanith Lee, publicado por Martínez Roca y traducido por Albert Solé. Este El señor de la noche es el primero de una serie de autodenominadas novelas llamada Cuentos de la tierra plana, que desafortunadamente no tuvo continuación en castellano. La carrera profesional de Tanith Lee empezó a principios de los setenta y abarca géneros muy diversos, llegando a escribir tanto novelas infantiles como eróticas, aunque sobre todo es recordada con su obra fantástica. Quizás debido a esto, el gran número de libros escritos y la diversidad de géneros entre estos, hace que no sea tan fácil acceder a la obra de Tanith Lee. Por un lado, porque en apariencia hay mucho donde elegir, y por otro porque no se ha reeditado tanto como otros autores. Y esto en inglés, porque en castellano, lamentablemente, sólo se han traducido unos pocos libros suyos.


Aunque a veces definida como novela, El señor de la noche es un conjunto de relatos. Su originalidad es la manera en la que están organizados: cuatro libros divididos en dos partes cada uno y cada una de estas partes a su vez subdividida en tres. Este tríptico está formado por unos relatos que aunque pueden ser leídos individualmente, forman parte de una saga. El libro, El señor de la noche, alude en su título a Azhrarn, el Príncipe de los demonios. A veces de manera directa, otras de manera indirecta, Azhrarn siempre está presente en la narración. El señor de la noche son las leyendas, los mitos, recogidos en forma de sagas, de Azhrarn. Desde el inicio del mundo hasta su final, y otra vez un nuevo comienzo, Lee nos sumerge en su mundo de fantasía.

Al oeste en Philadelphia crecía y vivía...

La prosa de Tanith Lee es hipnótica, cargada de poesía, sensual y llena de colores. No sólo es el fondo que ha elegido darle al libro, la narración enmarcada dentro de otra narración, que es lo que recuerda a Las mil y una noches, también es la forma: un estilo decadente cargado de imágenes, como Baudelaire en un fumadero de opio. En ese sentido, evoca a los simbolistas franceses. Es como si se hubiese tatuado a fuego el soneto de Rimbaud Voyelles y lo utilizase de brújula. También, y salvando mucho las distancias, su prosa se puede comparar a la de Ursula K. Le Guin, especialmente en su serie de fantasía Terramar. Ese gusto por lo oriental influye en ambas escritoras y en su obra. La principal diferencia es que en el caso de Tanith Lee su prosa está cargada de imágenes y de mucha sensualidad. No es de extrañar que también escribiera novela erótica. Y tampoco hay que olvidar que Las mil y una noches, salvo que se trate de alguna versión censurada, también incluye varios relatos eróticos. Es quizás el motivo por el que nunca me había acercado a su obra, ya que mi idea preconcebida era que se parecía más a Anne Rice que a Ursula K. Le Guin. Sí, hay romance y hay sexo, pero ni remotamente parecido a las ñoñerías de Rice, afortunadamente.


Es una pena que su obra sea tan desconocida, particularmente en nuestro idioma. Este El señor de la noche no tiene nada que ver con la fantasía que se escribía a finales de setenta y primeros ochenta, tan deudora para mal de la obra de Tolkien, y me ha dejado con ganas de más Tanith Lee (ya vienen de camino unos cuantos libros adoptados). Me gusta imaginarme a Tanith Lee como una especie de Lord Byron viviendo las aventuras de Lawrence de Arabia mientras alguien canta de fondo: Les calèches de l'amour... mènent toutes à vous Altesse...