We Are Still Here es una de esas películas que llega a desconcertar (para bien) por el desarrollo de la historia a lo largo de la narración. No, no se trata de una película cuya narración esté construida para que funcione un giro argumental final como en El sexto sentido o Los otros, sino de algo distinto: el cambio de tono, cuando no de género, de la historia. Empieza siendo la típica historia de casas encantadas, con toques dramáticos, para acabar mutando en auténquico gore de serie B. ¿Qué ha pasado entremedias?

La película comienza narrando la historia de un matrimonio que debido a la reciente muerte de su hijo decide dejar la ciudad. Pero claro, no se iban a buscar cualquier casa en las afueras pudiéndose ir a vivir a una casa sospechasamente barata en un pueblo perdido de la mano de dios. Y ahí comienzan los sustos, una presencia que se manifiesta y que la mujer confunde con su hijo y nosotros, los espectadores, lo identificamos con algo malvado. Cómo no, el cliché de la mujer 'loca' que empieza a sentir cosas extrañas y el hombre 'racional' que se niega a creer en fantasmas. Y hasta aquí, más o menos la mitad de la película, una historia clásica de las que estamos habituados a ver.

Aunque no es muy original, sí que es atrevida la explicación sobre el encantamiento de la casa: el pueblo se asentó en un antiguo emplazamiento que requiere de víctimas para mantener aplacadas a las fuerzas oscuras que lo habitan. Cada treinta años, los Dagmar, antigua familia sacrificada por los habitantes del pueblo, se encarga de hacer la 'colecta' acabando con la familia que habita su antigua casa. Con lo que no contaban ni los Dagmar ni los habitantes del pueblo era con el espíritu de Bobby, el hijo fallecido de la pareja, que se encarga de protegerlos.
A mí me gustan los espíritus muy hechos
Es en la segunda parte de la película, desvelado el misterio de la casa y del pueblo, cuando se convierte en otra cosa: una película con su buena dosis de casquería. Los espíritus de los Dagmar ya no se insinúan, sino que los vemos hacer de las suyas a plena luz del día. Los habitantes del pueblo ya no son sutiles, sino que se dirigen a la casa para acabar con el matrimonio. La casa, casi único escenario de la película, acaba convertida en campo de batalla.

Sin ser muy fan del gore, este giro le sienta muy bien a la película. Unido a una magnífica ambientación, que homenajea a las películas del género, We Are Still Here es una película que con muy pocos medios ofrece mucho más de lo que pueda parecer en un primer momento.