Como decíamos ayer... 

¡Arr, marineros!
¡Arr, marineros!



Existen adicciones de todo tipo y para todos los gustos: hay a quien le da por hacer deporte para recibir su buen chute de endorfinas, otros son más de rezarle a los Antiguos todas las noches, incluso está el que prefiere darle a las drogas duras, los ositos de gominola. Yo hoy vengo dispuesto a confesar una de mis adicciones (las cheesecakes del Sainsbury's no cuentan como tal, digan lo que digan): la serie de libros que publica la British Library titulada Tales of the Weird. Cuentos de lo extraño. Recopilaciones de relatos y novelas cortas de autores y autoras de finales del siglo XIX y principios del XX, muchos de ellos olvidados y cuya obra se vuelve a publicar más de cien años después. Lo interesante de esta colección es la temática de cada tomo: a veces son introducciones a la obra de un autor más o menos conocido, como el libro que vengo a reseñar hoy, otros se ocupan de dar a conocer autores olvidados, y las más de las veces giran en torno a una temática. Así hay un libro dedicado a las historias de terror ambientadas en trenes, otro sobre científicos locos, otro sobre monstruos marinos, etcétera. Y tienen una virtud más: nunca exceden de las doscientas o trescientas y pico páginas. Así que para cuando te empiezas a cansar del tema, ya has acabado el libro. Y después de esta loa a la British Library, al lío.

William Hope Hodgson no es ningún desconocido para los amantes de la literatura pulp y de terror, especialmente si eres aficionado a la obra de Lovecraft. Y a diferencia de este, su discípulo más aventajado, tiene una vida de película. De familia humilde, cuando su padre murió conoció el hambre y la miseria. Antes de esto, se enroló como grumete a los catorce años, dedicándose a la vida marinera durante casi una década. Una década marcada por los abusos de sus compañeros mayores, que vieron en el joven William a alguien débil de quien poder abusar. Pero lejos de hundirse o amilanarse, le dio por entrenar para defenderse y repartir hostias a los abusones. Así, deja el mar y se dedica al culturismo, en una época donde no te podías descargar una tabla de ejercicios desde el móvil para ponerte en forma, y monta su propio gimnasio. En esta vida tan novelesca, se cruza en su camino con Houdini, el mago y escapista, y será en una de estas exhibiciones de Houdini donde William participará, siendo el responsable de ponerle las esposas. El espectáculo fue lamentable: Houdini no pudo liberarse y acabó culpando a William de haber bloqueado las esposas, hundiendo su reputación y perdiendo los pocos clientes que le quedaban y que le ayudaban a subsistir. Pero no hay mal que por bien no venga, porque gracias a esto, se dedicó a escribir.

Selfie pa'l Instagram
Selfie y pa'l Instagram

No deja de ser algo asombroso que alguien sin formación académica de ningún tipo decidiera dedicarse a la escritura y además lo hiciera tan bien. Porque sí, el bueno de William se dedicaba al culturismo, y seguramente si hubiera vivido en nuestra época también le daría al arroz hervido con pollo, pero si algo caracterizaba a nuestro autor es que era un lector voraz. Así se puede entender su decisión de dedicarse a la escritura, tarea que le ocupó el resto de su vida, hasta que un obús lo desintegró, litaralmente.


El libro, editado por Xavier Aldana Reyes, Senior Lecturer en la Universidad Metropolitana de Mánchester, recopila diez relatos de la obra de Hodgson, intentando ofrecer una panorámica lo suficientemente amplia de ésta. Tenemos mares extraños, fantasmas e investigadores de lo oculto. También relatos cercanos al body horror, con trasnformaciones y mutaciones. Todo esto imbuido en el espíritu de la época: ese intento de conciliar el mundo racional con el irracional. Carnacki, moderno cazafantasmas, va armado con su cámara fotográfica y su pentáculo electrico para defenderse y estudiar las manifestaciones sobrenaturales. Como el mesmerismo en Poe o el espiritismo de Conan Doyle y Stoker, Hodgson intenta conciliar estas dos visiones, la del progreso y la ciencia, con la vieja idea romántica de lo sobrenatural.