La tienda maldita (2004) o Cursed es una película dirigida por Yoshihiro Hoshino. Como muchas de las películas de J-Horror, esta es una de las directas a vídeo. Vamos, que no hay que esperar muchas cosas a nivel formal. La banda sonora, cuando hace acto de presencia, es como de peli de sobremesa de Antena 3. Pero pianillos aparte, la cinta tiene otros valores.

La película sigue la vida de Sao, una joven que trabaja como dependienta en una tienda 24h. Lo que sucede es que la tienda, como no esconde el título en castellano, está maldita. Además los dueños, el matrimonio Kimura, están como maracas. Todo cliente que tiene la desgracia de hacer una parada se lleva una maldición para casa. Está la mujer perseguida por un tipo con una maza y la cara vendada, la Sadako que sale de una nevera que es como la Tardis por dentro, el que va a los baños públicos y acaba con la cabeza rota... Y siempre, siempre, está el detalle de la caja registradora: siempre hace como un ruidito y marca cantidades como 666, 699, 999 o 44.444 (número de la mala suerte japonés). Y con la maldición para casa que te vas. 

No es un peliculón ni mucho menos, hay que perdonarle cositas, pero tiene algo que fascina y engancha. Es un poco como la Phantasm de Coscarelli, que debería no gustarte pero que cuando compras te da una alegría. El Aldi de mi barrio en Mánchester es tan sórdido como esta konbini, pero eso ya es otra historia.


Gate to Another World: Street View (2011) está dirigida por Soichiro Koga, un director con larga trayectoria en los directos a vídeo. Dicho lo cual y al igual que La tienda maldita, no hay que pedirle peras al olmo. Especialmente irritantes son los pianillos de la banda sonora.

La película narra una historia con tistes de creepypasta. Shimizu es una joven universitaria que vive con su madre, su abuelo y su hermana pequeña. Un día ésta desaparece y la única pista es una imagen del Street View abierta en su ordenador. Es la foto de una casa con una misteriosa figura en la puerta. Una figura que parece estar viva porque se mueve. Con ayuda de una amiga y de Wanabe, el joven friqui experto en lo oculto. Lo que Shimizu descubre es que hay otra realidad alternativa y el Street View a veces muestra una ventana a ese mundo. Pero claro, eso funciona en las dos direcciones: puedes asomarte a esa realidad pero también puedes ser vista. Lo cual, obviamente, nunca es buena cosa. La película tiene una cocción lenta que no se hace pesada, sobre todo por lo poco más de hora y diez de duración. El final es desolador. 


Occult Bolshevism (2018) es una película de Hiroshi Takahashi. Tiene otra peli, The Sylvian Experiments (2011), que también mola mucho. De las tres películas de las que hablo en esta entrada Occult Bolshevism es la mejor. Otra película pequeñita pero muy aparente. En poco más de setenta minutos Takahashi resuelve muy bien la papeleta.

Un grupo de personajes se reúnen para contar sus experiencias paranormales. El objetivo, se nos dice, es demostrar la existencia del más allá. El para qué, se nos revelará al final. Por si no queda claro con el título, la historia se sitúa en un Japón alternativo conquistado por la URSS. Es gracioso cuando para animarse, los personajes se ponen a cantar juntos el himno de la URSS. La casi única localización de la película, exhibe los retratos de Stalin y Mao. Nunca se explica cuál ha sido el giro histórico que ha convertido a Japón en un protectorado soviético, y casi que mejor, porque así va directa al grano.

Si ya es curioso ver a japoneses soviéticos, el rollo de científicos experimentando con lo oculto le añade un extra al misterio de la película. Además, Takahashi es todo un teórico (y profesor) de cine, se puede encontrar mucho subtexto en Occult Bolshevism. O se puede disfrutar como peli de terror.

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